Estábamos viendo qué carreras ofrecía una Universidad porque nuestros padres nos dijeron que debíamos ser universitarios para que fuéramos exitosos. Tengo que reconocer que nunca lo soñé, sinceramente nunca quise asistir a ese tipo de estudios. Siempre sentí que hasta el más milimétrico de mis movimientos estaba determinado por algo que no sé con certeza cómo llamar. Junto con varios compañeros estábamos observando los títulos de las profesiones que ofrecían en esa institución y no teníamos ninguna inclinación hacia alguno de los pregrados ofrecidos por el claustro.
Desde niño mi madre me dijo que sería muy bueno que yo fuera como mi padre, o sea, abogado; y yo le llevaba la idea porque no sabía qué era lo que deseaba. Así fue como mis padres me llevaron en un camino en el que me decían que lo importante era lo que uno guardaba en su cerebro; todo el conocimiento aprendido en las instituciones de educación. De esta manera, terminé mi bachillerato y me pareció que lo que debía hacer era continuar con mis estudios. Pero la verdad es que no me inclinaba hacia alguna profesión en especial.
Junto con mis compañeros del lugar empezamos a ver los nombres de los pregrados y la verdad es que tengo que reconocer que nunca tuve un sueño; sólo dejaba que me dieran consejos y a partir de eso trataba de armarme una imagen del mundo. Así fue como en mi niñez y en mi juventud por todo lo que escuchaba; quise ser policía, abogado y médico entre otros trabajos. Después de tanto desear cosas, me encontraba frente a una serie de títulos; los leí todos, los que ofrecía la institución, y la verdad es que no sabía qué estudiar. Cuando leí el título de “ingeniería ambiental”, me quedé pensando, me gustó el título, me agradó eso de “ambiental”; y pues yo era más o menos bueno para la matemática en el colegio, no tengo clara la razón, pero yo siempre me destaqué en esa materia, por lo que tenía una afinidad con las aplicaciones de la misma. Ese día escogí lo que creí que sería mi futuro por más de cinco décadas.
Solamente por el nombre escogí esa profesión; me matriculé y me gradué sin perder ni una sola materia, y además mi tesis fue laureada. Cuando terminé de estudiar, me di cuenta de que nunca lo había soñado, de que tristemente sólo había seguido unos instintos de exploración. El día que me entregaron mi título universitario me fui a parrandear con mis compañeros de grado y simplemente no entendí por qué había estudiado esa carrera. Luego empecé a trabajar y siempre sufrí de una terrible crisis existencial porque no estaba muy seguro de si existía.
Laboré durante diez años y al cabo de ese tiempo se reportó mi homicidio. El hombre encargado de criminalística comentó que lo había encontrado muerto por unos disparos y había señales de que lo habían torturado. Uno de los torturadores se entregó para dar una declaración y dijo que la víctima le había dicho algo que lo dejó traumatizado; esto fue que los sueños eran mentira; que eran instigaciones del cuerpo de acuerdo al contexto en el que uno se encuentra. Estas fueron sus últimas palabras, y hubiera querido decírselas a todos los seres humanos, pero sólo los que lo mataron lo escucharon. A pesar de dar su declaración, todos dieron su opinión acerca del tema y estuvieron de acuerdo en que todos debemos cumplir los sueños, pues ese es el propósito de cada vida; no hubo ninguna persona allí que dijera lo contrario, que se opusiera a esa idea. |