La abuela tenía lo que se llama Temblor Esencial en un grado muy avanzado y no podía permanecer quieta en la silla de ruedas. Con sus manos llegó a romper cuatro reposabrazos. Al final optamos por sujetarle las muñecas. Por un tiempo cesó el traqueteo de la silla en casa.
Luego empezó con las piernas y aunque tambien se las sujetamos, continuó con la cabeza. Era como si el temblor se desplazara por el cuerpo. Al final todo su cuerpo estaba inmovilizado en la silla.
Pero un día acabó su sufrimiento, ahora estaba quieta, tranquila, ya no se movía. Incluso sonreía ahí sentada en su silla al lado del televisor. Parecía uno de esos zorros disecados que tenían antaño en los bares.
De hecho la habíamos disecado.