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Despierto del letargo y lo que encuentro es confusión. De esa que inquieta, de esa que me intriga, de esa que me hace sentir el cosquilleo de la incomprensión arrastrándose por mi nuca:
¿Donde estoy... entre estas arenas de color tardío que me arropan?
¿Cuanto llevo aquí... donde el tiempo se le escapa a uno de su memoria?
¿Que ocurrió... que a mi cuerpo lo siento débil e inerte ?
Entonces me deslizo dentro del cobijo que ahora posee mi forma, pero un relámpago interno atraviesa mi pecho y lo parte en dos, y como si fuese un compartimento se abren las puertas de mi torso, dejando al descubierto todo lo que me da la vida.
Alzo ligeramente el cuello y observo lo que se oculta bajo mis pieles: El corazón, los pulmones, la sangre, las venas... Y me espanto y me asombro al mismo tiempo, asustado y fascinado de observarme tan introspectivamente.
Entonces observo los pulmones recibiendo y exhalando el oxígeno, el correr de la sangre, mi respirar, la coordinación de todas mis partes... Y descubro que algo falla, que algo no encaja, que hay algo detrás de todo el engranaje que es mi anatomía que está en desacuerdo con el orden establecido. Pero me cuesta entender, pues ¿Cómo podía explicar que el latir de mi corazón, el correr de mi sangre, el movimiento de mis pulmones y hasta mi respirar no coincidían con el movimiento que yo observaba a través de mi mirada absorta? Pues así era. Yo respiraba, yo latía, yo vivía, pero a un ritmo diferente al de mi cuerpo. De a ratos mas acelerado, de a ratos con un leve retraso, aquel desfase comienza a asustarme y sello mi pecho, y asustado me aferro al miedo y la confusión y deseo salir de allí, respirar aire fresco, existir a mi ritmo, no estar mas enfrascado en aquella celda... por suerte, alguien escucha mis lamentos callados y unas manos se aparecen atravesando las mareas arenosas, aferrándose a mis pies, inquietos y nerviosos, y con fuerza me arrastran fuera de aquella cueva hasta.
Y vuelvo a respirar, vuelvo a nacer, y entre llantos y lágrimas vuelvo a existir, mientras la lluvia me empapa, mientras la arena se embarra, mientras me seco los ojos y los abro para conocer a mi salvador, que diluido bajo la cortina lluviosa no llego a distinguir. Entonces me ofrece su mano y me incorporo, y el espacio que hay entre nosotros se acorta y ya puedo yo sentir su respiración y él la mía, y casi a punto de empezar a entender su rostro siento de nuevo aquella incomodidad existencial, en la que alguien mas respira por mi, que alguien mas existe por mi, y en cuanto comprendo que aquella figura oscura es la responsable, yo ya se quién se oculta tras las sombras, y aferrando su brazo con violencia me lo arrimo a apenas unos centímetros de mi rostro, encontrándome así... conmigo mismo.
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