( A Ascaso, Durruti y Oliver).

Gentes irredentas que no han sucumbido al cuentecillo. Mira que morir por no tragarse la literatura bíblica. Con lo fácil que es comprenderla. Pues bien por un quítame allá esas pajas, al garrote- no sé si poner vil. Se toman las medidas, se ajustan las clavijas y tras una conversación con el pater- que es como un representante literario del autor del Libro- siente uno el sonido que hace cuando te aplastan las cervicales. Para que luego digan que no importa la literatura. Mira que pensar contra el cuento. De no haberlo hecho seguirían vivos. Qué trabajo les hubiera costado haber tenido esa deferencia.
Anarquismo, Bakunin; qué saben esos rusos de la piedad cristiana. La supresión del poder, de la supeditación: para qué tantas lecturas, para qué la intelectualidad. Sobresalir, llamar la atención. Con lo fácil que es seguir el ritmo de la gente sencilla.
Pues ahí los tengo delante: en la foto de tomar medidas para el garrote. Con el rostro impertérrito, lo que obliga a pensar que ellos han nacido así; que tampoco tienen la culpa de no entrarles el Libro en la cabeza ( esa misma que unos minutos más tarde les aplastarán, como castigo, se ve, de no tener cabida en ella una historia que no se creen tampoco los que la profesan). Paradojas de la existencia.