En aquel proceso de renovación que era la vida, a la vuelta de cualquier esquina podías encontrarte a ti mismo.
Sin embargo, en encuentro tan fugaz que sólo serás mínimamente consciente de ello. Bastarán unos pasos para olvidar completamente el asunto.
Igual le ocurrirá al sujeto con quien te has topado. Unos pasos más tarde sólo tendrá un vago resquemor sobre el asunto.
Te sentarás a tu mesa y en lugar de decir a tu mujer que has tenido un día sorprendente dándote de bruces en una revuelta con tu alter ego, tratarás de hacer memoria sobre algo mínimamente reseñable de tu jornada, y, a menudo, no encontrarás nada.
Tratarás de echar mano de repertorio y lo hallarás vacío, acrecentando la imagen vulgar que de ti se viene haciendo tu mujer paulatinamente. Y, sin embargo, qué fácil hubiera sido haber puesto un poco de atención en aquel instante para haber descubierto el proceso fascinante que es la vida que hace imágenes de nosotros mismos por la calle entre tantos parientes. Pero para entonces ya estabas demasiado viejo, cansado de la jornada laboral repetitiva y alienante.
De haber perseverado un poco más hoy, en lugar de ser el pasante, hubieras podido ser el jefe de aquel despacho y tu labor te habría hecho más entrenado y en lugar de los tópicos de rigor tu mujer habría oído aquella bonita historia por la que “estos son nosotros”.
-Te lo juro María, que me he visto( con la diferencia del cigarrillo en los labios; es verdad) a mí mismo esta tarde al volver del trabajo por la calle.