Estoy recorriendo este vasto lugar,
rodeado de montañas y peñones resecos,
me adentro ínfimo bajo arcos gigantes,
recorro salas de techos cavernoso fisurados por débiles rayos de luz,
pilares cubiertos de escrituras indescifrables,
calles y plazas desgastadas por vientos milenarios.
Aquí yace un sentimiento extraño,
una posibilidad trunca,
un rastro amargo esculpido en las estatuas rotas.
Alguien o algo construyo un sueño arcano,
y vivieron cosas absolutas,
religiones perdidas,
dioses extintos,
sabidurías impresas en tablas hechas trizas,
porque esto colapso bajo un peso humano extremo,
el de templos y palacios incendiados,
fuentes destruidas,
huesos semi enterrados,
de héroes y mártires anónimos,
del ciudadano común…
todos apilados en montículos sin lapidas,
sin una palabra que los recuerde.
Así termino todo para ellos,
con un saludo mudo,
en una escenografía agrietada por los años del olvido.
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