El médico se sentó con un gesto de dolor al otro lado de la mesa. Miró por última vez la foto de todo el equipo en la última cena de navidad. Se detuvo dos segundo en sí mismo, riendo en la segunda fila, y decidió dejarla allí donde estaba. La consulta le resultaba extraña ahora y no solo por el joven que mordisqueaba nervioso su bolígrafo nuevo.
Buenos días Doctor Henriquez.- Dijo el joven galeno- Dígame, ¿Ha decidido ya que tratamiento va a tomar para su cáncer?
Creo que si, hijo. Tomaré las pastillas rojas. Si fuera tan amable ...
Muy bien pero no debe tomarlas junto a las verdes; es peligroso, ¿Lo sabe, verdad?- Y garabateó su firma en el talonario extendiéndole una reconfortante sonrisa que se estampó contra una mueca que aún no ha olvidado.
Perfectamente- y apretó firme entre los dedos el paquete de cincuenta pastillas verdes en el bolsillo de la chaqueta.