HELADERA TOMADA
Se le pueden hacer muchas críticas a la sociedad actual, se hecho se le hacen y muchas de ellas las comparto, pero también es cierto, y esto es una valoración empírica, que a veces repetimos un discurso nostalgioso, de que antes la gente era mejor. Cosas de viejos fogoneada por los que desde los medios de comunicación ven “Todo Negro”. Yo también creía que se había perdido la relación de vecindad. Lo que había comprado era que en los grandes edificios de departamentos, el vecino era alguien que encontrábamos en el pasillo o el ascensor y todo se limitaba a un buenos fías o buenas noches en el mejor de los casos. Con este prejuicio me mude a La Boca, venía de un barrio suburbano, Valentín Alsina, casi un pueblo de casas bajas. A la izquierda de la mía, el Cacho y la Nani, un borracho y una loca. A la derecha la Tita, una conventillera, en frente María, una atorranta, esto según la opinión de mi ex mujer Yo no tenía opinión, en realidad no conocía ni me interesaba la vida de nadie, pero si ella lo decía, “sí querida”. Estos barrios son, según el decir popular, donde el vecino es un amigo, anqui un miembro de la familia. Como nunca necesité nada, no pude comprobarlo. “ Buen día Cacho. Hola Nani. Chau Tita “, eso era todo.
A los pocos días, de mudarme, compartí el ascensor con un flaco hipposo, ambos bajamos en el once, caminamos por el pasillo hacia el fondo en silencio. Cuando yo metía la llave en el “i”, él lo hizo en el “h”.
.- Parece que somos vecinos ?,,, Dijo él o dije yo, no viene al caso y comenzamos una breve y formal charla Nos presentamos, Lucas, Neco.
.- Cualquier cosa que necesites, ya sabés…
.- Igualmente, para eso están los vecinos… Un gusto, nos vemos.
En la segunda vez que nos encontramos, no recuerdo como salió el tema de la heladera. Como es clásico en esto de las separaciones de común acuerdo, la sociedad machista acostumbra a que el tipo se mude con sus efectos personales de supervivencia y la mujer quede en el domicilio conyugal con el botín de guerra entre el que se encuentran el lavarropas y la heladera. Así lo hice yo, entrando el verano. El lavarropas no me preocupa, por suerte soy lo suficientemente sucio como para lavar en la bañera con una sopapa y colgar en el balcón. Pero la heladera es imprescindible, y yo no estoy en situación económica de comprarme una. No me jode no tener bebida fresca, me crié en un hogar donde la enfriábamos en el pozo, pero el problema es la comida perecedera. Con la carne no tanto, compro un churrasquito, una pata y muslo, un cuarto de picada, pero leche, manteca, queso fresco, no los consumo en el día, o sea que me abstengo.
Y Ahí fue cuando el flaco me dice.
.- Pero dale, traé las cosas a la nuestra, no tiene freezer pero enfría bien…
.- Te agradezco pero no quiero molestar, tengo un amigo que piensa cambiarla y me regala la vieja, es cuestión de días nomas.
.- Pero bueno, mientras tanto… A nosotros no nos molesta.
Por eso digo, hay gente solidaria, que te da una mano sin conocerte, solo po que sos vecino. Pero qué querés que te diga, a mí no me gusta molestar, así que no lo hice, hasta que él insistió, ahí me dije, “ha ver si piensa que lo estoy despreciando o pienso que me van comer lo mío ?... Compré lácteos, carne y pescado como para una semana y se los di a guardar. Ahí conocí a su mujer y su hijo, todos con buena onda, cuando los consumí no llevé más. No podía superar la sensación de que estaba molestando, casi como que la culpa no me dejaba disfrutar la comida. Y bueno, así me educaron, agradecido, respetuoso y discreto.
 
No nos volvimos a ver durante varios días, hasta ese encuentro en el palier. Y nuevamente ellos sacaron el tema de la heladera. Me dio vergüenza decirles que aun no tenía, pero mentí que ya tenía una en vista.
.- Pero no tenés ?...
.- Y no, pero ahora con el aguinaldo…
.- Bueno, pero dale, ya sabés que a nosotros no nos molesta. Insistieron y llevé morfi como para un mes. Iba a la mañana a buscar la leche y la manteca para el desayuno, al medio día para el almuerzo, la merienda, la cena y a veces a la madrugada cuando llegaba tarde o me despertaba con hambre. Ellos siempre con buena onda, a veces con un bostezo o me decían que no hiciera ruido porque se despertaba el nene.
Hasta que un día golpean a la puerta. Era Lucas y su amable familia empujando la heladera.
.- Neco, te dejamos la heladera, compramos una con freezer que nos entregan en unos días, hasta tanto, si no tenés inconveniente, vamos a traer las cosas para enfriar aquí. Esa actitud superó todas mis espectatívas sobre la solidaridad, pero ha pasado más de un mes y estoy cambiando de opinión. Al final el que paga la cuenta de electricidad soy yo, nadie da puntada sin hilo.
En el 11 “k”, viven dos Testigos de Jehová que me ofrecieron usar su lavarropa, pero me parece que hay segundas intenciones.
neco perata
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