BRON EL DINOSAURIO
Bron era un pequeño brontosaurio que vivía junto a su familia hace unos sesenta millones de años en una amplia zona cenagosa llena de verdor en lo que hoy llamamos Caucaso.
Desde que salio del huevo, se había sentido feliz, muy feliz, sus padres y familiares con casi veinte metros de longitud le daban gran seguridad y protección y además tenia la inmensa suerte de que no existia ningún depredador que pudiera atacarles, con lo que dentro de su monótona existencia estaba muy contento, no le faltaba nada fundamental, se revolcaba en el cieno siempre que quería, comía jugosas plantas y dormitaba con mucha frecuencia para hacer la digestión.
Sus amigos eran todos como él, grandotes, tranquilos, lentotes, sin malicia y algo simplones, solo interesados en comer y bañarse en las estancadas aguas de sus praderas, parecían enormes y pacificas vacas rumiantes y comodonas.
El único animal con el que Bron se relacionaba sin que fuera de su especie era Rat una pequeña rata que había nacido casi al mismo tiempo que él y que vivía en una madriguera muy próxima a donde pastaba.
La verdad es que era una extraña amistad, un animolete que ya media nueve metros y una ratilla que no llegaba a los diez centímetros pero así eran las cosas, se llevaban muy bien y pasaban todo el día jugando los dos solos, sobre todo al escondite, al que ni que decir tiene que Bron siempre perdía, nunca encontraba un sitio en que pudiera ocultarse de Rat, mientras que ella conseguía esconderse horas sin que el buenazo de Bron la descubriera.
Rat que era tan espabilada y resabiada como todas las de su especie, y a pesar de su ínfimo tamaño en comparación a su amigo, era la que manejaba siempre el “cotarro“.
“Bron vamos a bañarnos en aquella charca”
“Bron no te pares otra vez a comer, no seas tan tragón”
“Bron hoy hace mucho sol, es mejor quedarnos a la sombra”
“Bron , Bron ……….”
Y el buenazo de Bron nunca rechistaba, lo que decía su amiga había que hacerlo sin discutir, nunca ponía en duda sus opiniones y mandatos, Rat siempre tenía razón.
De las cosa que a nuestro dinosaurio mas le gustaba era que Rat parecía saberlo todo, se daba cuenta de todo y continuamente le contaba cosas que el ni por un momento se había parado a considerar, por eso no le extraño cuando una tarde su amiga le dijo.
“Bron tengo un secreto que me ha dicho mi papa, pero no te lo puedo decir, lo siento, me ha dicho que no te lo diga”
Ni que decir tiene, que el inocentón de Bron insistió e insistió, hasta que la avispada ratilla al fin se lo contó.
“Veras mi papa dice, que todos, todos los dinosaurios os vais a extinguir pronto y que los únicos animales que quedaran serán los pequeños como nosotros y que seguiremos superviviendo hasta el futuro”
Bron que nunca dudaba de lo que su amiga le decía, solo se atrevió a decir “¿Pero porque nos vamos a extinguir?” y temblando hasta la cola se fue corriendo a preguntárselo a su madre.
“Pero hijo” su madre le dijo “Pero que tontería es esa, no ves que somos los mas grandes, los mas fuertes, que no tenemos enemigos, que podemos comer lo que queramos y que vivimos sin ningún problema, nuestra especie lleva viviendo millones de años y míranos sin problemas. Anda no hagas caso a tu amiga que lo que pasa es que tiene envidia de nuestro tamaño”
Bron se tranquilizo pero no olvido, el horrible mensaje se quedo grabado en su cerebro para siempre.
Y siguió viviendo y siguió creciendo y aunque ya no veía a Rat, su familia se había ido hacia el sur hacia unos años, muchas noches cuando se quedaba solo haciendo algo que le entusiasmaba, contemplar las brillantes estrellas en el cielo, recordaba el secreto que en su día le dijo y se estremecía, su amiga nunca se equivocaba, su amiga lo sabia todo.
Y dio la casualidad que una de esas noches y cuando mas ensimismado estaba viendo las luces celestes, de pronto en lo mas alto apareció una descomunal bola brillante, muchísimo mas luminosa que todas las estrellas, que recorría a gran velocidad toda la bóveda, se quedo atónito y prendado de la belleza de esa enorme luz, que se perdió rápidamente en el horizonte produciendo de inmediato una enorme y ascendente bola de fuego (Obviamente no sabia que era fuego) que invadió toda su visión y que fue seguida del estruendo mayor que nunca había oído.
Y cuando todavía estaba mirándola, vio levantarse la mayor masa de polvo que hubiera podido imaginar que avanzo a toda velocidad cubriendo, tierra , agua y cielo, haciéndole de inmediato difícil la respiración.
No podía saber, que por culpa de aquel gigantesco meteorito que acababa de chocar con la tierra, la nube de polvo que se produjo cubriría todo el planeta, taparía el sol, impediría el crecimiento de las plantas, secaría las lagunas y extinguiría la vida de todos los animales que no fueran de pequeño tamaño como su amiga Rat.
Fernando Mateo
Enero 2015
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