Donde mejor albergar tu verbo
que entre la brasa de mi lengua ardiente,
al resguardo de mi boca famélica
del candor purificado
de tu aliento.

Que mejor territorio para depositar mi esquela
que entre la tierra gloriosa
donde se separan tus senos,
camino investigado sin decoro
por mis ojos volados como nubes al viento.

Que mejor espacio para navegar
que en el caudal de tu mirada evaporada,
acuarelada de despedidas,
mansa laguna de arribadas
en silencio.

Donde mejor refugiar mi armada
que al cobijo de las olas alzadas
-por tu tiempo-
de mi tiempo.