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Inicio / Cuenteros Locales / sayari / Vargas Llosa: el mundo andino en su infancia, niñez y juventud.

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Resumen

El presente artículo analiza la vinculación temprana de Mario Vargas Llosa con la cultura quechua y aymara y su relación con sus maduras opiniones ideológicos y políticas respecto a este tema. Para tal efecto se analiza sus experiencias en Cochabamba, Bolivia, en donde vivió prácticamente desde su nacimiento hasta poco antes de cumplir los diez años. También aborda las relaciones parentales que contribuyeron a edificar su visión del país y el modelo de sociedad que anhela para nuestra patria.

Reflexiona también en torno a sus experiencias de adolescente y joven estudiante en Piura y Lima. Se apela para tal propósito a sus memorias, ensayos, excepto el dedicado a José María Arguedas, y artículos periodísticos y deja de lado sus novelas y cuentos. Incorporar estas publicaciones excede el propósito exploratorio de este trabajo.

Revisar estas etapas y opiniones de la vida de Mario Vargas Llosa son importantes por cuanto él es un referente de primer nivel en el debate en torno a los destinos de nuestra patria; en especial el que gira en torno a dos vertientes: la visión occidentalizada de nuestra realidad a la que considera un epígono, una derivación ancilar de Europa, y los que observan, como Gustavo Bonfil, entre otros, que existe una pugna, soterrada unas veces y otras no, de dos proyectos civilizatorios no resueltos, dos modelos de sociedad a la que se aspira, dos futuros posibles diferentes.

Palabras claves: Infancia y niñez de Vargas Llosa, cultura andina y Vargas Llosa.

Abstract.

This article analyzes the early relationship between Mario Vargas Llosa and the Quechua and Aymara culture and its future relationship with his mature ideological and political views on this issue. To this end we analyze his experiences in Cochabamba, Bolivia, where he lived almost from birth until shortly before his tenth birthday. It also addresses parental relationships that helped build his vision of the Peruvian reality and the type of society he yearns our country to have. We also elaborate on his experiences as an adolescent and young student in Piura and Lima. We appeal to his memoirs, essays -with the exception of the one he dedicated to José María Arguedas- and newspaper articles. This analysis does not include his novels and stories, since integrating these publications would go beyond the scope of this exploratory work.

Revising these stages and views of the life of Mario Vargas Llosa is important because he is an opinion leader and well heard voice regarding the fate of Peru; in particular, he revolves around two aspects: the westernized view of our reality that considers, as Vargas Llosa, that we are followers, a derivation of ancillary Europe and, on the other hand, those who observe, as Gustavo Bonfil, among others, that there is a struggle, sometimes underground, sometimes not, between two unresolved civilizing projects, two models of society from which two different possible futures are drawn.


Key words. Children and childhood of Vargas Llosa, Vargas Llosa Andean culture.

Introducción

¿Será el Perú un país desarrollado bajo las condiciones en que hoy transcurre su realidad social? Quienes responden afirmativamente señalan que el principal medio para lograrlo es mantener alto el crecimiento económico y de modo paralelo generar una mejor distribución de los ingresos. El sentido mayoritario transcurre por este cauce de pensamiento. Quienes piensan distinto afirman que el desarrollo, de modo similar a otros países, será inalcanzable si antes no hemos sido capaces de organizar esa comunidad imaginada a la que se refiere Benedict Anderson para denominar a una Nación; espacio de profunda camaradería horizontal, aún cuando en su seno no haya sido abolida las desigualdades y la explotación. En estos límites, señala Anderson, los miembros de incluso la nación más pequeña nunca conocerán a la mayoría de sus compatriotas, ni se encontrarán con ellos, ni siquiera oirán hablar de ellos, aunque en la mente de cada uno permanezca viva la imagen de su comunión.

El debate de este tópico parece obsoleto; pero, no lo es. Su vigencia se hace actual con las cotidianas fracturas sociales que nos tocan como actores u observadores y que nos vinculan a una realidad que emerge terca y pertinaz desde antes de los orígenes de la República. Centenario, inacabado y tenso diálogo que reúne múltiples rostros, voces, pareceres, sin hallar espacio para el consenso, entendimiento. La percepción que resta después de cada gesto, palabra o jornada de desencuentros es que a dos siglos de nuestra independencia política persistimos en una pugna de intereses adversos difícilmente conciliables.
¿Cómo enfrentar ésta inconclusa tarea?, ¿hacia dónde nos dirigirnos, cuál es el norte conveniente?, ¿cómo se construye el consenso entre pluralidades evidentes que pueblan nuestro antiguo país?, ¿continuamos por la ruta que aconseja la ”racionalidad” que emerge con la República y que, a juzgar por los resultados, no ha logrado crear esa comunidad imaginada?
Estudiar, analizar las distintas voces y pareceres, confrontarlos, aquilatarlos, es una actividad necesaria. Por eso el interés en Mario Vargas Llosa (MVLL), porque en este escenario discordante de zorros de arriba y abajo, su figura sobresale como vocero contemporáneo de éste sentido común que parece dominante entre nosotros. Ha logrado esta posición como resultado de su perfil personal, solvencia como narrador y ensayista; sus ideas económicas políticas y sociales, lideran una corriente de opinión que se ha impuesto en amplios sectores de la población de manera incontrovertible. Una razón sustantiva de la fuerza de estas ideas es su antigua data. Aspectos primordiales de sus postulados se reconocen en los textos de Felipe Pardo y Aliaga, Bartolomé Herrera, también Riva Agüero o Víctor Andrés Belaunde. La fuente primigenia puede inclusive hallarse en el espíritu de las primeras controversias doctrinarias entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda en el siglo XVI. No han sido ociosos estos debates, han movilizado conciencias y dan interpretación y desenlace a las complejidades del Perú; traducen la orientación de su destino.

La piedra de toque de las ideas de MVLL se asiente en considerar que América Latina es apenas una prolongación ultramarina de Occidente por carecer de la autonomía cultural que sí posee China, la India o el Japón. Señala además que lo diverso como unidad subterránea, resulta en buena parte de las fuentes occidentales que la nutren. No es una cita insular, toda su obra ensayística y narrativa contiene visiones similares. De este discurso primordial surge el parecer que la cultura andina es incompatible con la modernidad y que, en su integración a la sociedad moderna, los pueblos indígenas deben de renunciar a su cultura, lengua, tradiciones y adoptar la cultura de sus antiguos amos.

Debemos de reconocer que, en diversos grados, las reflexiones de otras colectividades nacionales no están exentas de ésta influencia. No obstante la densa composición cultural del Perú, otras latitudes americanas están enfrentando mejor el reto de liberarse de esta tutela intelectual como puede observarse en los trabajos de Raúl Fornet-Betancourt, cubano; Guillermo Bonfil Batalla mexicano, Rodolfo Kusch y Juan Carlos Scannone, argentinos, ejemplos de preocupación sobre este decisivo campo del debate de las ideas.

Es necesario discutir las reflexiones del reconocido escritor, por cuanto la fecundidad de las ideas que sustenta con brillo y suficiencia son parte del demiurgo de nuestro accionar humano. Y discutirlas en la universidad, espacio de investigación y especulación intelectual, es casi una obligación.

El contexto en el que se escribe este ensayo reposa en las ideas mencionadas y tiene el propósito de entender las fuentes de las que provienen sus ideas respecto a la cultura andina, verificar el origen de ellas en una etapa temprana de su formación. Por esta razón se aborda su cercano y pronto conocimiento de la sierra y de la cultura quechua y aymara en su infancia y niñez en Cochabamba y el proceso de transformación de estas experiencias cuando conoce el Perú y se instala en Piura, junto a su familia. La suya, como muchas semejantes, se desarrolla en medio de un paisaje social muy complejo y denso, propio de países antiguos y de pasado colonial como el nuestro, y de la que ha recibido tanto las maneras de antiguo señor extremeño como la hierática actitud andina que instala distancia natural con sus interlocutores. No obstante ésta inocultable herencia ancestral su desafecto del espacio andino peruano ha sido quizá su más lograda constante. A pesar de la radicalidad de las ideas de su madura juventud, momento de adhesión al socialismo, nunca mostró apertura o sensibilidad para comprender el rostro andino de nuestra patria. Al contrario, cuando lo interpreta encontramos adjetivaciones, diatribas e inclusive sarcasmo, no exentas de una cierta racialización en sus términos.

También se analiza la importancia de los lazos parentales y de las relaciones de clase como formadores de la personalidad y de sus puntos de vista, que va desde una temprana e idílica visión del Perú de incas y conquistadores y de critica a los hombres que ejecutaron la conquista , hasta otra distinta emitida en época cercana : nunca he sentido simpatía por los Incas. Consideramos que sus posturas sobre nuestra realidad, y del Perú indio en particular, se vinculan también a las difíciles relaciones con su padre. Su cercanía a Raúl Porras Barrenechea en sus años universitarios tienen también un espacio de análisis porque se estima que este maestro ejerció una notable influencia en su formación ideológica. El período de tiempo estudiado termina con su viaje a España, a donde se traslada haciendo uso de la Beca Javier Prado.

