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Adivina quién
Escrito para el reto solo para valientes III

- ¿Que estoy haciendo yendo a ver a un chamán? – me espete a voz en grito a mi misma aferrándome al volante de mi destartalado coche, fiel reflejo de mi propia vida.

No hubo respuesta, no la había y no la podía haber. Me quedé mirando el paisaje que pasaba ante mí en silencio. La antigua carretera nacional que llevaba a La Bañeza había quedado desangelada tras la variante de la autovía, otro reflejo de cómo la carretera, al igual que mi vida, había conocido mejores tiempos. Tras un matrimonio fallido, sin hijos y sin apenas familia cercana, había quedado fuera de servicio y como una variante exótica para viajes cortos y tranquilos.

Ya me había resultado raro que hubiera un Chamán en la provincia de León -será un curandero dije a mi interlocutor-, pero fui reconvenida con energía. No era lo mismo, no, no, los chamanes pueden curar también pero realmente se les llama así cuando tienen la capacidad de modificar la realidad -otro fumado me dije- y de visionar futuros alternativos y alcanzables – otro adivino de teletienda -. Vale, vale, pues eso, no tenía nada que perder y mucho que ganar, por lo que aquí estoy camino del “chamán de la comarca”. Voy apañada si esto funciona a base de tener fe, esa la perdí o la deje en algún sitio que no recuerdo, lo que a los efectos es lo mismo.

Las señas que me habían dado del chamán eran tan confusas como sus supuestas habilidades, me dijeron: - no tiene perdida, vas por la nacional y antes de llegar a La Bañeza, como unos dos kilómetros antes, te encontrarás a la derecha un camino de tierra, entras por ahí y en unos minutos te encontrarás una casa vieja que se cae a pedazos y ahí es. Ahora me venía en mente – no tiene pérdida, no tiene pérdida – pero ¿Cuál era el camino de tierra si hay decenas?
Vi a un paisano a lo lejos y me orillé para preguntar por el chamán, y solícito me dijo: - ¿Chamán? Seguramente estará buscando a Don Mateo, ¿ qué es de huesos o de amores ? – Sonrojada le dije que de amores y con la seguridad que suele dar esa tierra me soltó que sí, que sin duda era Don Mateo, que era un fenómeno que lo arreglaba todo. No sabía si decirle para que narices preguntaba si le valían las dos respuestas, pero me limité a darle las gracias una vez me apuntó con un dedo cual era la entrada y cual la casa que se veía a lo lejos. En verdad no tenía pérdida toda vez que estaba delante de la entrada. – Ay, que cruz!!! me dije –

Traqueteando por el camino de tierra que parecía haber sido excavado a posta para sufrimiento del mejor amortiguador fabricado por el hombre y que dejaba en evidencia que no eran precisamente los míos, que chirriaban, golpeaban el chasis reivindicando unas mejoras laborales urgentes, llegué hasta la casa que hacía juego con el camino y el entorno, lleno de cosas viejas y desvencijadas, desde aperos de labranza hasta lo que parecía una moto de la época romana por lo vieja que estaba, pero algo llamó mi atención junto a la casa, ya que bajo un árbol había una Harley Davidson bastante clásica de gama media cuyos cromados refulgían aquí y allá – otro cliente me dije – y aparqué junto a ella.
El silencio que rodeaba la casa fue desgarrado por el chirrido de la puerta de mi coche lo que me hizo plantearme que ya no hacía falta que llamase a la puerta. Hasta dos perdices curiosas que merodeaban por allí se quedaron mirando que era eso tan fuera de lugar, pero como nada es eterno perdieron interés en cuanto el portazo dio fin al chirrido.

Me acerqué a la puerta de la casa cuando ya estaba abriéndose y apareció un hombre joven, bien parecido, y más o menos de mi edad que me miró con cierta perplejidad, como preguntándose qué hacía yo allí.

