Una joven me había mostrado el camino para llegar a su casa. Era un callejón un poco estrecho, llegué al final y tenia un patio bien grande con verdes pastos.

La joven se me fue adelante. Encontré a dos hombres sentados en un banco y detrás del banco unas rejas donde estaba encarcelado un sujeto muy extraño de piel morena, gigante y fuerte, atado con fuertes cadenas gruesas en sus piernas, por el cual nadie las rompía, sin embargo él con su fuerza acababa con esas ataduras (era parecido a Hulk, el Hombre Increíble).

Me decía el encadenado:

- ¡Te voy a matar! Con un rostro enfurecido y chocando los puños.

Le dije:

- Yo soy un hombre de Dios, conmigo no podrás.

Los dos jóvenes me decían que me fuera porque era peligroso. Se quería soltar para matarme, cuando estaba al punto vinieron dos personas más tratando de detenerlo, pero no podían, para él eran dos hombresitos pequeños y sin fuerzas.

No tuve más remedio que correr hacia otro lugar menos peligroso...