No es difícil verificar que las inequidades, exclusiones, el racismo rampante que subyace debajo de actitudes y procedimientos que se intercambian en la comunidad universitaria y se muestran en sus estatutos y reglamentos, no podrán ser modificados con facilidad si no se analiza el contexto socio económico y político que lo sustenta. Es claro, sin embargo, que la responsabilidad de las ideas que aquí se vierten es competencia del autor.

Metodología

El presente ensayo está elaborado en base a fuentes secundarias: los ensayos y la autobiografía de MVLL en donde el mundo andino es apreciado de manera explícita e implícita. También se han utilizado textos de biógrafos y de especialistas que abordan temas colaterales al propósito del ensayo.

No se ha tomado en cuenta el ensayo La utopía arcaica por cuanto su revisión hubiera excedido el propósito del trabajo.

No se ha utilizado tampoco su obra literaria, excepto en anotaciones breves hechas con el propósito de relacionarlas con la intención del tema y puntualizar que el tratamiento que le da al mundo indígena en su producción literaria tienen vasos comunicantes con sus artículos y ensayos.

Su nivel es descriptivo – explicativo. Al mismo tiempo tiene un componente especulativo propio de la naturaleza del ensayo.

También se han consultado fuentes cuantitativas: censos demográficos de Cochabamba y Piura para otorgarle contexto a las reflexiones del trabajo.

Su estadía en Cochabamba.

Con apenas un año de edad, MVLL, es llevado a Cochabamba, donde su abuelo obtuvo un contrato en la hacienda Saipina, estancia cercana a Santa Cruz, para trabajar en el cultivo del algodón . La ciudad boliviana, que era entonces un centro urbano con una población cercana a los setenta mil habitantes , se constituyó en su hogar hasta cumplir los nueve años.

Esos años fundacionales, de tanta importancia como fermento de toda posterior estructuración personal, influyeron profundamente en la manera de relacionarse con el mundo andino. Su ceguera o indiferencia hacia una cercana realidad quechua y aymara es evidente, al punto de no tener significación en sus universos creativos. No hay testimonio de esa experiencia formativa en ninguna novela, tampoco está narrada dentro de lo que él llama sus malos recuerdos, como fueron una dolorosa operación de las amígdalas y el perro danés de un vecino alemán cuyos ladridos atronaban sus recuerdos.

En las primeras páginas de El pez en el agua (Memorias) , relata que la familia Llosa se trasladó a Cochabamba, entonces una ciudad más vivible que el pueblecito munúsculo y aislado que era Santa Cruz, y se instaló en una enorme casa de la calle Ladislao Cabrera, en la que transcurrió toda mi infancia. La recuerdo como un Edén. Varios años después, en la notable ocasión del discurso de premiación del Nobel , rememora aquél tiempo de formación inicial: aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba. Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio. El aprendizaje de la lectura tiene ribetes, sin duda, trascendentales; pero, es un acto que se efectúa en conexión con experiencias sociales que se anudan con este momento especial y con la apertura de un nuevo nivel de aprendizaje. Toda la experiencia apunta a precisar un estadio superior de racionalización consciente; es inicio de un período de socialización más amplio; tiempo de conocer observar el mundo que ya trasciende el estrecho espacio familiar. Aquí, sin embargo, esa ruptura del tiempo y el espacio no lo acerca al entorno cochabambino, rural ni urbano, ni lo hace partícipe del territorio habitado por la gente del común, tan dueña de imaginativos juegos o de historias y leyendas; ellos se mueven en las sombras, sin contacto humano con el infante-niño MVLL.

Se pueden leer menciones ligeras de las sirvientas y la cocinera , anónimas empleadas del hogar que lloran en la estación del tren al retorno de la familia al Perú. Junto a ellas aparece el único personaje andino que tiene rostro y nombre en su memoria: Saturnino, un indio viejo, de ojotas y chullo, a quien recuerda, todavía corriendo junto a la ventanilla y haciendo adiós al tren en marcha . La ciudad india o mestiza es de similar magnitud y contenido que la imagen que diseña para Saturnino, extendiendo sus manos hacia un niño que en el instante de la partida parece sentir comodidad con esa lejanía que no lo alcanza. Tenue, insignificante contacto con esa realidad distante del Edén que menciona fue su estrecha vida familiar en esos años.

De la trama urbana de la ciudad recuerda los paseos con sus primas y amigos de La Salle, los matinales del cine Rex, las salteñas de la plaza y la piscina de los Urioste y Berveley, en las que aprendió a nadar . Sus recuerdos tienen nitidez desde los cinco años , según dice, pero, se orientan a precisar con detalle la organización espacial de la casa familiar, los preparativos de su primera comunión o a evocar las túnicas moradas del obispo de Cochabamba cuyas manos se precipitaba a besar cuando lo cruzaba en la calle . No relata ninguna experiencia de viaje a Santa Cruz, que describe, sin embargo, como pueblecito munúsculo y aislado ; tampoco menciona conocer la hacienda Saipina, espacio que es probable visitara llevado por su muy cercano abuelo Pedro. Su recuerdo más alejado de la casa de Ladislao Cabrera llega al cercano Cala Cala y a Tupuraya, donde la familia de la tía Gaby tenía una casita de campo . Cuando su fértil imaginación explora espacios lejanos viaja desde la casa solariega de tres patios con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, lucha junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, se arrastra por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas .

¿Es la misma una infancia y niñez en Praga, Lima o Cochabamba, similar en experiencias humanas? Sin duda no; pero, es lo que se comprueba de sus nueve años en ésta ciudad. Su experiencia cochabambina pudo haberla realizado en cualquier ciudad del mundo, con las mismas consecuencias. Una aproximación a este silencio sobre el espacio vivo y exterior a la casa de Ladislao Cabrera quizá se pueda lograr con la conversación que mantiene en 1972 con Germán Carnero y Alfredo Barnechea en donde explica que la felicidad no ha sido para él fuente de inspiración literaria: las mejores cosas que me han pasado no han dejado rastros en lo que he escrito. Lo que ha sido fecundo, provechoso, han sido los malos ratos, las amarguras, las grandes decepciones, ciertas experiencias vinculadas al dolor, al fracaso, a la maldad. Realmente, si yo hubiera sido feliz o más feliz de chico o adolescente, no habría sido escritor…para mí la felicidad y la literatura son incompatibles.

Observamos que hay equívoco en sus recuerdos de la infancia y adolescencia; asocia ambas edades al dolor, a la maldad. La infelicidad le fue cercana en su adolescencia cuando conoce a su padre. Los psicoanalistas podrían evaluar con propiedad esta confusión y quizá extraigan significados que asocien a Cochabamba también a pasajes de maldad o dolor, como Silva Tuesta que señala que MVLL nació sicológicamente en Cochabamba. Hay un episodio que testimonia la felicidad que le tocó vivir en esta casa: cuando la visita en 1998, autografía a la propietaria de ésa época un ejemplar de Los cuadernos de Don Rigoberto escribiendo : “A Carmen Marzana, Viuda de Tapia, con mucha nostalgia de la casa de Ladislao Cabrera, donde fui un niño feliz”.

Son variadas las fuentes donde su memoria retorna a la infancia y niñez boliviana, testimonios de suyo importante para apreciar los meandros de sus maduras posiciones políticas e ideológicas. Lo recalca en su artículo El país de las mil caras , y recuerda de aquellos años más que las cosas que hice y las personas que conocí, los libros que leí. Se observa de nuevo su desinterés por las personas ajenas a su entorno familiar y social; las cosas que realizó tampoco destacan en su memoria; sí, en cambio el mundo de fantasías que entonces hizo suyo, como una especie de torre de marfil que habitó como preludio al despliegue imaginativo que mostró después. Hay en este contexto una anécdota muy útil para analizar la exactitud de sus recuerdos y su madurez cognitiva y nos muestra la selectividad de sus actividades mantenidas siempre dentro del cerrado mundo familiar. Su vocación por la lectura hizo seguramente que su madre lo llevara al Teatro Achá , tendría siete u ocho años. Se ubicaron en un palco; desde allí asistió fascinado a la función aunque sin entender gran cosa de lo que decían. En algún momento el niño se impresiona y llora por una cachetada surgida en medio de la trama, situación que obligó a su madre a sacarlo del local.

