LA EXTRAÑA ORDEN DE MI PADRE
Cuando todavía mi única preocupación era ponerme de pie, aun no tenia un año, recibí una tajante orden de mi padre, que aunque parezca mentira aun recuerdo, no se si porque me quedo grabada o porque me la repitió luego muchas otras veces.
“Mira hijo puedes hacer lo que quieras por casa, andar, no andar, arrastrarte, jugar con lo que mas te apetezca, comer, no comer, llorar, gritar, lo que te apetezca, pero nunca abras la puerta del final del pasillo” me dijo una tarde en que estaba peleando con un pequeño osito con el que todas las noches dormía.
En el idílico mundo en que vivía, lleno de caricias y cariños, la orden lógicamente ni me importo, ni entendí, ni supongo que me preocupara, solo recuerdo que o quedo en mi subconsciente como he dicho o que la recuerdo tan claramente porque me fue repetida con mucha frecuencia a partir de ese momento.
Pasaron varios años en los que estuve más preocupado en aprender a andar, después a correr, a hablar y a comer solo, que de cualquier otra cosa, con lo que hasta los cuatro años o así, no fui muy consciente de la prohibición “Nunca abras esa puerta”
Puerta que miraba, pero a la que ni me acercaba, me había dicho mi padre que no debía hacerlo y ni se me ocurría discutirlo, tuve que cumplir tres o cuatro mas, andaría por los siete u ocho, cuando empecé a tener un sentimiento creciente de curiosidad que me llevo una tarde a plantear a mi padre la pregunta.
“Papa porque no puedo abrir esa puerta”
“Pues porque lo digo yo” fue la respuesta
Y aunque me extraño su seca respuesta, mi padre era siempre conmigo y con todos muy cariñoso, lo acepte, lo había dicho mi padre, yo no tenía argumentos ni para opinar, ni para discutir el tema.
Y seguí creciendo y comiendo y jugando como todo el mundo, aunque el asunto de la puerta ya no era como antes que me era indiferente, cada vez con mas frecuencia me preguntaba, bueno y porque no me dice el porque de la prohibición, y empecé a pensar algo que nunca me había venido a la mente, que aquello no era justo, que me debía decir el porque, y que yo estaba dispuesto a obedecer pero debería decirme la razón.
Hice varias intentonas con mi madre para saber el porque de la tajante orden de mi padre, pero su respuesta fue igual, sin justificar e irracional.
“Hijo si lo ha dicho tu padre, por algo será”
Cada vez estaba mas obsesionado con el tema, cada vez me parecía mas absurdo el que tuviera que aceptar la orden sin mas, aunque viniera de mi padre, que explicación era eso de “por algo será” y cada vez mas frecuentemente me acercaba a la puerta, aunque no me atrevía a abrirla.
A los diez años que entonces tenia, mi imaginación se desbocaba cada vez que pensaba en la puerta, tenia que haber algo que justificara la prohibición, a lo mejor detrás de ella había algún horrible secreto o quizás un tesoro o alguien encerrado de por vida o que se yo, pero en cualquier caso mi padre debería darme una razón, era lo justo, no es lógico dar a nadie una orden sin ninguna explicación que la justifique, pensaba continuamente..
Hasta que un día conseguí superar mi miedo y sin pensar en las consecuencias y abrí la puerta.
El pomo giro sin resistencia y de inmediato me encontré dentro de la habitación que estaba completamente vacía, ni un mueble, ni una cortina, nada de nada, solo cuatro paredes y una ventana, estaba aun atónito ante el no descubrimiento, cuando a mi espalda oí la voz de mi padre.
“Hijo mío por fin has conseguido tener el valor para superar la orden que siempre te ha parecido absurda y sin justificación y que nunca te he querido razonar, creo que has aprendido que una cosa es respetar y obedecer los consejos o mandatos que tus padres o quien sea te den, si se justifican y explican y que debemos siempre dudar de las ordenes dadas sin ningún soporte o razón, sino solo, porque si, creo que has aprendido que hay que tener el valor para luchar contra lo irracional y no comportarse como las ovejas que obedecen sin pensar, enhorabuena hombrecito, a mi me costo dos años mas que a ti el decidirme a abrir la puerta que también me prohibió mi padre.
Fernando Mateo
Febrero 2015
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