El hombre nos llevaba por un camino que sólo él sabía hacia dónde nos conducía. Se le notaba inquieto, más interesado en desembarazarse de nosotras que de cumplir la tarea encomendada. Lo seguíamos varias mujeres jóvenes porque lo veíamos como la gran esperanza de conseguir un futuro mejor.
Emprendimos la marcha y observé a una mujer que por su andar, parecía ser mayor e iba detrás de él con el rostro cubierto. Ella oteaba el camino que debíamos recorrer, y con un gesto del dedo índice nos pedía con desesperación tomar otro rumbo.
Quisimos hacerle caso, pero el hombre accionó rápidamente y nos empujó en la dirección de sus pasos. La mujer continuaba haciendo señas, ya casi invisibles, mientras el hombre nos empujaba a su antojo y nos obligaba a tomar la ruta por él indicada. Anduvimos varias horas y mientras lo hacíamos, otras mujeres jóvenes se nos unían. Llegamos a una frontera, y un militar nos obligó a subir a varios vehículos destartalados que esperaban por nosotras.
Transitamos varias fronteras más y fuimos abusadas sexualmente por los militares apostados ahí. Con gritos que podían oírse a distancia, clamábamos por ayuda para librarnos de la vejación a la cual éramos sometidas, pero nadie atendía a nuestras súplicas, y salimos de esos lugares con el alma más rota que nuestros cuerpos.
Finalmente, llegamos al sitio adonde nos conducían. Nos tiraron en las esquinas como basura y fuimos no sólo usadas sexualmente por algunos lugareños, sino golpeadas, apedreadas, atacadas con palos y machetes ante la presencia de la gendarmería de esos lugares que nunca hicieron nada para defendernos.
Hoy, estamos sentadas en cualquiera de esas esquinas con nuestros hijos, producto de violaciones. Cansada, me quedé dormida. En el sueño pude ver el rostro de la mujer que quiso desviarnos de la travesía, sin conseguirlo. Era mi madre muerta. En el sueño me dijo que ella también había sido ultrajada y vejada en otra época, buscando lo mismo que nosotras, pero que la esperanza de encontrar una vida mejor, se había convertido en enfermedades y en miseria.
Nosotras hemos sido por mucho tiempo las mujeres subsaharianas a quienes nos han dejado varadas cuando creíamos que el paso a Europa o al norte de África, era sólo eso: un paso, una frontera más.
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Nota: Esta historia fue inspirada en la realidad que desde hace tiempo están sufriendo las jóvenes y bravas mujeres subsaharianas que emigran a otros lugares buscando un futuro mejor. Ellas y varias mujeres europeas y africanas pertenecientes a organizaciones de protección social a la mujer, siguen luchando para que las subsaharianas encuentren un lugar justo en la sociedad.
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