Como vemos hasta aquí la sólida felicidad de MVLL en Cochabamba es irrebatible, en cambio sí es discutible que tal estado de ánimo haya sido siempre fuente de infertilidad productiva. Fue también feliz en los años de residencia en Piura; sin embargo, aquellas vivencias están frescas en muchas de sus obras tanto en referencias que apoyan la trama central como en novelas construidas en torno a esos recuerdos: Los jefes, La casa verde y El héroe discreto, su última obra, son ejemplos palpables.

Si se argumenta que su memoria, por la edad, olvida aspectos de la densa trama en que desenvolvió su vida en Cochabamba verificamos que sus recuerdos se extienden con nitidez sobre varios hechos sociales, como su asistencia al Teatro Achá. De modo distinto, en meses muy cercanos a su partida de Bolivia, sus extensas evocaciones de Piura trascienden el espacio familiar y abarcan ámbito geográfico y población. Creadores que han apelado a sus experiencias de infancia y niñez son varios. Recordemos a un gran escritor peruano, Abraham Valdelomar, cuando menciona : Yo soy aldeano. Nací y me crié en la aldea, a orillas del mar, viendo mis infantiles ojos, de cerca y perennemente, la Naturaleza…Mis maestros de Estética fueron el paisaje y el mar; mi libro de Moral fue la aldehuela de San Andrés de los Pescadores…Yo dejé el pueblo amado de mi corazón a los nueve años… El crítico Ricardo Silva Santisteban señala que Valdelomar ofrece en sus cuentos esplendidos cuadros de la vida familiar, importantes no solo por motivos psicológicos sino también narrativos en la presentación de la vida hogareña, fusionados a la experiencia del niño que se encuentra en el momento y el espacio del paraíso que constituye su infancia, enmarcada por un paisaje marino, campesino o citadino.

Datos sociales y demográficos de Cochabamba.

Hemos visto la calidad y selectividad de su memoria, entonces ¿cómo era la Cochabamba en los años cuarenta del siglo pasado y que el infante - niño MVLL no recuerda? Veamos: era dueña de un entorno de nítido perfil quechua y aymara. El departamento limita con La Paz, Oruro y Potosí, espacios de significativa presencia india. Como dato significativo comprobamos que los únicos lugares donde existe una Real Academia de la Lengua Quechua es en Cusco y Huánuco, en Perú y Cochabamba en Bolivia. Y no es una institución de fachada; esta provincia fue un territorio tempranamente colonizado por mitimaes cusqueños. María Rostworowski señala que Tupac Yupanqui conquistó la región. Luego Huayna Capac ordenó el traslado masivo de pobladores, aproximadamente catorce mil mitimaes destinados a intensificar la agricultura en tierras estatales. Son claras las razones del uso extendido del quechua en esta región boliviana.

En el estudio sociolinguistico de Cochabamba que hace Xavier Albó , podemos observar que, para el año 1945, los dieciséis distritos de la ciudad tenían importante presencia del idioma quechua, en porcentajes del 59 al 82%; para hablantes bilingües de quechua y castellano las cifras son superiores. La ciudad tenía entonces 71,492 habitantes. Del total de población, el 76.3% habla castellano y el 68.1% habla quechua. De ahí se sigue que hay un 44.4% de bilingües . Precisa Albó que el entorno rural cochabambino es feudal y el porcentaje de quechuas monolingües…se acercaba mucho al 100%. La persistencia del uso del quechua se mantiene en Cochabamba en años posteriores, como muestran los datos departamentales del Censo de 1976 : las familias hablan quechua en un porcentaje del 62.3 %, mientras, el castellano lo usan el 36.5% y el aymara el 2%

De acuerdo al autor citado , los grupos socio-étnicos del departamento para el año 1950 era dominado por los indios con el 75.2% de la población de 452,000 habitantes. Si se suman los grupos lingüísticos quechua y aymara el porcentaje llega al 79.4%. Según estudios más recientes de Rosaleen Howard en el 2001, el quechua en el Cercado de Cochabamba era hablado por el 43% de la población y el aymara por el 9%. La misma autora señala que en la ciudad predomina el bilingüismo castellano-quechua y, especialmente en las zonas urbanas, una forma mezclada de las dos lenguas denominada quechuañol. Precisa que el caso de Cochabamba ofrece un buen ejemplo del quechua como lengua urbana y no solamente asociada con el medio rural. Los datos muestran con claridad el contexto marcadamente quechua y aymara de la Cochabamba actual. Es claro que esta realidad era aún más pronunciada en los años de residencia del infante – niño MVLL y no es equivocado afirmar que vivió en un ambiente de profundo acento quechua, y aymara en menor medida.

Si su sensibilidad estalla en llanto ante una obra de teatro, entonces debemos asumir que también debió afectarse con la violencia política de aquél entonces. En 1943, poco antes de su experiencia en el teatro Achá, el general Enrique Peñaranda fue derrocado por un golpe de estado liderado por el militar cochabambino Gualberto Villarroel apoyado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario y el Partido Obrero Revolucionario. Luego de agitados años de gobierno, en julio de 1946 Villarroel es derrocado y muerto en La Paz, linchado por el pueblo. Seguramente que la legislación pro indígena del gobierno de Villarroel afectó de manera diversa la vida familiar de MVLL; es muy probable que estos acontecimientos fueran también motivo de comentarios en todos los espacios de la ciudad y más en su estrecho y cultivado entorno familiar. Algunos años después de la estadía de los Llosa en Bolivia, la vida rural cambió sustancialmente como consecuencia de la revolución de 1952 y la promulgación de la ley de Reforma Agraria el año siguiente. Ya adolescente, residiendo en Piura, mantiene el interés por las noticias procedentes de Bolivia. Recibe informes de la revolución boliviana del MNR, de aquellos años. Precisa que Julia Urquidi, que vivía en La Paz, escribía cartas con muchas anécdotas y precisiones sobre los sucesos…que el joven periodista aprovechaba para sus artículos en La Industria.

Reflexiones en torno a la transición boliviana – peruana.

¿Consideró MVLL a Cochabamba territorio exento de interés por ser extranjero? Es frecuente que la añoranza de la patria origine una cierta cerrazón a una realidad que se considera ajena y transitoria. En el artículo El país de las mil caras , ya citado, se halla esta idea: como ocurre siempre a las familias forasteras, vivir en el extranjero acentuó nuestro patriotismo. Hasta los diez años fui un convencido de que la mejor de las suertes era ser peruano. Mi idea del Perú entonces, tenía más que ver con el país de los incas y de los conquistadores que con el Perú real. A este sólo lo conocí en 1946.

Pudo haber ocurrido que MVLL, del mismo modo que su familia, ignorara deliberadamente una realidad que consideraba forastera hallando improductivo incorporarla a su experiencia o conservarla en su memoria. Sin embargo, frente a este raciocinio comprobamos que la realidad boliviana no era distinta a la peruana. Somos un solo pueblo dividido en territorios fronterizos y continuos en geografía e historia. Nos preguntamos si en su viaje de retorno para conocer el Perú, atravesando Bolivia hasta llegar al Puerto de Huaqui y transponer la frontera, el atento imaginativo y analítico niño ¿no percibió que el espacio puneño era una realidad siamesa con la boliviana? Se percibe que no reparó en esta realidad, porque el Perú adquiere para él rostro y personalidad camino a Piura, cuando accede a la costa y se vincula al mar.

Cuando observa la extensa geografía costeña, se produce en él una especie de conversión a un credo distinto. Sin mencionar hacia dónde vira su percepción, abandona su inicial impresión del Perú de incas y conquistadores . Por los datos que dejan traslucir sus reflexiones, su mirada se identifica con las formas más occidentalizadas de nuestra realidad, el país criollo. Su travesía hasta Piura es largo, múltiple, inolvidable viaje, en tren, barco, auto y avión. A lo largo de aquél viaje, cruzando el altiplano en tren, o el Lago Titicaca en el vaporcito que hacía la travesía entre Huaqui y Puno, pensaba sin descanso: voy a conocer el Perú, voy a conocer el Perú. Su primera impresión de la patria no la extrae del sobrecogedor lago Titicaca, tampoco de las frías y solemnes planicies altoandinas ni de la amurallada cordillera que se domina para llegar a Arequipa. Ninguna geografía serrana lo impresiona. Su primer recuerdo del Perú es el mar. El gran momento de su viaje fue el descubrimiento del mar…y divisar las playas de Camaná. Recuerda que su excitación provocó que el chofer del automóvil se detuviera para que el niño se zambullera en el Pacifico.

