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Cuentan que en el lago sito entre Lima y Potosí, una de las mayores en el orbe llamada Titicaca, existió una islita con una gran peña celebérrima por el culto que al demonio y al sol dieron los naturales del lugar, se dice que allí había tenido fabuloso principio la familia de los Incas, que por más de quinientos años gobernaron el opulento imperio del Perú, de ahí el fundamento que los indios tuvieron para reverenciar esta isla y peñasco con mayor grandeza.

Levantaron un templo magnifico por su arte y ornamentos, servido y asistido por relevante preeminencia que podía competir con el Cuzco, pues su riqueza era tanta como refiere Garcilaso de la Vega (comentarios tomo I libro 3, que refiere que estaban las paredes sin verse por los grandes tablones de oro macizo que tapaban su rudeza) el demonio para introducir y asentar más temor y reverencia de su falso adoratorio en los pechos de los naturales, se aparecía de ordinario en forma de culebra y rodeaba como un guarda el contorno de la peña, infundiendo con esta visión tal horror a los que se acercaban temblando para pedirle favores, ocasionado por la ceguera y como hijos de la ignorancia tenían por infalible deidad aquel peñasco, por el engaño y las ficciones con que la astuta serpiente pervirtió sus corazones.

Tanto había crecido el nombre del famoso templo por las frecuentes apariciones del demonio, que el inca Túpac Yupanqui decidió visitarla, este monarca Inca que dio perfección a las leyes y al gobierno y que paso su dominio hasta Chile, no le gusto esta gentílica adoración que dieron a este templo, pero poco pudo hacer para desacreditar esta fe y desparecerla, entre las festividades que anualmente celebraban al dios sol era de notarse la que llamaban Cusqui Raymi, la tercera en solemnidad de las cuatro que existían en la que suplicaban a la divinidad entre bailes y convites, que la helada no destruyese las cementeras y produjese el hambre, esta ceremonia traía su origen desde una ocasión en que perdidas las cosechas habían muerto millares de habitantes, pasaron muchos pero muchos años con la predicación del cristianismo por la conquista de los españoles aquella fiesta había sido reemplazada y erigieron cofradías por consejo de los curas, para que teniendo la intercesión de algún santo obtuvieran buen despacho en sus plegarias, aun se conservaban en ese lugar las parcialidades de los Urinsayas y los Anansayas, los primeros habían elegido como patrón a san Sebastián y los segundos a la virgen Santísima, pretendiendo ambos tener derecho a colocar su imagen en la famosa peña endemoniada, mas tantas proporciones iba asumiendo la disputa que fue preciso ordenar con la fuerza bruta abandonasen lo proyectado.

Mientras tanto don Francisco Tito Yupanqui heredero de la sangre de los Incas, comenzó a acariciar el proyecto de fabricar una imagen de la virgen, ninguno eran sus conocimientos en arte, pero decidido se puso a la obra y muy presto presento una tosca figura de barro, que a nadie gusto por lo grotesco de su forma, no por eso se desanimó el artista y empeñado ya en una cuestión de amor propio y aguijoneado por el fracaso de su primera tentativa decidió proseguir con nuevo ardor, partió a estudiar a Potosí y aunque era mucho su empeño y no escaso de ingenio, obtuvo al fin un modelo en el cual creyó ver realizadas las exigencias del gusto más delicado, se le dio en las Charcas el permiso y con esta provisión y busto se presentó en Chuquiago donde un artífice español debía darle los últimos retoques, fue depositado en la celda de un religioso llamado fray Francisco Navarrete y contaba este que cuando buscaba en la noche su retiro se veía deslumbrado por unos rayos que salían muy ardientes de aquel rostro; pasaron muchas peripecias la obra de Francisco Tito Yupanqui antes de ser definitivamente colocada en el templo de Copacabana, basta decir que era general la admiración que en todos despertaba que fray Antonio Calancha pintaba con las siguientes palabras “en aquella imagen desde aquel punto, un asombro de la naturaleza, un pasmo de humanos ojos y éxtasis de cualquier entendimiento, pues ninguno acaba de entender la grandeza o maravilla que encierra en sí aquel rostro sobrenatural”.

Que esa virgen era milagrosa era un hecho que estaba en la conciencia de los habitantes de todos los contornos, que poco a poco la fama había extendido hasta las más remotas comarcas de América toda; de los numerosos prodigios vamos a escoger uno.

Ocupaba el que después fue gobernador de Chile don Alonso García Ramón el cargo de corregidor de Chuquiago, cuando su hija única de dos años de edad llamada María Magdalena, adoleció de una tos y calentura que hacia estragos entre los niños, se encontraba tan mal que desesperado don Alonso fue a la virgen de Copacabana implorando su clemencia, doña Luciana Centeno su esposa entre sus angustias hizo votos de dar para su altar cera que tuviera el peso de su hija, no bien había acabado de pronunciar el voto y como si despertara de un blando sueño la niña se mostró muy alegre, aplaudieron el milagro pero se olvidaron de cumplir la promesa, después de algunos días volvió el mal y los médicos pronosticaron lo peor, se acordó doña Luciana del voto a la virgen y despacho para este fin un correo llevando lo prometido, dentro de poco se levantó la niña sin rastros del mal que la tuvo tan cerca de la muerte.

Fue fray Miguel de Aguirre elegido en 1655 como procurador general de la provincia del Perú, quien se encamino a la corte Romana y en esta ciudad de los emperadores se dedicó a propagar la devoción a la imagen de nuestra señora de Copacabana, en el hospicio agustino de san Idelfonso se colocó con solemne ostentación la virgen americana, celebrando la misa inaugural el obispo de Porfirio y sacristán pontificio fray Ambrosio Landucio, causo tal impresión en el duque de sermonera don Francisco Gaetano, que tuvo una imagen en su palacio con tanta fe y reverencia que comenzó a manifestar Dios en el sus maravillas, según consta de información hecha en la villa de Cisterna en 1670 ante Jacobo Catenas de Nomentos.

Texto agregado el 08-02-2015, y leído por 343 visitantes. (0 votos)


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