Nunca sentí lo privado,
ni la defensa de lo mío,
lo tuyo, lo suyo; lo nuestro,
siempre me gustó más,
que estar angustiado
por el eterno secuestro
de la propiedad.
Nunca le encontré el sentido
y como no tiene sentido;
sentido le dieron a poner cercas,
muros y barrotes,
acotaciones y barreras
de lo físico, de la tierra
y los objetos sumergidos
en el comercio de la necesidad.
De la necesidad que nos creemos,
que si no creemos
no necesitamos,
que si creemos
que necesitamos tener,
tenemos miedo por necesidad
y nos angustiamos por poseer.
Y al final de poseer
a poseído se trata.
Si no equilibras la balanza,
si no sabes administrar
tu ración de egoísmo;
te perderás
en los mercadillo de la envidia,
te cegarás
en estirar que no alcanza,
y serás
el que huye en lo suyo,
cuyo sino es ser la losa
y la antítesis de lo nuestro.
Te perderás una hogaza
y un tinto compartido,
una conversación
y una risa.
Sentarse sin coraza
a disfrutar de lo nuestro
y sentirse compañero
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