LA NAVIDAD
Días de fiestas hay mucho. La Navidad, celebración de la venida del señor, una sola. Todos anhelamos su llegada. En cada corazón rebosa la alegría. La fantasía, el amor, las cosas simples y comunes que conmueven los corazones más nobles. El alma se sensibiliza y nos llena de alegría. Un marasmo de felicidad se poza en el ambiente y hace latir los corazones de manera diferente. Los seres humanos nos damos cuenta que no hay nada más poderoso que los sentimientos. Se supedita la conciencia y hace pensar que la vida tiene otros matices e ingredientes que se deben aprovechar y, por esto, nos lanzamos en su búsqueda para satisfacer nuestros egos.
En esta búsqueda incansable, las mayorías de las veces, la frustración debilita la esperanza; pero la fantasía de la época hace ver las cosas de otra manera. La esperanza como un torbellino nubla las mentes, confundiendo los sentimientos. Infla los corazones, olvidando las penurias, desavenencias, malos ratos, desamor, hambre… llenando los corazones de amor.
En Navidad se renova todo. La vida late de forma diferente. La naturaleza cambia, el sol brilla con menos intensidad, las noches son más largas y claras. La luna espejea con brillo deslumbrante, rejuvenece el amor, el mar pierde su furia; sus aguas apacibles se tornan más azules, cuando el cielo se revuelca sin temor en su seno. Las montañas se visten de blanco y la tierra se hace mas acogedora para los seres vivientes que la disfrutan.
Es el momento donde debemos hacer un alto en las cosas que hasta entonces venimos haciendo. Realizar un balance sobre las acciones que hemos realizados (Buenas y malas) sacar conclusiones sobre las acciones buenas que nos faltan, para ponerlas en práctica en el tiempo corto que nos queda por vivir.
También es tiempo de parar las guerras, donde debe campear la paz como un sol, con sus rayos bienhechores, aclarando los pensamientos obtusos que imponen los conflictos bélicos a los pueblos para sustentar su dominio, imponiéndole cadenas que no se pueden soportar, condicionando a los individuos; entonces, se intenta romper los eslabones que los atan, derramando su sangre mártir en la tierra que los vio nacer.
Asimismo, es tiempo de perdonar, reconciliando los sentimientos que se han desbordado, asumiendo como tarea única, la convivencia humana sin fricciones, poniendo al ser humano como centro de las pasiones y el amor como eje principal de todos los sentimientos.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
|