En sus casi treinta años nunca tuvo claro para qué nació.
Tampoco recordaba que alguien le hubiera dedicado tan solo unos minutos para explicárselo.
Aún sin eso,vivió.
Sin eso y sin tantas otras cosas.
Desde donde su memoria se lo permitía,la calle fue su lugar.
Allí aprendió los rudimentos básicos de la supervivencia.
También como disponer el cuerpo para que los golpes no sean tan dolorosos.
Las únicas caricias que recordaba con ternura,eran las que le regalaba Floris.
En la constante lucha por la vida,rodó,rodó y rodó por cuanta calle le ofreciera la posibilidad de ganarse la comida del día.
Desde que fuera un chiquilín hasta ahora,fue variando de ocupación,tratando de poder cambiar su destino. Fue ciruja,botellero,cartonero,cuidador de autos, etc.
Pero nunca robó.
Nadie se lo enseñó,pero él nunca robó.
Hubo un tiempo,antes de hacerse hombre,en que se ubicaba en algún rinconcito de la calle y esperaba a que pasara alguna mujer con su hijo de la mano.
Acurrucado y en silencio,se imaginaba trotando junto a la madre prestada.
Cuando se dio cuenta de que el retorno a la realidad producía dolor,dejó de soñar.
Y eso fue siendo muy niño.
La única sensación tibia que tomó de la vida,fue Floris.
Pero Floris ya no está.
El Paco se la llevó.(*)
Cuando ella se fue,el alma se le durmió para siempre.
Ya no le importó su soledad,ni sus tristezas ,ni las miradas despreciativas.
Por eso,cuando la 4 x 4 lo dejó tendido sobre el asfalto de Av.del Libertador,tampoco le importó.Aguantó el dolor como siempre lo había hecho.
Sin que le importara.
Y dejó que la vida se le fuera por las heridas

(*) pasta base