Dios me ha permitido ser y estar cincuenta años, medio siglo dirían los historiadores, en este tiempo y en este espacio, asunto que por alguna divina razón que aun no alcanzo a vislumbrar por completo.
Desconocerlo, no me impide agradecerlo, ni dejar de valorar a todos los seres que estando corporalmente cerca o lejos de mí, compañeros de viaje, que cuando he tropezado me ayudaron a levantar, juntos vivimos risas, gritos, canciones, alegrías, amaneceres, lunas, charlas, sueños, verdades, fracasos, regaños, enojos, tardes soleadas, días lluviosos, sabores, desencantos, ilusiones, colores, despedidas, insultos, olores, lecturas, sonidos, disimulos, y una riqueza de vivencias que llevo en mis recuerdos, en mi olvidos y en el alma.
Gracias por darme su tiempo y parte de su vida en tantos momentos, gracias por su cariño, por sus palabras y por darme unos minutos y agasajarme en este ciclo tan especial de mi andar por la vida.
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