Si seguimos su ecuación que iguala felicidad e infertilidad creativa, veremos que es irresoluble para la variable Piura, como también lo será más tarde para Lima. Luego de dejar a alguno de sus miembros en la capital, la tribu familiar llega a Piura en el verano de 1946. Encuentra una ciudad de menor magnitud que Cochabamba. Su población bordea los veinte mil habitantes, sumado al distrito de Castilla orilla los treinta mil . Allí, el 28 de marzo cumple diez años y asistirá al quinto de primaria en el colegio Salesiano . Están con él su madre, los abuelos, el tío Lucho, su esposa Olga, las primas “bolivianas” Wanda y Patricia y la tía abuela llamada familiarmente Mamaé. Pasan una temporada en una casita que la Internacional Petroleum Company ponía a disposición del abuelo durante las vacaciones. En esos días aparece el primer personaje que no proviene del entorno familiar o amigo cercano . Se trata del amable Juan Taboada, mayordomo del club de la IPC y dirigente sindical y líder del partido aprista. Lo lleva a ver partidos de fútbol y, a ver películas para menores en una pantalla que era la pared blanca de la parroquia. Está empezando a repetir la felicidad cochabambina en versión distinta, intensa, pero, de corta duración.

Este bienestar es radicalmente transformado con la presencia del padre que creía muerto. Este hecho ocurre meses más tarde, en los últimos días de 1946 o los primeros de 1947 . Este episodio, sin embargo, no provoca que Piura se desvanezca en su memoria ni se aparte de sus diablos interiores, al contrario, permanece dibujada en muchos pasajes de su obra literaria, aún cuando afirma que sumando las dos veces que allí viví, no hacen dos años . Esta entrañable relación con Piura no está aún contaminada por la tiránica presencia del padre que lo extrae de ese paraíso y lo conduce a Lima junto a su madre. Ha vivido en Piura apenas nueve meses. Regresaría cinco años después, en 1952.

La herencia serrana de Cochabamba y su transformación.

El romance con la geografía costeña es instantáneo, señala MVLL. Si bien su encuentro con el mar de Camaná es intenso, emotivo, su primera impresión perdurable proviene del desierto norteño. Señala : Yo, como arequipeño, es decir “serrano”, debería tomar partido por los Andes y en contra de los desiertos marinos en esta polémica. Sin embargo, si me pusieran en el dilema de elegir entre este paisaje, los Andes, o la selva amazónica –las tres regiones que dividen longitudinalmente al Perú – es probable que me quedara con estas arenas y estas olas.

Sin embargo creemos que esta afinidad es el resultado de un proceso y no el efecto de una sensación instantánea. Porque cuando arriba por primera vez a Piura era un pleno serrano cochabambino que añoraba el clima de los valles interandinos y que se comunicaba con una forma de castellano claramente distinguible entre sus compañeros costeños. Según Cerrón-Palomino el castellano andino es una variedad lingüística que tiene la categoría de dialecto del español y que posee particulares características fonológicas y gramaticales de las que MVLL hacía uso y que lo convirtieron en el centro de las befas en el colegio donde, señala, se burlaban de mí porque hablaba como “serrano” –haciendo sonar las erres y las eses. Hace mayores e ilustrativas precisiones sobre ésta experiencia en entrevista que concede al diario La Nación de Bs. As. Señala aquí: recuerdo muchísimo lo que significó para mí llegar a Perú después de haber vivido mis diez primeros años en Bolivia, y entrar en el colegio en Piura y ser objeto de la burla generalizada por mi manera de hablar; yo hablaba como un serranito, pronunciaba las eses de los serranitos, schhh, schhh, schhh, y eso provocaba realmente la hilaridad de mis compañeros. ¡Y qué angustia experimentaba yo al sentirme un apestado! Me pasó cada vez que cambiaba de colegio, cada vez que cambiaba de amigos, cada vez que cambiaba de barrio. El sentirme distinto no era un motivo de orgullo, sino al contrario, de vergüenza, de complejos...Ahora más bien pienso que eso es una manifestación de independencia y que debería ser reivindicado, pero lo cierto es que no ocurre así, porque siempre hay una sanción social contra el que es diferente.

En los primeros meses en Piura es, como vemos, intrínsecamente un serrano en agonía; conserva la indeleble e inocultable experiencia boliviana y percibe que esa identidad es un lastre en la criolla Piura; se siente un apestado, realidad insostenible para un niño carente del sostén familiar y de las herramientas necesarias para hacer frente a una situación de visible marginación y diatribas.

Vemos en este episodio la influencia que Cochabamba ejerció en él. El habla es el núcleo del proceso de construcción de la personalidad y el uso que hacemos del lenguaje no sólo describen el mundo sino que lo construyen . Su cosmovisión serrana tuvo que ser reestructurada profundamente. Fue obligado a efectuar la higiene verbal de su lenguaje; práctica que sirve para edificar las ideologías lingüísticas, las redes de creencias en torno al lenguaje que posicionan a los sujetos dentro de un orden social siempre jerarquizado y con amplias disputas del poder . Aquí, en Piura, el aún niño MVLL inicia la deconstrucción de su vertebrada experiencia andina y la empieza a sustituir por la estructura criolla-costeña.

Este inicial proceso de transformación en su estructura medular se ejecuta en pocos meses; tiempo que media entre su salida de Bolivia por el Puerto de Huaqui, diciembre de 1945, su conocimiento del Perú costeño y su instalación entre sus nuevos compañeros del colegio Salesianos: junio, julio de 1946. Esta confrontación de ideas y sentimientos contradictorios seguramente tuvo largos pasajes de aflicciones y angustias y también de oscuras y débiles revitalizaciones. Sesentisiete años después de aquellas tribulaciones del joven MVLL, el Perú ha cambiado poco; vemos aún las dificultades de aclimatación que sufren muchos niños que migran desde la sierra a colegios de la costa y las renuncias a las que están obligados a hacer en aras de adecuarse a un entorno hostil.

Esta dura experiencia de transformación y mudanza de filiación se consolida con la aparición de su padre: imagen cercana del mundo andino que ya había empezado a desechar como opción vertebral de su identidad. En un pequeño espacio de tiempo, nueve meses, inicia la mudanza de su identidad serrana en construcción; abdica de la cultura andina que conoce en Bolivia y procesa la asunción de la cultura criolla dominante. Usando sus palabras diremos que se despoja de lo inca, para asumir la identidad conquistadora en su variante contemporánea criolla costeña de la que no se desligará en adelante, al punto que nunca llegará a mostrar o a ejercer la impronta de sus años formativos en ningún espacio de su vida pública ni producción literaria futura.

La escritura y representación de su obra, La huida del Inca, es el momento distal, fin del tiempo largo, de ésta conversión. Es una obra que poseía un prólogo y un epílogo que ocurrían en la época actual y tres actos situados en el lejano Tahuantinsuyo . Hallar esta obra perdida, puesta en escena en junio de 1952 proporcionaría mayores luces sobre las etapas y el proceso de modificación de su pensamiento respecto al mundo andino. Su siguiente obra “juvenil andina”, el cuento El hermano menor, la escribe ya imbuido de una mentalidad alejada de la sensibilidad aprendida en Cochabamba. Menciona MVLL que la obra incurre en tópicos indigenistas, condimentadas tal vez, con motivos precedentes de otra de mis pasiones de la época: los westerns cinematográficos . En efecto, en estas páginas el mundo andino es quizá tan truculento como el descrito por Ventura García Calderón.

Silva Tuesta nos proporciona información sobre esta identidad transfigurada. Señala que el escritor, en el prólogo de una edición de La ciudad y los perros, menciona que para inventar la personalidad de algunos protagonistas de la historia debió primero ser, de niño, algo de Alberto y del Jaguar, del serrano Cava y del Esclavo. El mismo autor recoge una afirmación del MVLL ya maduro, donde reivindica con mucho orgullo su condición de serrano. En ella hace alusión a la partición costeña y serrana de la Plaza de Armas arequipeña y señala que haber nacido en la zona Norte lo identifica como Serrano, hombre de los Andes, por lo tanto. Hay que distinguir el discurso teórico y la acción práctica, en estos temas de identidad como lo hace Rosalen Howard cuando señala que en los países andinos, el discurso de la identidad es un discurso colonizado: la posición de la gente con respecto a la historia y la sociedad revela una tensión entre perspectivas múltiples, a menudo conflictivas y ambivalentes. Precisa que para esclarecer estas tendencias opuestas, debemos diferenciar entre la representación de la identidad en el discurso, por una parte, y la práctica de la identidad en la interacción social, por otra. Las esporádicas alusiones a su condición de “serrano” parecen traslucir restos de esa difícil etapa piurana en la que un ser que va conformando sus convicciones y principios se ve obligado a abandonar de manera velada y “vergonzante” una identidad en la que se sentía cómodo y natural. Por contradictoria realidad nos recuerda también a quienes no siendo “andinos” tienen que “identificarse” con ésta cultura para adquirir una identidad momentánea y útil, precisamente para ser identificado como peruano.