- Buenos días, ¿es Ud. Don Mateo? – le pregunté
- Si y no, mi nombre es Mateo pero Don Mateo era mi padre ¿Quién lo pregunta? – me contestó con una media sonrisa y echándole una mirada a mi coche.
- Pues, …. Mi nombre es… Julia y me dieron estas señas para una consulta con Don Mateo, …. El cha …mán… o eso creo– dije con cierta falta de seguridad dado que sonaba todo muy raro
- Ah, te refieres a Eulogio, el curalotodo – empezó a decir pasando al tuteo y asentí para que continuara – está un poco más adelante, saliendo por la derecha en la carretera y a unos 600 metros nuevamente a la derecha.
- Ah…, bueno…., gracias…, te pido disculpas, me lo habrá indicado mal el hombre al que le pregunté en la carretera – me excusé con cierta timidez y mucho bochorno por el equívoco cuando Mateo se volvió a arrancar
- ¿Un hombre en la carretera? ¿Cómo era?– me preguntó frunciendo un poco el gesto
- No sé qué decirte, supongo que un señor normal aunque un poco cotilla.
- ¿Y te mando hacia aquí seguro?
- Si, seguro, estaba en la misma entrada desde la carretera hacia aquí – acoté con convicción
- Pues sí que es extraño, todo el mundo de por aquí sabe donde vive el curalotodo, aunque debo decirte que no lo conozco pero mi padre creía mucho en él.

Nos quedamos unos momentos sin saber que decir, saltamos de la casualidad a su moto, a que hacía por allí, de quien era la casa, de donde era, a que nos dedicábamos, de los agujeros del camino, etc. Una cosa llevó a la otra y cuando nos dimos cuenta estábamos haciendo planes para tomarnos un café junto a la perfumería donde yo trabajaba en Astorga, dándonos mutuamente los teléfonos. Tras un momento de dudas en la despedida – solo la mano, me dije unas veinte veces-, monté en mi coche con mucha decisión y energía, y tras varias adioses, nos vemos y hasta mañanas, intenté arrancarlo una y otra vez hasta que la batería dijo basta. Mateo, solícito, se puso a mirar bajo el capó a ver que podía pasarle a la batería o al motor o a lo que hubiera ahí debajo, -que extraño, era la primera vez que el coche me da una alegría, me dije-.

- Esto va a ser la junta del carburador catalítico lineal, … o no – soltó con cara de no tener ni idea de que le pasaba al coche.
- Se ve que lo tuyo no es la mecánica – le dije sonriendo con ganas de romper a reír.
- Me has descubierto, lo siento, habrá que llamar a alguien que venga a buscarte – dijo echando mano del teléfono móvil -. Conozco un taller en La Bañeza que tiene grúa y que te podría llevar el coche al pueblo - y se puso a llamar
Habíamos entrado un momento en la casa a tomar un refresco mientras llegaba la grúa, cuando Mateo vio una polvareda que se acercaba hacia la casa y me dijo que ya venía la caballería a rescatar a la chica en apuros, al tiempo que recogía los vasos de la mesa y los llevaba al fregadero. Como un resorte salí al encuentro de la grúa que envuelta en una nuble de polvo había completado la travesía del desierto y se colocaba junto al coche.

De la grúa bajo un señor que reconocí al instante y que saludó secamente con un – que hay-, sorprendida le dije:

- ¿Usted es …..?
- Si, Eulogio para servirla – me contestó sin dejarme acabar la pregunta
- ¿Pero es Eulogio el curalotodo? – le repregunté con gran extrañeza
- No, no, soy Eulogio….. “el Chamán” y no se preocupe Ud., la primera consulta es gratis. Otro día veremos el tema de los huesos.

Texto agregado el 26-01-2015, y leído por 150 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-01-2015 Un excelente relato,para leer de principio a fin sin parar.Me encanto.Un Abrazo. gafer
26-01-2015 Un excelente relato,para leer de principio a fin sin parar.Me encanto.Un Abrazo. gafer
26-01-2015 Un excelente relato,para leer de principio a fin sin parar.Me encanto.Un Abrazo. gafer
 
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