La oscuridad era impenetrable. O por lo menos eso le parecía. Gotas de sudor frío recorrían todo su cuerpo; algo se movía sigilosamente a su alrededor, pero él no podía verlo: apenas lo intuía.
Decidió moverse con más cuidado por aquel estrecho pasillo de paredes lisas y resecas: eso era todo lo que sus sentidos podían percibir de aquel lugar.
A cada paso que daba, un recuerdo le venía a su cabeza... los buenos tiempos, qué lejanos parecían ahora, que se encontraba tan cercano a su destino final!
Las risas de tanta gente que había estado a su lado, resonaban en su cabeza.
De pronto... un grito! Y otro... y otro más!
Eran casi aullidos, histéricos... y risas, más risas.
Y la voz de su querido hijo, diciéndole: "Papi, estás ahí?".
Algo lo rozó.
El sudor era incontrolable.
Las piernas parecían no poder moverse: el pánico lo había invadido.
Cuando la Parca se le apareció con una risa diabólica, él entendió que había llegado el fin.
Y se rindió... decidió dejarse llevar...
Mientras la vocecita de su pequeño, "Papi, papi, papi...", taladraba su cerebro, todo se desvaneció...
- No es grave señora, quédese tranquila.
- Muchas gracias doctor. Esta vez pasó... no sé si podría soportarlo una vez más... Cuándo calcula que se despertará?
- Dele un poco de tiempo señora, necesita descansar. Y despreocúpese por su hijo: también él necesita recuperarse...
- Ni me hable de ese tema doctor, ni me hable! Por favor!
- Tan mal lo tomó el chico?
- Con decirle, doctor, que con sus 6 añitos de edad ya me juró por su osito preferido que jamás en lo que le resta de vida vuelve a ir al tren fantasma con su padre en pedo!!!! |