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Uno.
Nunca había pensado en mis años escolares que de mayor habría de ser un polizón. Imaginaba las más varias profesiones y actividades, pero si me hubieran dicho que aquélla habría de ser mi posición, la hubiera desechado por completo (la misma idea). Cuánto esfuerzo me habría ahorrado si alguien por entonces me hubiera orientado sobre la situación.
Habría sido un polizón avisado, preparado y consecuente, pues en esta vida más que lo que se sea es cómo se sea lo que se es. El- menos que grumete Pérez- habría acertado en el tránsito que es la vida hacia ninguna parte, con algo más de solvencia.
Dos.
Aquel día de fin de año el polizón asistía a los fastos en la nave sin poder participar, porque ello supondría evidenciar su posición de viajero sin pasaje. Desde aquel obscuro rincón observaba a los demás en aquella muestra de locura colectiva que se había producido con ocasión de la efeméride de la vuelta completa solar.
Tanto era así que se animó a salir del rincón. Contra pronóstico nadie pareció reparar en él. Sus ropas, ajadas y raídas, parecían entre las luces y las serpentinas un original disfraz.
Cuando extendió su saco de dormir en aquel cajero automático se sintió por vez primera, desde que se recordara polizón, un pasajero más de aquella nave sin rumbo que nos servía a todos de cajero automático contra las inclemencias del mundo exterior.
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Texto agregado el 31-12-2014, y leído por 136
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