EL NIÑO QUE NO TENIA CON QUIEN JUGAR


Hugo llevaba muchos meses sin poder jugar con otros niños y no porque no quisiera, sino porque en el barrio en el que ahora vivía no encontraba a ningún amiguito y eso a sus siete años, era un verdadero drama.

Todo empezó el día en que sus padres habían decidido cambiarse de residencia y dejar la familiar urbanización donde antes vivían para venirse a este nuevo y aburrido barrio, recordaba que un día, sin que él supiera el porque y sin haberle dicho nadie nada, se trasladaron a esta nueva casa que odiaba con todas sus fuerzas y no por la casa, que a él le daba igual sino porque en los alrededores solo vivía gente mayor y muy mayor que le miraban con indeferencia, que ni siquiera le dirigían la palabra y mucho menos se acercaban a gastarle alguna broma, le ignoraban, todos estaban como amargados y tristes.

Había buscado un compañero por todas partes, alguien con quien poder jugar a la pelota o divertirse haciendo alguna travesura, pero nada, ni un solo niño, ni de su edad, ni más pequeño, ni mas mayor y eso que había llegado hasta el final del barrio, pero no había encontrado ni un coleguilla.

En las primeros semanas no había dicho nada, sus padres le habían dicho que vivirían allí y él no tenia edad, ni argumentos para oponerse, pero ahora se había empezado a revelar y raro era el día en que no abordaba a su madre con la misma pregunta.

“Mama, ¿Porque nos hemos venido a vivir a este barrio tan feo en el que no vive ningún niño? Añoro mucho a mis amigos. ¡Anda mama vamos a volver a nuestra casa de antes! Allí me lo pasaba “chupi”

Pero su madre siempre se le quitaba de encima con una respuesta evasiva e inconcreta.








“Hugo cariño, aquí estamos bien, ya vendrá algún amiguito y podrás jugar con él, mientras tanto hazlo tu solito y el barrio no es tan feo, ya te acostumbraras “

Pero no se acostumbraba e iba perdiendo la esperanza de localizar a algún compañero a pesar de que no pasaba día en que no realizara larguísimos paseos por todas las calles del nuevo barrio, pero siempre lo mismo, solo veía viejos y más viejos.

Cada día estaba mas cabizbajo y añoraba mas las carreras, las peleas, los partidos de futbol y las andanzas en las que se enzarzaba todos los días al salir del colegio, porque esa era otra, en este barrio no debía haber ningún colegio porque no le llevaban a ninguno, cosa que le extrañaba muchísimo y aun mas que sus padres no le dijeran nada.

Estaba decidido a encontrar una solución, así que un día se armo de valor y decidió proponerle a su madre un plan que llevaba mucho tiempo madurando.

“Mama se me ha ocurrido una idea estupenda, mira me lleváis a vivir a nuestro antiguo barrio con la abuela y así podré ver a mis antiguos amigos y volver al colegio y te prometo que vengo todos los fines de semana a pasarlos con vosotros. ¡Eh¡ ¡Eh! ¿A que es una buena idea? Anda mama díselo a papa.“

Pero su madre esta vez no le contesto, las lagrimas no se lo permitieron y solo pudo abrazar a su hijito.

Como decirle, que eso era imposible, que nunca mas vería a sus amigos, ni a su abuela, que nunca saldría de aquí y que desde hacia cuatro meses en que tuvieron todos aquel desgraciado accidente de coche en el que los tres perdieron la vida ya vivirán para siempre en el cementerio de la ciudad.


Fernando Mateo
Enero 2015