Tengo un sabor atesorado lo atesoro del ocaso inadvertido. Creció silente creció en disimulo. Lo aplaqué en palabras, lo atenué en el verbo. Viví acariciándolo, sin percato de su existencia. Afloró derrapada en la rabia se fusionó en los quiebres repentinos, abrazó mis pesares, y se quedó en la entraña. Así fue penitentemente aferrándose a lo que no se ve. Cumplió el ciclo de la rabia y mutó en lo que no quería ver. Llegó la hora del palpo llegó la hora de saberlo Se fue la rabia y volvió su sabor, me espetó de improviso... El miedo Mi miedo.
Texto agregado el 19-12-2014, y leído por 97 visitantes. (2 votos)