Como hecho adicional, su circunstancial identificación como serrano es desvirtuada por su “desconocimiento” del espacio rural andino. En entrevista que concede a Caretas , 1983, indica: he vivido toda mi vida en la ciudad. Todo lo que escribo se nutre siempre de experiencias personales, de vivencias, pero siento como una frustración en mi vida no conocer el campo peruano, o conocerlo mal, de una manera superficial, turística. Son comentarios ciertamente inexactos, pues su experiencia es más de olvido y de elección de una opción cultural porque, como hemos visto, mantuvo contacto desde su infancia y niñez con la vida campesina y rural. Su afirmación se asemeja más a una declaración ideológica. Si coincidimos con la idea que repetía Sábato, que la patria es la infancia entonces la temprana patria andina de MVLL se diluyó entre una racionalidad que sepultó su realidad inconsciente. Elección legítima, por lo demás. Julio Roldán , extrae una reflexión que recoge ideas más amplias sobre la vinculación del escritor con la sierra: es un mundo que responde a otra mentalidad que tiene otra tradición histórica, donde se habla otra lengua, una lengua que yo no entiendo, que tiene un paisaje que para mí es un paisaje sumamente exótico. Por lo tanto creo que mi experiencia de la sierra es una experiencia muy indirecta, muy pobre en mi vida; creo que es la razón por la que no aparece; es algo que siempre he sentido como una frustración, porque creo que en lo que he escrito ha habido siempre una visión cuantitativa, un intento de abrazar, de abordar distintos niveles de experiencia. Pero reconozco que hay una zona de experiencia peruana que para mí es muy remota.

No obstante su distancia con la realidad andina, en la vida del escritor hubieron eventos estrechamente ligados a esa porción de su pasado. Además de su primer matrimonio con la cochabambina Julia Urquidi, el escritor narra en sus Memorias la historia de Orlando, hijo del tío Jorge en una sirvienta de la casa de Cochabamba. Es traído de esa ciudad para vivir con la familia que le otorga la categoría de empleado-allegado que lo hacía comer en una mesita aparte, en el mismo comedor, pero sin sentarse con los abuelos, los tíos o nosotros. Valiosa información de la dinámica familiar nos brinda MVLL con este comentario; nada diferente a la de muchas familias peruanas que ocultan sus parentescos andinos. En este caso, sin embargo es una muestra muy elocuente de lo que se sostiene a lo largo de esta exposición: que la relación de MVLL con Cochabamba se estructuró con silencios y olvidos como la difícil realidad del primo Orlando.


Algunas preguntas y explicaciones de la mudanza identitaria.

¿Cómo se interpreta el extravío de la Cochabamba india?, ¿por qué una mente sensible, observadora, sólo conserva de Bolivia recuerdos de la mascota del vecino, una operación de las amígdalas o remembranzas de las deliciosas empanadas salteñas y los almuerzos familiares de los domingos. Si en Bolivia MVLL se hace serrano y adquiere signos distinguibles de esa identidad, entonces qué realidades operan para que destierre de su pasado geografía y escenas que impregnan una edad en la que se construye nuestra patria interior,

Podemos ensayar respuestas organizando las apreciaciones en torno a las siguientes variables, ninguna con fronteras exclusivas, sino más bien cada una permeable a las demás: la relación con su padre; la vinculación con su madre y su familia extendida; su vida universitaria y cercanía con Raúl Porras Barrenechea y luego razones sicológicas y de clase.

La asociación entre patria y padre es una realidad ilustrada por el sicoanálisis en su relación con lo inconsciente. Por otro lado, sabemos que la vinculación con su progenitor fue una experiencia traumática que marcó un antes y después en su existencia . Silva Tuesta menciona que el novelista nació biológicamente en Cochabamba, porque fue allí cuando se dio cuenta de que él no vivía, como sus otros coetáneos, en compañía de sus respectivos padres. El mismo autor, haciendo referencia al odio que VLL sentía por el Colegio Militar Leoncio Prado, como figura de autoridad, señala que es un odio metastásico, pues se impregna en todos los personajes que tienen el papel de padres en sus novelas, incluidos los padres de sotana, incluidos asimismo los símbolos del padre y demás entidades relacionadas con el padre, por ejemplo, la patria.

Es conocida la dolorosa y traumática relación con su padre. En entrevista, ya citada, que concede a La Nación de Bs. As , precisa aspectos más detallados que pueden ser leídos, siguiendo a Silva Tuesta, como una alegoría de su vinculación con el espacio andino. Menciona que supo lo que es el miedo cuando lo conoció, al punto que su presencia le producía terror un terror que, creo, no desapareció nunca, incluso cuando yo era un hombre y él era un viejo, y teníamos una relación muy distante. En otro sentido, señala que es una relación a la que seguramente debe su vocación de escritor; la perseverancia para escribir era una manera de resistir a mi padre, de frustrar a mi padre, de hacerle daño. Por otro lado, su relación con el Perú podría sustituir a la que tiene con el padre. La explica como entrañable y muy difícil, hecha de exasperación, de actitud crítica y también de una enorme tristeza . A través del ensayo, menciona que el Perú es para él una especie de enfermedad incurable y mi relación con él es intensa, áspera llena de la violencia que caracteriza a la pasión. Más adelante atempera su reflexión para señalar: aunque me haya ocurrido odiar al Perú, ese odio…ha estado siempre impregnado de ternura.

Las precisiones hechas por el escritor y la relación que establece el psicoanálisis entre la figura paterna y la patria, nos permite precisar que el odio que señala no se transfiere a la patria en su totalidad, sino a la patria india, andina, inca, aquella de la cual procede, según MVLL su padre; porque Ernesto J. Vargas, pese a su blanca piel, sus ojos claros y su apuesta figura, pertenecía – o sintió siempre que pertenecía, lo que es lo mismo – a una familia socialmente inferior a la de la mujer ¿Hace falta precisar que cuando en el Perú se dice socialmente inferior nos referimos a los cholos, cuando no a los indios o nativos? Precisa que este origen le produjo a su padre resentimientos y complejos sociales, que es una enfermedad nacional por antonomasia aquella que infesta todos los estratos y familias del país y en todos deja un relente que envenena la vida de los peruanos: el resentimiento y los complejos sociales.

Frente a una disyuntiva de optar por uno de los padres, en un hogar invadido por la violencia, MVLL rechaza el mundo andino cholo que su padre representa y opta por el mundo blanco y criollo, por la vertiente cultural de su madre y que le provee el rostro tierno en su relación con el Perú. Esta relación ambivalente con el país origina con frecuencia una lectura defectuosa de los problemas nacionales, como se equivoca el escritor cuando menciona que los males se originan en una efervescente construcción de prejuicios y sentimientos – desdén, desprecio, envidia, rencor, admiración, emulación – que es muchas veces, por debajo de las ideologías y valores y desvalores, la explicación profunda de los conflictos y frustraciones de la vida peruana. Confunde el efecto con la causa: los conflictos y frustraciones de la vida peruana son el resultado, no la causa de los desencuentros; país no integrado aún, territorio que cobija separaciones irresueltas desde la conquista y, probablemente, desarmonías aún de más antigua data, como las que enturbió las relaciones entre sus padres y lo ayudó a fijar su relación con el mundo andino nacional.

Pero, ¿cuáles son las imbricaciones andinas del padre de MVLL? Su recorrido sociocultural es precisado por el escritor, cuando explica que el abuelo paterno, Marcelino Vargas, nacido en Chancay, luego de fundar familia con Zenobia Maldonado y procrear ocho hijos, queda viudo y termina sus días como Jefe de Estación, en Telleria , Huancavelica, viviendo, nonagenario y cargado de hijos, con una india de trenza y pollera. Esta andina y polleruda señora: Constanza Serpa, tuvo con el abuelo Marcelino nueve hijos; uno más que en su primer matrimonio. Incomunicadas y divididas las familias por el desdén, desprecio, envidia, rencor, los Vargas Serpa, huancavelicanos, quisieron establecer relaciones con la rama costeña de los Vargas Maldonado. El intento no fructificó. Sabemos , por Herbert Morote, que el padre de Fanny Vargas, nieta huancavelicana de Marcelino, trató infructuosamente de contactarse con su medio hermano Ernesto Vargas Maldonado. Aquel huancavelicano, cercano y despistado familiar no calculó que su presencia sería rechazada por ser cholo y por venir de la sierra. El escritor no debe ignorar la existencia de estos parientes andinos, son nueve tíos que no aparecen en ningún espacio vargasllosiano, expresión adicional y clara de la opción que en algún momento de su vida tomó respecto al espacio indio de nuestra patria. Es conveniente señalar el lenguaje de connotaciones racistas que utiliza cuando se refiere a la rama paterna de su familia. Por lo demás es de uso común a muchos cuando se refieren a seres de minorías sociales o étnicas. Utiliza un lenguaje racializador y más propio de una sociedad de castas. Virginia Zavala y Roberto Zariquey resaltan el poder que tiene el uso del lenguaje, el mismo que reside en la relación compleja entre estructuras sociales y prácticas discursivas. Los autores distinguen tres grandes dominios de la vida social que están construídos discursivamente: las representaciones del mundo, las relaciones sociales entre la gente y sus identidades personales y sociales. De acuerdo con estos criterios veremos que en el espacio de las relaciones sociales el discurso de MVLL puede ser ubicado con claridad en el espectro de los dominadores, cualquiera sea el nivel de análisis.

