Un día estuve en casa de una joven religiosa neo-catecumenal. Me prestó un vehículo para así poder llegar a una santa misa dirigida por el Reverendo Diacono Felix:

-Hermanos: vamos a celebrar... decía las palabras de bienvenida, el celebrante.

Luego me fijé en la ventana, hacia afuera, la naturaleza. Vi una sombra que se paseaba por la naturaleza a una pequeña distancia en lo alto de una llanura (era la sombra del maligno), pasó como una ráfaga. Veía a las personas andar sobre ese camino y los arboles se estremecían, se movían como si fuera a dar bofetadas a la gente (en ese momento era el poder de la maldad que actuaba).

La sombra era tan rápida que cuando se acercaba se convertía en una bestia salvaje (sabía que era Satanás haciéndose de las suyas, porque Dios me lo revelaba). Se acercó a la ventana, al instante se convirtió en un monstruo. El poder del Espíritu Santo me dio fuerzas, cerré mis ojos, bien concentrado empecé a aclamar el Nombre de Jesucristo en mi interior, y poco a poco subía la voz:

- ¡Te reprendo Satanás en el Nombre de Jesús!

Una joven se puso a mi lado y me dijo:

- Ya se fue, desde que aclamaste el Nombre del Señor.