Tengo algo como un trastorno obsesivo
compulsivo, lingüístico y mental
Siento en mi todos los deseos, todos
los atributos mortales cada vez
que caminas con tu vaivén a salsa
de morena exótica, a dos mil pesos
de distancia del porro que pedías
con esa urgencia absoluta de valquiria
encajada en unas calzas azules
en la polera negra de los Pistols
mientras hablabas quejándote de todos:
in the end, in the end, come on baby light my fire
para poder bajarme de las rocas
salir a la planicie y volar como palomas.
Palomas blancas serían,
con unas pequeñas manchas azules,
caleidoscópicas, obsesas,
como un enjambre de ratones con alas,
una camada de langostas con pico,
con la capacidad divina de poder volar
y cagar sobre los autos,
sobre transeúntes que impávidos,
no pueden hacer nada para detenerlas y evitar
que los procesos internos de obtención de energía funcionen
transformando el alimento en simiente
y desechando el resto sobre sus ternos y en los parabrisas
los cuales son acertados con un gran porcentaje de efectividad.
Es como si las palomas nos quisieran advertir con esto
de que su puntería es letal, de que no son solo una plaga
que son un amenaza latente, que podrían apagar el porro,
por ejemplo,
con un disparo aún más certero que el que cayó sobre el automovilista,
que podrían en algún momento apuntar sobre mis ojos y cegarme
evitando que pueda ver tu cadera autopística llegando desde el patio,
gritando que te pase las monedas,
que saque el envase, que ponga la música,
que me acerque, que deje de mirarte como estúpido
y que me ponga a actuar. |