La elección de la madre como su principal referente familiar no fue una decisión completamente consciente; explicable por los orígenes de su progenitor y por la violencia que trasmitía esa figura ferozmente autoritaria y de vergonzantes nexos con los indios y los cholos de este país. Sabemos la importancia de la madre como proveedora de imágenes e ideas que se maman, como señala MVLL, desde la leche materna . En entrevista con Alfredo Barnechea indica que vivía en una identificación total con mi madre, y creía tener monopolio sobre ella. Esta realidad se interrumpe cuando aparece el padre y su madre pasa a ser la mujer de mi padre, explicación ilustrativa de los lazos edípicos de esa relación que anudan lazos de identificación que abarcan todos los estratos de las relaciones humanas.

Si observamos la casa materna, veremos que vivió en un ambiente contrario a cualquier expresión serrana, excepción hecha con el personal de servicio, y orgullosa de sus raíces hispánicas. El retaceo que muestra sus palabras cuando se refiere a su familia paterna se modifica cuando se refiere a su familia arequipeña; muestra con visible orgullo la estirpe hispánica de sus ancestros luego de haber subestimado antes la importancia de las modestas raíces nacionales de su rama paterna.

Describe a su familia arequipeña acomodada y con ínfulas aristocráticas desde que llegó a Arequipa el primero de la estirpe como maese de campo don Juan de la Llosa y Llaguno. Aún cuando reconoce que la antigua fortuna había venido decayendo hasta ser, en la generación de mi abuelo, una familia arequipeña de clase media de modestos recursos, la suya era una familia eso sí, bien relacionada y firmemente establecida en el mundillo de la sociedad. Las ínfulas aristocráticas que menciona no parecen haberse extinguido, se reflejan, por ejemplo, en la cuidadosa defensa de su apellido, que la eufonía, los medios, la costumbre y su prestigio han convertido prácticamente en un apellido compuesto. En medio de una polémica con el crítico uruguayo Ángel Rama, le reclama : ¿qué es esa malacrianza de acortarme el apellido? Esta preocupación por el origen de los apellidos se manifiesta también cuando critica al economista Hernando de Soto, por sus cursilerías aristocráticas que incluía haber añadido al apellido paterno un coqueto “de”. Gesto que revela más bien un mecanismo que los psicoanalistas denominan mecanismo de transferencia: no todos están autorizados a tener cursilerías aristocráticas.

Los peruanos, de diverso modo, estamos incluidos en este espacio de diferencias y exclusiones e inequidades que describe bien MVLL; afrontamos dificultades para asumir conductas e ideas que se opongan a las aprendidas en el hogar y reforzadas por la educación y el medio social. Para él estos sentimientos la mayoría de las veces es inconsciente, nace de un yo recóndito y ciego a la razón, se mama con la leche materna y empieza a formalizarse desde los primeros vagidos y balbuceos del peruano. Subaraya que, en el caso de su padre, más que su mal carácter, lo que estropeo la relación con su madre fue la sensación, que nunca lo abandonó, de que ella venía de un mundo de apellidos que sonaban – esas familias arequipeñas que se apreciaban de sus abolengos españoles, de sus buenas maneras, de su hablar castizo, es decir, de un mundo superior al de su familia, empobrecida y desbaratada por la política.

En sus Memorias nos encontramos con una serie de expresiones que no desentonan en el contexto del racismo peruano. Como señala Jorge Bruce ,el racismo forma parte de nuestro hábitat, de nuestro paisaje cultural y social, de las coordenadas de nuestro mundo interno. Una de esas expresiones recurrentes y tan normales que pasan inadvertidas es la evaluación instantánea y fulminante que hacemos unos de otros en el Perú, sobre la base de unos criterios estéticos íntimamente asociados a la problemática racista. En efecto, cada uno de nosotros mama desde la leche materna una serie de postulados, ideas, costumbres, prejuicios, que luego nos hacen participes, según MVLL , de esta variopinta sociedad peruana, de muchas razas y astronómicas desigualdades, donde blanco y cholo son términos que quieren decir más cosas que raza o etnia: ellos sitúan a la persona social y económicamente, y estos factores son muchas veces los determinantes de la clasificación... Siempre se es blanco o cholo de alguien, porque siempre se está mejor o peor situado que otros. O se es más o menos pobre o importante, o de rasgos más o menos occidentales o mestizos o indios o africanos o asiáticos que otros, y toda esa selvática nomenclatura que decide buena parte de los destinos individuales se mantiene gracias a una efervescente construcción de prejuicios y sentimientos – desdén, desprecio, envidia, rencor, admiración, emulación – que es muchas veces, por debajo de las ideologías y valores y desvalores, la explicación profunda de los conflictos y frustraciones de la vida peruana.

Sus lazos con Piura y su aprecio de la Selva.

Mientras en Cochabamba su diaria rutina se desenvuelve en un pequeño espacio carente de comunicación con el entorno social y geográfico; observando el exterior desde una amurallada realidad administrada por la madre, los abuelos y tíos, con la aquiescencia del propio infante-niño, en Piura la familia y él mismo extienden sus conexiones sociales por fuera del estrecho marco familiar. Sin embargo los límites de este ampliado espacio se mantiene distante de seres ajenos a su clase social.

Piura, como se ha visto, era en esos años una ciudad de menor dimensión que Cochabamba, su población bordeaba los treinta mil habitantes. Es pequeñita y muy alegre, de hacendados prósperos y campechanos – los Seminario, los Checa, los Hilbeck, los Romero, los Artázar, los García – con los que mis abuelos y mis tíos establecieron unos lazos de amistad que durarían toda la vida. Si bien la patria es el territorio de la infancia es también el espacio de los amigos y de las alianzas de clase. Señala Max Hernández que los estudios psicoanalíticos de las funciones, los procesos y la dinámica de los pequeños grupos muestran que al lado de las tareas explicitas que un grupo se asigna a sí mismo coexisten emociones inconscientes compartidas. El grupo es un todo indiferenciado que anula la autonomía de sus miembros y uniformiza su manera de pensar. Señala también que la relación de pertenencia a un grupo social cerrado, pequeño y dominante y la visión que se tiene del país debe abordarse a partir de la convergencia de dos perspectivas: una ligada a lo cultural entendido como un sistema totalizante y otra más orientada a lo psicológico. El habitus vincula dos modos de existencia de lo social: el que corresponde a las realidades demográficas sociales, políticas, económicas etc., y el correspondiente a las estructuras mentales incorporadas como categorías de representación social (ideologías, sensibilidades, mentalidades) que rigen la percepción, el pensamiento y la acción social. Vemos que MVLL, al mismo tiempo que cultural y psicológicamente deja en Piura de ser un serrano cochabambino, encuentra en ésta ciudad el entorno espacial y social que le hará construir una visión del Perú que orientará en el futuro su pensamiento y acción social.

El abuelo le provoca emociones sociales, compartidas colectivamente. Se siente orgulloso de ser nieto de alguien tan importante como el prefecto , distintas a las impresiones íntimas privadas, que le suscitaba el abuelo como administrador de Saipina . Esta interacción con el medio social se manifiesta en detalles que la explican; aquí las empleadas domésticas adquieren nombre : Domitila.

El piurano entramado social, las relaciones personales que establece perduraran toda su vida. El medio geográfico en que se desenvuelve es el correlato geográfico de su estirpe criolla: la costa peruana ; las imágenes de infinitos desiertos blancos, grises, azulados o rojizos, según la posición del sol, y de playas solitarias, lo acompañarían siempre como la más persistente imagen del Perú…y también la que solía procurarme más nostalgia . Su excluyente elección de la costa sobre la sierra se construye sobre variadas experiencias como los frecuentes viajes con el tío Lucho por el interior del departamento. Visitan Tumbes, Sullana, Paita, Talara, Sechura, y también las provincias serranas de Piura, como Ayabaca y Huancabamba, pero el paisaje que se me quedó en la memoria y condicionó mi relación con la naturaleza, es ese desierto piurano que no tiene nada de monótono, que cambia con el sol y con el viento…Su relación con Piura es entrañable, al punto de señalar : si de los cincuenta y cinco años que he vivido, me permitieran revivir un año, escogería el que pasé en Piura en casa del tío Lucho y la tía Olga, estudiando el quinto año de secundaria en el colegio San Miguel y trabajando en La Industria.

