Tu perfume aún se siente en el viento como si fuera una pestilencia que me persigue, como una enfermedad; como una maldición que con yugo quema mi interior. Tus caricias presentes como golpes en el viento saquean mi efímero existir en una hoguera en la que me he quemado antes de los tiempos; reliquia impía que contiene mi sangre, instinto voraz que ha de comer tu carne e inmortalizarla en los laberintos etéreos de mi piel.
Si pudieras sentir el afable dolor que penetra en mi carne vislumbrarías el magnánimo lazo que me mantiene atado a la pestilente vida; probando, experimentando la muerte de la humanidad que con susceptibilidad cuestionable me sitúa en el círculo mágico de la blasfemia pura creando un mar de lagrimas de sangre en el cual me baño buscando la perfección imperfecta, buscando la razón de la misma razón.
Estoy aquí, rodeado por las paredes pulsantes llenas de adrenalina donde los dos somos demasiado frágiles como para ser corrompidos con orgullo infalible. Es mas fácil tener un desliz hacia la memoria que recordar las causas misteriosas y embriagantes de aquellos silencios pasivos; sin recompensa quiero que olvides como recordar y así yo recordare como olvidar.
La confusión engendra angustia creando un remolino contradictorio en el existencialismo surreal que envuelve nuestras almas negras, no pudiendo vislumbrar aquellos sueños y castigos juiciosos que atormentaron nuestro porvenir. Sea tu blasfemia mi alimento sagrado que con ferviente futuro me ataca desde dentro para alcanzar la magnánima fortaleza para devastar; para hipar la ira implacable que se esconde en estos huesos, para tener el valor de saciar mi sed de sangre y acabar con él, acabar contigo; condenándote así a la vida eterna; grillete sádico de la deidad desconocida y expiándolo a él hacia las mazmorras de su crisálida infinita; calabozo eterno fuera de la vida terrenal.
Las paredes se rompen, permitiendo que la luz entre, revelándome ahí, de pie con la frente en alto; aceptando los rayos de luz como navajas, disfrutando el dolor de mi castigo que es mi recompensa. Las paredes se siguen rompiendo y cual marques de Sade sigo ahí, suspendido en el espacio violento de este juego de luz; y sin mas, escapo a las sombras, observando como esa luz te alcanza, te atrapa, te envuelve como brazos sagrados de crudo porvenir. Tu aliento se extingue, tu piel se escalda, tu mirada solloza, y tus alaridos son similares a los suyos antes de desaparecer; música para mis odios, y heme aquí presenciándote en dulce agonía; tu que eres mi estado “inm vil”, flotando en agua de muerte, sin esperanza...Su nombre y tu nombre no serán pronunciados jamás.
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