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“Recuerdos”


"después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol" Albert Camus.



Muy a lo lejos comienzas a sentir ese ambiente tan familiar. Caminas por ésta sucia calle llena de baches y basura, pero tu mirada está en los colores que se fugan por la linea de árboles en el horizonte. Caminas, sabes hacia dónde ir porque los gritos ensordecidos por la lejanía y el sonido de múltiples silbatos te indican el camino. Comienzas a sentir el olor a tierra y abono. Caminas...
Qué lindo se siente el césped, piensas. Un calorcito agradable, nada sofocante. Llegaste temprano como siempre, es una linda mañana. Sientes cómo el césped comparte con tu pie el rocío que ha dejado la fría madrugada... Recuerdas

Qué lindo se siente el césped, y más que el césped, es un conjunto de sensaciones. El olor, el tacto, los colores, los sonidos y un cosquilleo, que no son nervios, tal vez sea ansiedad. No te sientes, te mojarás, te dicen. Pero te sientas en el césped mojado, sin importar. Piensas, cuando entre al campo me barreré, me enlodaré, no importa que me moje. Es un ritual, tu ritual, porque te sientas para sentir el campo, para recordar. Y claro, recuerdos pasan por tu mente, porque cómo olvidar el dolor que sentiste el día que te enseñaron a vendarte. Sacas tus vendas, envuelves suavemente tu pie.
¡Un grito de dolor! Te tapas la cara, y sólo ves rostros ennegrecidos por la sombra. Una voz conocida. Y papá: ¿Estás bien? Y tu, gritando, dolía mucho. Y “el profe”: Afloja el abdomen, ¿no te vendas? ¡Ya tronó! Tienes que vendarte, me decía. Aguita, cloruro de etilo, te enseñaron a vendarte y al campo otra vez. Apoya. Duele. Pero estás listo. Y qué lindo recuerdo, esguinzado y todo, pero le sacaste la pelota al negro ese que corría como perro. Tu defensa no te hizo caso, no salieron, un lateral se quedó colgado, ¡pero correteaste al negro y justo cuando iba a tirar, un taponazo!
¡Bien Iván!, escuché la voz de mi papá y del profe.

El vendaje está listo, se siente bien, piensas. Olvidaste lavar tus calcetas, están sucias, con marcas verdes, clorofila, así se llamaba, te lo habían dicho en la primaria. ¿Y el polvo blanco?, es cal. Barrerse sobre la linea de gol, había escuchado esa frase. Recuerdas el partido del domingo pasado. Te equivocaste, hiciste confianza, y al querer para un balón que venía raso, pasó como mantequilla por debajo de tu pie. Claro, tu ya estabas pensando a quién pasarla, pero cuando volteaste, sólo veías una playera blanca, solitaria. No era de tu equipo, nosotros somos amarillos. ¡Un dos tres Real! Pero el balón pasó, corriste tras el, sacó al portero, a George, y te barriste sobre la linea. Tachones atascados con la red. Gol. ¡Iván, Iván, Iváaaaan! Un grito de desaprobación. Venga a la otra sale, dice George. Perdón. Que estuviera más atento te decían, que esos balones son fáciles, que no podíamos dar ventajas. Pero no te paraste piensas, aprenderé.

Aprenderé, como siempre aprendiste. Aprendiste más estando fuera de las canchas que dentro de ellas. Recuerdas cuando eras más joven. Humillar al rival, burlas, engrandecimiento, arrogancia, una estrellita como dice don Joaquín. Era linda esa sensación de superioridad, sentirte el foco de atención. El que te quisieran pegar y no lo lograran y aunque lo lograran, sólo así me paran decías. Ya llegó Iván, decían, unos con alegría otros lo murmuraban entre dientes. Era lindo sentirse odiado por ser hábil. Pero te llegó tu día, y llegó cuando mejor jugabas. Un veterano, tal vez no tan veterano ¿Treinta años? Tal vez, pero lo que si te acuerdas es de la plancha de forma lateral sobre tu rodilla. 15 años y estabas roto, y chillabas y maldecías y no te quisieron operar. Tal vez la edad ayudó a que te recuperaras, piensas. Un miedo terrible al patear, se me zafará la rodilla decías, y claro que pasaba, se zafaba y era un dolor terrible. Y salías con tu rodillera, evitabas patear con tu derecha tan educada que tenías. Todos los días ejercicios terapéuticos, pero tu querías algo más. Un balón. Todos los días a dar pases a la pared, con la zurda. Qué días más difíciles, piensas, pero aprendiste a pegarle duro y bonito con la zurda. Lo que mejor aprendiste es a ser humilde, a jugar para el equipo.

