Al calor de una candela, Manuela,
allá en la casa de campo, del tío manco,
durmiendo con su pasión, el Ramón,
notó unos extraños temblores, los peores
Que le daban a su marío, el bravío.
Pensó ¿será un jamacuco?. El muy bruto
cenó como un animal, natural.
¿O será que tiene frío su marío?
Y en vez de subir la capa, lo destapa
y comprueba con estupor, que el señor,
no estaba durmiendo, si no gimiendo
gracias a los favores traidores
de una buena hembra, la que siembra
y trabaja en los campos del tío manco,
y que no era tan puritana, la serrana,
como su mujer canela, la Manuela.
Se le había colao en medio la Remedio.
Morena y también gitana, la fulana
Sigue con su trabajo allí abajo.
El Ramón tó sorprendío, viendo el lío
que se avecina con la parienta, va y le cuenta
que parece lo que es, un gabacho.
Esto ya sé que no pega, Manuela,
pero queda mucho más fino, y que el vino
fué el que tuvo la culpa, y que oculta,
la que está allí en medio, la Remedio,
que sigue con su trabajo ahí abajo,
ha sío como un veneno, pero bueno....
"La Remedio me'mbrujó", le juró,
y no pude hacer ná (me matará)
Manuela con cara de ira, lo mira:
"mala madre te pariera, ramera,
y a tí, si los demonios se atreven, te lleven
en alma y cuerpo al infierno.
Coge un pañuelo y la saca, una faca,
y con suma rabia y pena, se condena
y le clava el estoque en tó er gañote.
Y aquí acaba la historia en memoria
de la mujer canela, Manuela,
y la Remedio, que se quedó en medio
creyendo que eran de amores.... los temblores.
Editado.
Isabel Batista |