Ese orgánico estremecimiento
la ceguera del instinto
experimentar la demencia
el perfecto asfixio,
es el principio de tu cuerpo.
El olfato esclavo, aturdido.
bebiendo el relieve infinito, infinito...
Riges el hálito tórrido, extraída
el agua brotando consuelos,
las manos erizando el culto,
profanando las vetas,
recorriendo los contornos trillados.
Castigo es vivir después. Lo sé...
Los labios, demonios del cielo,
desflorando el gimo
elevándolo al aire
una vez, dos, tres veces; y vuelve,
vuelve en olfato lince
en acecho intuitivo
la vida nos tiembla, nos tensa
los ojos absorben otros mundos
¡Dios! No me abandones…
Me derrumba tu reino
vacías mi otra existencia, completa.
Por fin, el torrente es quietud, es piedad,
es resplandor lo que fue viento,
arena y mar…
Ese instante donde renaces,
donde tu creación se esparce,
donde caen los recuerdos,
donde los ojos se agrietan, se miran
y la erupción son auras de gloria
ahí, ahí estuve contigo, sí,
otra vez reinamos la vida. Sí, otra vez...
Después, uno vuelve a la muerte. |