Entre luces y pies apurados se encuentra la vida una noche en un vagón ajeno y tan propio como todo aquello que se encuentra retorciendo el alma.
La soledad de la noche no puede compararse con aquella que se siente junto a aquel que nos abraza sin sentirnos por completo.
Y así te siento tan cerca y lejos a la vez. La paradoja de aquel amor que se anhela eterno pero que parece tan efímero ante la sinceridad de aquello que se proclama como causal y no como amor.
Así la vida nos encuentra tomados de la mano sin saber bien hacia donde vamos. El camino no está marcado aún y sé que eso no es extraño que las pisadas se inscriben en la arena aún cuando creen cimentarse como eternas.
Y sé que el pensamiento no te trae a mi lado aún cuando mi mente te llama a gritos, y aún así pienso en un mañana diferente.
Un amanecer atípico en el que por fin te propongas despojarte del pasado y ver en mí al presente augurioso de un triunfo magnificente. Un triunfo desprovisto de riquezas armado de simplicidad. Allí donde la sonrisa reina porque al fin son dos las almas que se fusionan ante una misma melodía.
Y allí cuando el mundo se detiene en una estación oscura que me aleja de vos, la nulidad se convierte en invasión ante la incógnita de un futuro tan incierto como aquellos minutos que restan para llegar a aquel lugar que nos sitúa en socioesferas tan distantes.
Pequeños harapientos recorren los pasillos en una felicidad que suena tan ficticia a los ojos de la gente que juzga por cuánto se posee en los bolsillos. Y aquellos rostros han de ser la felicidad más pura; carente de preocupación alguna, repleta de circunstancia.
Y la ternura me rebalsa por los poros del alma y me ridiculizo al pensarme triste. Y ahí cuando logro ver más allá de un vos y yo, entiendo que la vida es demasiado y pretendo un presente maravilloso más allá de las dificultades.
Las palabras me situaron en la profundidad angustiante de sentirme incapaz de atravesar tus abrazos, tus besos y caricias. La sinceridad de pronto te llevó a la condición de inalcanzable y me relegó inmediatamente en la inferioridad ante lo desconocido.
Y es que quizá merezco un poco más que la resignación y el olvido. Y es que quizá me importa tanto mantener mis instantes más preciados. Y es que quizá sé que no es tan difícil que el compartir sea nuestro destino. Y es que quizá te descubro como aquello que deseo más que a nada. Y es que quizá me dispongo a construir el amor para los dos y a sufrir las consecuencias.
Ya en tierra firme no puedo dejar de volar y desearía haber abandonado mis pensamientos en aquel vagón que ya se está llevando un poco de mí. De regreso me paseo entre las nubes sin despegar mi mirada de aquella luna que proyecta calidez, esa misma que mi alma espera poder proyectar en vos.
Y así pasa la vida, y así estamos... queriendo entre la contrariedad y las paradojas... sufriendo la irracionalidad del sentir.