"cómo voy a creer
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía.”
-Benedetti
La vio, voló hacia ella y la miró de frente; y al verse en sus ojos conoció la desnudez de su alma. Le sonrió, y su sonrisa dibujó en sus ojos el más bello arco iris. Le tomó la mano y en silencio volaron hasta llegar al borde del mundo; miraron entonces ese abismo que les esperaba y decidieron bajar. Encontraron así, ese otro mundo, el utópico que tanto habían deseado en sus sueños. Un mundo en el que el tiempo se detenía, en el que el sol eternizaba la noche y la muerte no existía. Un mundo donde la utopía dejaba de ser para transformarse en realidad. Un mundo donde sólo dos utopías podían perpetuar la utopía. Y así, con el sol entre sus ojos, siendo ya de noche, decidieron descansar; debían acostumbrarse a ese sol de medianoche. Entonces, abrió sus ojos, miró a su lado y no la encontró; el mundo utópico dejó de existir a su alrededor, el sol se había convertido en luna, el día se volvió oscuridad y la utopía de sus sueños se había marchado. Fue sólo un sueño utópico. Y a su lado, como siempre, le acompañaba la utópica soledad que se hubo de transformar, en sus sueños, mientras dormía, en esa figura femenina que le impulsó a bajarse del mundo; esa figura femenina de la que aún no ha podido regresar, ni siquiera cuando, al despertar, abandona ese mundo utópico para adentrarse a éste, su mundo real, su realidad. Una realidad que deseaba fuese un sueño; un sueño del que aún no ha podido despertar. |