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CREMA Y CHOCOLATE
Lo miré mientras dormía. La piel blanca resaltaba en la penumbra violada por las luces que penetraban por los vidrios opacos de la ventana. El rostro relajado y la respiración rítmica revelaban un sueño tranquilo. Una mano suya se apoyó en forma inconsciente sobre mi cintura, la acaricié en forma lenta y voluptuosa. Metí cada uno de sus dedos en la boca y los besé despacito.
. Abrió los ojos y preguntó:
-¿No puedes dormir?- sin esperar respuesta se acomodó entre mis caderas.
El cuerpo delgado presentaba aún vestigios de la adolescencia. Su serenidad en el sueño lo hacían parecer un niño dormido cuya inocencia en su desnudez no dejaba de fascinarme y excitarme. Después de siete años de vivir juntos y alentarlo en sus estudios él regresaba a su casa con el título de doctor en medicina. Me sentía orgullosa de él pero al mismo tiempo una melancolía tenue me envolvía. Me había preparado para la despedida mucho tiempo antes, pero ahora que se iba, sentía un nudo doloroso en el estómago. Estas últimas horas las pasamos abrazados y haciendo el amor. El helado de crema y chocolate, su preferido, que había traído para los dos, quedó olvidado en la mesita de luz.
Traté de dormirme pero no lo conseguí. Mañana se iría y no lo vería por mucho tiempo. Recorrí con la yema de los dedos la piel de su espalda. Seguí la ruta de la espina dorsal hasta llegar a la línea que separa sus glúteos. Se estremeció y en sus labios sensuales se pintó una sonrisa de complacencia. No resistí besarlo y mi lengua trazó figuras caprichosas en su espalda y en sus caderas.
Se incorporó ante un beso atrevido y fijó sus ojos en los míos con esa mezcla de inocencia y perversidad que tan bien conocía.
Ante mi risa preguntó:
-¿Por qué te ríes?
Como no podía detenerme dijo:
-Ya lo sé. El que ríe solo ríe de su picardía- Ahogué una risita mientras le acariciaba los cabellos.
-¿Quién eres ahora?
Seguí riendo sobre su pecho.
-¿Eres Coral?
-No. Ella es una reprimida.-lo miré fijo a los ojos y con una carcajada dije- Adivina quién soy.
-¿Eres Julia?
Expectante esperó mi respuesta. Julia conocía sus más íntimos secretos,.era desvergonzada, lujuriosa y sin hipocresías. No sabía de límites. Con ella podía intentar todos los juegos. Ella lo comprendía, no intentaba cambiarlo, lo aceptaba y lo amaba como era.
-Sí, soy Julia- respondí.
-¿Me amas?
-Sí, te amo.
El sueño se había ido. La presencia de Julia lo había hecho huir.
Él dobló sus rodillas y quedó expuesta la geometría más secreta de su cuerpo a mis deseos. Con las manos en su cintura lo sentí más mío que otras veces. Sacié la nueva sed que sentía y que había adivinado en su mirada callada y cómplice. Él giró sobre sí mismo y con un pie a cada lado de su largo cuerpo quedé sobre él con las manos fuertemente entrelazadas y ahogando los gemidos de placer que no admitían seguir prisioneros en mi garganta. Todo giraba en ese campo de batalla donde luchábamos sudorosos y abrazados para alzar vuelo. El se quedó quieto unos instantes. Lo miré entre las pestañas entreabiertas mientras me mojaba los labios secos con la lengua. Sentí sus estertores y volé hacia un orgasmo que me hizo murmurar su nombre varias veces.
Salió de mí y me dio un beso sobre los labios cerrados.
Minutos después todo estaba en silencio. Él volvió a dormirse.
Puse el despertador para las ocho de la mañana, eran las cinco, pero temía dormirme. Él debía viajar a las diez y no podía perder el avión.
El helado de crema y chocolate que había traído para hacer nuestro juego se había derretido. Mi fantasía, de que me lo pusiera en los senos y los limpiara con su lengua, no la pudimos concretar.
Mirta, mi hermana, lo esperaría en el aeropuerto de Manaos a la tarde. Arrugada en mi campera estaba su carta de agradecimiento, donde con palabras cariñosas me agradecía por todo lo que había ayudado a su hijo en estos siete años que estudió y quedó en mi casa.
Ya en el aeropuerto nos abrazamos y le murmuré al oído.
-Te quiero mucho.
-Yo también.
Lo miré partir con el corazón lleno de tristeza. Giró sobre sus pies y alzó la mano a modo de saludo y dijo con una sonrisa.
-Pronto estaré de vuelta. ¿Crees que me perderé nuestro helado de crema y chocolate?
Sus palabras fueron mágicas y la esperanza despertó como los pájaros al llegar el alba.

Texto agregado el 01-09-2004, y leído por 1103 visitantes. (19 votos)


Lectores Opinan
04-06-2017 Sigues sorprendiéndome cada vez que elijo uno de tus cuentos, siempre me recuerda a mi amante 5* Ivancamella
08-10-2008 no podes escribir asi loca. saludos Robert cvor
11-09-2008 amiga, desde luego tienes verdadero talento para escribir historias y cuentos, me encanta leerte. te he agregado a mis favoritos. porqe no publicas gran parte de ellos y los haces en libros? a la gente le gustaria. me ha encantado este. es precioso. me he sentido algo identificada porqe yo tambien estoy pasanddo por una situacion parecida. temi de que se marchase mi amor, se marchó, la distancia nos separa pero se que el volverá. muchas felicidades y muchas muchas estrellas para ti. hada7
06-06-2008 felicidades.. rextanaka
09-05-2008 Que barbara...!! en verdad que sorpendente tu narativa... mas que erotismo... es magia 5* ilov
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