Apenas si sobresalía
la estrella del ocaso
sobre el muro vecino.
Quejumbrosa, la noche
almacenaba silencios
en el mar del tiempo.
Un humedal de rocío
pintaba su acuarela
desmigando naderías.
Sones de hojas secas,
ajadas vidas marchitas,
mecían runas simples
sobre el oscuro jardín.
Esa placidez de otoño
a la niña de la luna,
le inspiraba deseos
con latidos efímeros.
Una telaraña aciaga
tejía un sopor nuevo
en su paisaje de amor.
Texto agregado el 15-01-2015, y leído por 253
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Lectores Opinan
16-01-2015
y esto es poesía... dulce, tierna que emociona.. Un abrazo, Sheisan
16-01-2015
bellooo yosoyasi-
16-01-2015
Me encantaron las imagenes como momentos en el poema felissa