Otro paisaje nacional que también le impresiona es la selva amazónica , que conoció poco antes de partir a Europa. Señala: descubrir la potencia del paisaje todavía sin domesticar de la Amazonía, y el mundo aventurero, primitivo, feroz y de una libertad desconocida en el Perú urbano, me dejó maravillado. Al mismo tiempo que reconoce en estos espacios los extremos de salvajismo e impunidad a la que llega la injusticia para ciertos peruanos, descubre un mundo en el que, como en las grandes novelas, la vida podía ser un aventura sin fronteras, donde las audacias más inconcebibles tenían cabida, donde vivir significaba casi siempre riesgo, cambio permanente. Todo ello en el marco de unos bosques, ríos y unas lagunas que parecían los del paraíso terrenal. La relación con la selva le promueve una inagotable fuente de inspiración para escribir y lo lleva a crear La casa verde, Pantaleón y las visitadoras y El hablador.

De la calurosa Piura es abruptamente extraído por su padre y llevado a Lima con su madre. Se instalan en Magdalena, típico distrito de clase media , que siente ajeno. Cada fin de semana que sus notas en el Colegio La Salle le permiten, se aleja de la asfixiante presencia del padre y visita la casa de parientes en Miraflores, barrio más próspero, vecino al mar, que hace suyo y resulta fuente de inspiración para muchas de sus narraciones. La elección de Miraflores como distrito propio, sin residir en él, es otra expresión de distanciamiento del padre y de afirmación de la identidad forjada en Piura. Miraflores, distrito de clase media de más ingresos albergó siempre a los Llosa, mientras, los Vargas Maldonado, pertenecían a Magdalena: A la vuelta, en una casita idéntica a la nuestra, vivían el tío César, con la tía Oreli y sus hijos…Cuando retorna de su segunda estadía en Piura, en 1952, sus padres alquilan una departamento de apenas un dormitorio, en un barrio pobretón, el Rimac. El joven escritor no fue a vivir con ellos, sino con los abuelos, en la calle Porta , en Miraflores.

El colegio militar Leoncio Prado.

El relativo aislamiento social en el que vivió durante sus contrastantes experiencias en Cochabamba, Piura y Lima, no le proporcionó a MVLL el conocimiento de la variada realidad social del Perú. Fue en el Leoncio Prado donde adquirió un horizonte de vida distinto; lo alejó de la incómoda presencia del padre , le descubrió el país donde había nacido, profundizó su vocación literaria: leí y escribí como no lo había hecho nunca antes y empecé a ser un escritor; y, lo que es más importante, le proporcionó materiales para su primera novela. La mayoría de los alumnos, menciona, llevaba a ese espacio claustral los prejuicios, complejos, animosidades y rencores sociales y raciales que habíamos mamado desde la infancia.

En este espacio conoció una variedad de personas que después fueron referentes en la creación de sus personajes de La ciudad y los perros. De ese contexto tomamos un ejemplo que nos muestra los prejuicios del narrador al momento de enlazar la realidad y la ficción y construir un personaje de origen serrano. Recuerda en sus Memorias la existencia de La Perlita, lugar de expendio de bebidas, cuyo techo menos elevado permitía alcanzar el muro que limitaba el colegio con el exterior : era un puestito de bebidas, cuyo dueño, un serranito, nos vendía cigarrillos. Este sencillo vendedor, sin nombre, es recreado y bautizado en la ficción como un perfecto calco de sus verdades. Narra en la novela: la Perlita está cerca al final del descampado, entre el comedor y las aulas, cerca del muro posterior del colegio…en el que mañana y tarde se divisa la asombrosa cara de Paulino, el injerto: ojos rasgados de japonés, ancha jeta de negro, pómulos y mentón cobrizos de indio, pelos lacios…Paulino duerme en un colchón de paja, junto al muro, y en las noches las hormigas pasean sobre su cuerpo como por una playa. El serranito de sus recuerdos se convierte en el serrano Paulino, sujeto abyecto, que suma su conducta degradada a su aspecto de hibrido indeseable donde lo indio destaca sobre otras características. No es el único recuerdo del Leoncio Prado asociado al mundo andino. Rememora que tuvo excelentes profesores como el de física, un serranito menudo y elegante, llamado Huarina. Lo contrastante aquí es no hallar en sus ensayos o novelas personajes “costeñitos” porque MVLL sabe el significado de usar estas adjetivaciones. Lo dice en la Utopia Arcaica : el costeño se considera superior al hombre de los Andes – serrano es un término peyorativo en boca de una persona nacida en el litoral – al que tiende a caricaturizar como primario y chusco. ¿Prejuicios particulares de MVLL?, no, sin duda, son patrimonio de muchos peruanos. Racializar los vínculos sociales es propio de nuestro país; resaltar este hecho en MVLL lo despoja de esa especie de sabiduría aséptica y muestra el contenido de casta que ciertamente poseen muchas de sus pensamientos respecto a la sierra y sus habitantes.

La universidad y Raúl Porras Barrenechea.

Tiene diecisiete años el joven Vargas Llosa cuando ingresa a San Marcos; se vincula al marxismo, a la política y hace relaciones personales que orientaran su futuro. El profesor Porras es quizá la influencia más importante de su época universitaria. Con él, sus ideas sobre el Perú andino, que ya habían pasado la criba de su experiencia en Cochabamba, Piura y Lima, adquieren organicidad. Futuras investigaciones quizá nos provean de una visión más exacta de esta influencia, mientras tanto podemos afirmar que en el pensamiento del maduro escritor encontramos huellas visibles dejadas por el maestro universitario, discípulo, además, de José de la Riva Agüero. Por ejemplo, donde Porras señala : la fuerza y la estabilidad del Imperio provenían de las sanas normas agrícolas de los ayllus, trabajo obligatorio y colectivo, comunidad de la tierra, igualdad y proporción en el reparto de los frutos, tutela paternal de los jefes; el discípulo MVLL dice : los Incas conquistaron decenas de pueblos, construyeron caminos, regadíos, fortalezas, ciudadelas, y establecieron un sistema administrativo que les permitió producir lo suficiente para que todos los peruanos comieran…Porras, cuando explica la organización de la sociedad Inca , señala: la huella indígena está más palpable en la confusión frecuente entre lo real y lo ideal y el amor del misterio que caracteriza a las mentes primitivas y se exhibe a menudo en las crónicas indígenas, sobre todo en algunas impresiones e imágenes casi surrealistas recogidas seguramente de boca del pueblo de la conquista. Con su particular estilo, el escritor recrea la idea y señala que cada emperador cusqueño subía al trono con una corte de amautas o sabios encargados de rectifica la historia para demostrar que ésta alcanzaba su apogeo con el Inca reinante, al que se atribuían desde entonces todas las conquistas y hazañas de su predecesores. El resultado es que es imposible reconstruir esta historia tan borgianamente tergiversada.

En la casa de Colina, MVLL no sólo lee e interpreta las crónicas, también asiste a largas y eruditas disquisiciones de Porras sobre el Perú como a prolongadas tertulias entre connotados personajes extranjeros y compatriotas como el poeta José Gálvez, de español castizo y manía genealógica, y Víctor Andrés Belaunde, Jorge Puccinelli, Luis Jaime Cisneros. Porras era un discípulo declarado de Riva Agüero, al que consideraba su maestro y con quien tenía en común la meticulosidad, para el dato y la cita, el amor a España. Tenía también Porras cierto irónico desplante por las nuevas corrientes intelectuales desdeñosas del individuo y la anécdota – como la antropología y la etno-historia , pareceres que también el escritor haría suyos más tarde y defendería con entereza.

Debemos señalar, sin embargo, que el discípulo se distancia del maestro cuando valora el aporte andino a la peruanidad, que, para Porras , debe recoger todos los latidos de nuestra historia, sin exclusivismos ni caciquismos históricos, atento a los mensajes que nos vienen del pasado, el occidental irrenunciable para nuestra cultura como lo proclamó Mariátegui y el indígena que es raíz y decoro de nuestra nacionalidad. Vargas Llosa no llega tan lejos; en ocasión de criticar el retiro de la estatua ecuestre de Pizarro de la Plaza Mayor limeña y defender la vertiente española de la peruanidad, afirma: se ignora que el Tahuantinsuyo representa apenas unos cien años de nuestro pasado, el tiempo de un suspiro en el curso de una historia que tiene más de diez mil años de antigüedad y señala que Francisco Pizarro, es un personaje que, les guste o no a sus detractores es quien sentó las bases de lo que es el Perú y fundó no solo Lima, sino lo que ahora llamamos peruanidad.

