Mientras cerraba los ojos aliviado y apenado a la vez, pensaba que con las pruebas de paternidad en la mano podría, al fin, demostrar a todos lo que él ya sospechaba desde el parto: el niño con cabeza de toro no era su hijo. Se separaron. El padre se cambió a gas ciudad y consiguió la custodia del niño y su hermana. Tal vez, en el juicio ayudó la mala vida de la madre que continuó en la cuadrilla de Jesulín como banderillera un tiempo, dicen que después abrió un despacho de astrología, pero eso no es ya seguro y ahí se pierde su pista. El hijo con cabeza de toro no encajó bien la ruptura y acabó, como tantos, atrapado en el laberinto de la droga caníbal. El padre dicen que enloqueció intentando saciar a su hijastro y dedicó el resto de su vida a coleccionar cómics de Asterix. Sólo su hermana, famosa por su próspera franquicia de hilos, siguió amando al monstruo. La versión oficial afirmó que al chaval lo decapitaron en un ajuste de cuentas entre bandas rivales, aunque otros te dejan caer que se llevaba demasiado mal con el klnovio de su hermana, un ateniense pendenciero con antecedentes penales. Vete tú a saber.