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Salgo a la calle cada día a ver a las personas. Veo sus rostros, ropa, maletines y en general todo lo que los detalla. Quisiera saber por qué nací aquí; veo los colegios, las universidades, las empresas y las viviendas, y entro a algunas de estas instituciones con permiso de los celadores y los encargados de estos centros. A todos les pregunto cuál es el propósito de sus vidas, y casi todos dicen que hay que estudiar y trabajar fuertemente para ser una persona de bien. Todos absolutamente todos, están viendo un computador; los estudiantes y los trabajadores gastan todo el día uniendo letras, palabras y números en programas informáticos.

La de ellos y la mía cada vez se está volviendo más cibernética. Los estudiantes hacen las tareas por internet, cada vez usan menos los libros en papel; en internet encuentran todo más fácil; con un solo click tienen toda la información a su disposición. No hacen ejercicio físico, cada vez son más sedentarios. Algunos se están engordando y se burlan entre sí, los gordos les dicen a los flacos que se están desparramando; y los flacos les dicen a los gordos que les va a tocar permanecer abandonados en una cama toda la vida porque padecerán obesidad mórbida.

Los universitarios son más cibernéticos, todos andan con computador portátil y no se despegan de ese artefacto ni siquiera en los recreos (entre las clases). Casi nadie va a las bibliotecas, están pensando en desaparecer todos los libros físicos, todo se va a digitalizar. En las empresas sucede lo mismo, todos los datos se están poniendo en documentos Word, Excel y otros programas. Los nombres, los números de cédulas, las fechas y todos los demás datos se están poniendo en los ordenadores, es decir, en enlaces electrónicos.

En lugares abandonados, como clínicas psiquiátricas, manicomios y cárceles sólo hay máquinas electrónicas para los controladores de estos sitios. En casi todos los hogares también hay ordenadores. Ahí también están metiendo a la gente famosa, y poco a poco están desapareciendo los libros físicos de biografías. Los libros en papel, en general los están dejando a un lado; están dejando los originales y unas pocas copias.

Muchas empresas están desapareciendo, dejan de necesitar empleados; los ordenadores facilitan, mejoran y hacen rendir mejor a las instituciones laborales. Cada día veo menos personas trabajando en las calles, todos se están sumergiendo en las computadoras. La gente casi no sale a las calles. Las personas se comunican por este medio. Muchos dejan de reunirse en cafés y bares. Sólo hablan a través de los computadores.

Mi intuición me dice que quizás pronto los colegios, las universidades y las empresas físicas desaparecerán. Todos estarán pegados a los ordenadores; no sé muy bien qué harán todos, pero todos prontamente estarán conectados a estas máquinas. A veces pienso que estoy hablando con seres humanos, pero otras veces lo dudo; pues no puedo verlos, ni oírlos, ni olerlos, ni palparlos. Tampoco sé cómo viven, qué hacen con sus vidas y si realmente puedo conocerlos. Son chips, hasta que no los tenga a mi lado.

Quizás nunca voy a tener contacto con ninguno de ellos, nunca los voy a ver de frente, todos están lejos de mí. Nadie se me va a acercar; para ellos también soy una máquina, una serie de átomos sin sentimientos, unos circuitos indoloros. No se conmueven con nada, están siempre estáticos, no son capaces de alzar su voz para mostrar su oposición. Prefieren vivir engañados, porque así se sienten dichosos; no aguantan que les digan lo que es cierto. Aparentan ser amables pero no dudarían en traicionar a su colega más cercano para obtener el triunfo.

No perciben el dolor, no pueden verlo. No saben qué es la muerte, no pueden verla: no la estudian, no la miran, no la soportan, pero aun así se siguen reproduciendo. Creen que disfrutan sus vidas; y así las viven desde que nacen, hasta que mueren. Su ceguera es tan grande que tampoco se dan cuenta de que la historia es una sucesión de hechos de terror.

Sus almas están llenas de odio hacia cada congénere, pero no pueden decirlo, no se pueden quejar. Viven encapsulados en una realidad virtual, en la que deja de importar el sistema nervioso y sólo importan las cenizas, las que algunos guardan en un cofre. Siempre juzgan mal, y así mantienen el equilibrio entre las comunidades. Matan a algunos criminales pero el ciclo de homicidios continúa.

No lo había entendido, me están rodeando, conozco sus pensamientos. No puedo diferenciarlos, casi todos son lo mismo. Las máquinas me están acechando. Me parece que muchos artes mercadotécnicos van a desaparecer; la música, la literatura y todo lo demás. No responden ni preguntan, solamente están ahí, sin sentido. Son instrumentos de la máquina de la lujuria y no se inmutan frente a la desgracia ajena. Casi todos serán partículas inconmovibles y además virtuales.

Texto agregado el 25-12-2014, y leído por 149 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-12-2014 Sin llegar a los extremos que sugieres, de una total dependencia de las máquinas, (a lo mejor sí) cuánta razón te asiste. Cada vez el mundo es más despersonalizado, ya no somos Antonio o Julieta, ahora somos un número, un código en alguna parte de un circuito integrado. Y eso, para qué negarlo, tiene muchas ventajas, pero ¡a qué costo! Al costo de renunciar al contacto físico, al abrazo fraterno, a la mirada insinuante. Te felicito por tu texto. ZEPOL
25-12-2014 Excelente relato.Suena como ciencia ficcion,pero no,es una realidad.UnAbrazo y feliz 2.015. gafer
 
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