Lo cierto es que el escritor, de alumno distinguido de las clases de historia de Porras, pasó, en febrero de 1954, a trabajar con él un tiempo prolongado y enriquecedor . Esta relación le ocupaba tres horas diarias durante cuatro años y medio, de lunes a viernes, entre dos y cinco de la tarde. Según explica, lo que aprendió en esas horas le enseñaron sobre el Perú y contribuyeron a mi formación más que las clases de San Marcos. El escritor admira en Porras cualidades que él mismo después cultivaría con fruición. El maestro tenía el fanatismo de la exactitud y era incapaz de afirmar algo que no hubiera verificado . Recuerda sus clases y la sensación de estar oyendo algo inédito; y la influencia que ejerció él fue tan profunda que durante esos primeros meses en la universidad llegué muchas veces a preguntarme si debía seguir historia en vez de Literatura. Porras era un maestro a la antigua, señala MVLL, que gustaba rodearse de discípulos, a los que exigía absoluta fidelidad.

En esas prolongadas tardes lee a cronistas de la conquista y hace fichas sobre mitos y leyendas del mundo andino que después Porras usaría para una enciclopedia impulsada por el librero Juan Mejía Baca y que nunca salió a la luz. Del mismo modo que a su mentor, las crónicas no le motivan reflexiones sobre los abusos contra los indios o la destrucción de una cultura, su lectura es con ojos “europeos”, muy lejos de la óptica de los vencidos. Lee información sobre las siete ciudades de Cíbola, el reino del Gran Paititi, las magnificencias de El Dorado, el país de las Amazonas, el de la Fuente de Juvencia y todas las antiquísimas fantasías de reinos utópicos, ciudades encantadas, continentes desaparecidos que el encuentro con América resucitó y actualizó en esos europeos trashumantes que se aventuraban, deslumbrados por lo que veían, en las tierras del Tahuantinsuyo y apelaban, para entenderlas, a las mitologías clásicas y al arsenal legendario de la Edad Media.

Por esta época el joven escritor, al tiempo que hace sus iniciales escarceos en la literatura y la política, se distancia aún más del mundo andino y de todo aquello que fungiera de indigenista o que tuviera un tufillo telúrico. Narra que la única literatura latinoamericana moderna que se estudiaba en la universidad y de la que se hablaba algo en las revistas y suplementos literarios era la indigenista o costumbrista. Era una narrativa, leída por obligación en San Marcos y que detestaba porque le parecía una caricatura provinciana y demagógica de lo que debía ser una buena novela. Señala que en esos libros el paisaje tenía más importancia que las personas de carne y hueso y los autores parecían desconocer las más elementales técnicas de cómo armar una historia. Luis Loayza le hizo descubrir otra literatura latinoamericana, más urbana y cosmopolita, y también más elegante, que había surgido principalmente en México y en Argentina. Era entonces MVLL un afrancesado, que señalaba que la literatura indigenista le provocaba hostilidad. Señala en la premiación del Nobel que de niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Señala que debe a Francia a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad.

Indica que desde esa época odió la palabra “telúrica”, blandida por muchos escritores y críticos de la época como máxima virtud literaria y obligación de todo escritor peruano. Ser telúrico quería decir escribir una literatura con raíces en las entrañas de la tierra, en el paisaje natural y costumbrista y preferentemente andino, y denunciar el gamonalismo y feudalismo de la sierra, la selva o la costa, con truculentas anécdotas de “mistis” (blancos) que estupraban campesinas, autoridades borrachas que robaban y curas fanáticos y corrompidos que predicaban la resignación a los indios. Añade: yo no sabía si llegaría a ser un día un escritor, pero sí supe desde esos años que nunca sería un escritor telúrico. Las críticas que formula a las técnicas narrativas son válidas; pero, sus apreciaciones sobre los temas son similares a las que vierte en otros espacios, donde, olvidando lo telúrico, señala que lo diverso en América Latina proviene en buena parte de las fuentes occidentales que la nutren. Por eso, los latinoamericanos se expresan sobre todo en español, inglés, portugués y francés.

Tiene, sin embargo frases de simpatía por José María Arguedas a quien entrevistó como parte de sus labores periodísticas. Lo recuerda como un narrador de fino lirismo e íntimo conocedor del mundo indio. Le sorprendió lo tímido y modesto que era, lo mucho que desconocía de la literatura moderna, y sus temores y vacilaciones. Años después, su interés en Arguedas lo llevaría a escribir un ensayo sobre su obra porque en un país escindido en dos mundos, dos lenguas, dos culturas, dos tradiciones históricas, a él le fue dado conocer ambas realidades, en sus miserias y grandezas, y, por lo tanto, tuvo una perspectiva mucho más amplia que la mía y que la de la mayor parte de escritores peruanos sobre nuestro país.

Son los años finales de San Marcos y siente que está ya listo para formar familia. Se entrevista entonces con su padre a quien no ve con frecuencia, conversa acerca de sus proyectos y establece fronteras adultas . Esta definitiva emancipación, sin embargo no le evita señalar que su sombra lo acompañará sin duda hasta la tumba, y aunque hasta ahora, a veces, de pronto, el recuerdo de alguna escena, de alguna imagen, de los años que estuve bajo su autoridad me causan un súbito vacío en el estómago. Su padre le ha legado algo más que una disfunción estomacal. Lo ha influido para desconocer la herencia cultural que porta por esa vía y a construir la distancia que adopta con todo aquello que lo recuerda.

El Vargas Llosa adulto.

Un hecho de su vida adulta nos muestra la profundidad de su lejanía y desentendimiento del mundo andino. Es el año 1983 y el escritor acepta el encargo del gobierno belaundista de presidir la “Comisión Uchuraccay”. Culminan las investigaciones de campo y asiste a una asamblea comunal de los campesinos de ese poblado. Los antropólogos le aconsejan verter aguardiente sobre la tierra y beber luego lo que resta en homenaje al cerro tutelar Rasuwillca. En esas circunstancias, explica, se sentía tan absurdo e irreal como si estuviera adoctrinándolos sobre la auténtica filosofía revolucionaria del camarada Mao traicionada por el perro contrarrevolucionario Deng Tsiao Ping.

Al culminar el cabildo, impresionado aún por lo que había visto y oído y mientras se disponía a retornar a Ayacucho, se sorprende por la inesperada irrupción de una comunera: una mujercita de la comunidad comenzó de pronto a danzar. Canturreaba una canción que no podíamos entender. Era una india, pequeñita como una niña pero con la cara arrugada de una anciana, con las mejillas cuarteadas y los labios tumefactos de quienes viven expuestos al frío de las punas…en ningún momento sentí tanta tristeza como en ese atardecer con nubes amenazantes, en Uchuraccay, mientras veíamos danzar y golpearnos con ortigas a esa mujercita diminuta que parecía salida de un Perú distinto a aquel en que transcurre mi vida, un Perú antiguo y arcaico que ha sobrevivido, entre esas montañas sagradas, a pesar de siglos de olvido y adversidad. Esa frágil mujercita había sido, sin duda, una de las que lanzó las piedras y blandió los garrotes…(énfasis nuestro)

En este pasaje de la vida dele escritor podemos observar la desubicación que pervive en el escritor respecto al mundo andino, propio de aquellos que recibieron una educación que subestima, desconoce e ignora lo andino y concibe que el único mundo válido o universal proviene de Europa y de la cultura occidental.

Conclusiones

Consideramos que la infancia niñez en Cochabamba y su adolescencia en Piura han marcado su relación distante con el mundo andino de nuestra patria.

Consideramos que el universo creativo de MVLL plasmado en sus novelas y obras de teatro no muestra su temprana y prolongada relación con el espacio quechua y aymara de su niñez.

Se ha visto que la presencia de la cultura quechua y aymara era dominante en términos demográficas durante la residencia de MVLL en Cochabamba.

Creemos que la transformación de su identidad serrana se transfigura durante su traslado de Cochabamba a Piura y se consolida luego de conocer a su padre.

Se considera que la relación con su padre ha marcado su vinculación con el mundo andino, a quien ve como la imagen reflejada de su padre.
Creemos que la relación con su madre y familia extendida ha contribuido a su clara identificación con la realidad criolla-costeña del país. La genealogía de raigambre española ha sido también factor de adhesión a los valores que de ella provienen.

Consideramos que su relación con el mundo andino no es solo distante sino que tiene espacios de gran conflictividad.

Creemos que anida en su personalidad una situación culposa respecto al abandono que hizo en su niñez y temprana adolescencia de sus fuertes lazos con el mundo andino que estableció en Cochabamba. Esto le genera una relación ambivalente en ocasiones que se resuelve reforzando la distancia tempranamente establecida.

Creemos que la relación académica y laboral con el historiador Raúl Porras Barrenechea fue determinante en la organización más elaborada de sus pensamientos de la cultura andina y fue un decisivo factor en la orientación de los mismos.







Texto agregado el 27-12-2014, y leído por 260 visitantes. (3 votos)


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