Acomodas la lengüeta de tus zapatos, igualitos a los del Chaco, piensas(Christian Giménez). Atas las agujetas, una última acomodada a la lengüeta, pisas con firmeza. Sacudes las calcetas, más polvo blanco. Estás listo, comienzas a estirar. Se siente cómo se estiran los músculos. Más abajo, dice don Tomás. Trotas, calentamiento precompetitivo. Ahora si, unos toques al balón para agarrar confianza. Qué curioso que ahora seas defensa. Defensa central, piensas, qué difícil. Pero puedes observar quién se pierde en la cancha, quién no corre, ubicarte es difícil. Un gritito le pides al George, por si me pierdo. Ubícame Martín, que aún no me acostumbro a la defensa. Y ahora eres el Capitan. Capi te decía Fer. Ahora tu gritabas, tu ubicabas. ¡Vic, deja de reclamar, te van a echar, nos sirves más dentro de la cancha que afuera!
Iván háblale al equipo, me decía don Joaquín. ¡Venga cabrones, venimos a jugar, hay que hacerse responsable, todos somos responsables de las victorias y las derrotas! ¡Mucho apoyo! ¡Si nos equivocamos, apoyémonos entre nosotros! ¡No le vamos a ganar al arbitro! ¡A matarnos en la cancha! ¡Qué el lunes nos duelan las piernas y nos recuerden que ganamos, o que perdimos pero que nos partimos la madre por el equipo! ¡Un dos tres Real! Buena Fer, buena Martín, buena Ale, buena Capi.
¡Responsabilidad cabrones! Y tu sabías de responsabilidad, porque el partido contra el Liver, cuando quisiste salir con un caño, siendo defensa central, y que por eso noquearon a Martín. La culpa. Martín está en el hospital por mi culpa, nunca más amigo, nunca más. Perdóname. Y lo hiciste, responsabilidad, amistad, seguridad y equipo, eras el Capi.
Si me pasan a mi, atrás está el George, y si le anotan a George, aún está Quique, nuestro delantero que tratará de empatar ¡Estamos todos para apoyarnos, vega Real!

Listo, armado decías, comienza el partido. A los quince minutos expulsado. Como te dolía quedar mal con tu equipo, cómo te dolía no estar en la cancha. Desgarrado, uña rota, no podía jugar, duele no poder jugar, jodido... Recuerdos.

Abres los ojos, los colores se disipan, los gritos se alejan más, un pitido final; se desvanece el césped en tus pies. Abres los ojos lentamente. Luces, luces de ciudad. Una cortina. Estás jodido. Tu pie pesa, cosquillea la planta del pié ¿estaba soñando? Si seguro soñaba que pisaba el césped, este cosquilleo lo provocó, qué curiosa es la mente humana, piensas. Intentas levantarte y tu pie pesado. Logras verlo, algo blanco, lo palpas, está duro. Es verdad, me rompí el tendón de Aquiles. Te acaban de operar, duele, estoy jodido ¿Será que podré volver a jugar? ¿Un año? ¿Duele?
Te entran ganas de gritar; ¡Salimos! ¡Venga Real! ¡Un dos tres, Real! ¡Goooool! Pero no gritas. Lloras, te desesperas, sientes un sabor salado y no es sudor: son lágrimas. Estás fuera de las canchas y duele. Estás jodido.

Texto agregado el 25-01-2015, y leído por 70 visitantes. (1 voto)


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