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Cuando la tarde comenzaba a dar sus primeros bostezos, los jóvenes solían aprestarse a un ritual dominical muy especial, el de caminar en círculos por la plaza principal de la ciudad. Era una hermosa costumbre, muy ordenada por cierto: las mujeres caminaban por el lado interior y los hombres en sentido contrario, orillando el cordón de la calle. Luego de la misa o del cine vespertino, este era el lugar de encuentro de estas almas ansiosas. Era algo parecido a la rotación de la tierra cuando gira sobre su propio eje, solo hay un instante, solo un momento - aunque se llame día- en que el sol ilumina el hemisferio; igual para el encuentro de estos seres que rotan en esta minúscula plaza terrestre, solo anhelando una mirada o una sonrisa en esos breves instantes de luz.
En aquella época de mediados de los años cuarenta yo era una señorita que acabada de cumplir dieciocho años. Soñaba con vivir una historia de amor al estilo de Romero y Julieta, amor incondicional hasta la muerte.
Esa tarde fui a tomar el té con tía Clotilde y mis dos primas. Luego el destino tan esperado durante toda la semana: ir a la plaza a dar “la vuelta del perro” –se decía metafóricamente, asimilándolo a un can antes de echarse-. ¡Ah…cuanto lo esperaba!. Era mi única oportunidad de exhibir mis mejores ropas.
Recuerdo muy bien cuando lo vi por primera vez, por una sencilla razón, me quede eclipsada. Aunque en esa época una mujer no podía expresar abiertamente sus sentimientos, no era correcto.
El era alto, llevaba con exquisito garbo un traje gris oscuro cruzado, jazmines en el ojal, estirada camisa blanca de cuello duro, puño doble y sombreo. Sus ojos parecían vaciar el océano; un rebelde mechón dorado le caía sobre el rostro. Caminaba con dos jóvenes más y cuando se sonreía mis piernas temblaban al punto de buscar apoyo en mis dos primas que me acompañaban.
En la primera vuelta, solo me miro, indiferente. Yo baje la vista. Nunca se debía mirar fijo a un desconocido, no era de damas aunque mis sentimientos iban en carril contrario. Mi impulso natural habría sido lanzar mi cartera descuidadamente para que él caballerescamente lo recogiera y entabláramos una conversación decente. No me atreví.
La segunda vuelta su mirada comenzó a hablarme secretamente. Me decía que era un joven solitario, sensible y que solo quería conocer al amor de su vida. A esa altura, ya no escuchaba lo que me hablaban mis primas, solo él estaba en mi mente. Mi alma era una vorágine. ¿Tendría prometida?. Seguro, con esa figura. ¿Y si no?. Tal vez fue verdad lo que me susurraron sus ojos. ¿Como saberlo?. Pero si él no tomaba la iniciativa, no estaba bien que yo lo hiciera. ¡Ah, que duro mandato tenemos las mujeres!. Solo esperar que lo deseado se convierta en realidad, jamás participamos en su concreción.
En la tercera vuelta ya no lo vi. Bueno, es lógico, todo termino, me apresuré a conjeturar. De pronto se acercó un adolescente con una carta para mí. Dude unos instantes. ¿Tal vez podría ser una broma de mal gusto?. Finalmente me decidí y la tome. Mi primas querían saber quien me la enviaba y que decía. No se los dije. La guarde.
Cuando llegue a casa, fui a mi dormitorio y cerré la puerta con llave. No quería que nadie me interrumpiera. Lentamente comencé a develar su contenido. Apareció primero una flor de jazmín, la misma que él llevaba. ¡ No me había olvidado!. Mi felicidad era inmensa. Luego leí el texto: “Soy ese hombre que la vio en la plaza, solo dos veces; fueron suficiente. Sin que esto lo tome como una impertinencia, Ud. es hermosísima. En un instante de tiempo el universo puede concentrarse y hacer estallar el amor. Eso sentí al verla. En una semana me voy a casar, el destino es cruel, si la hubiera conocido antes, jamás nos separaríamos. Firmado: un desconocido”.
Nunca volví a verlo, tal vez se mudo de ciudad, no lo sé, solo les puedo decir que han pasado más de medio siglo y aún guardo esa carta de un desconocido en aquella “vuelta del perro”.

Nota: publicado por el autor en la Argentina con otro título.

Texto agregado el 18-12-2014, y leído por 331 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
28-10-2015 los finales son siempre inesperados, generalmente, en la etapa de juventud suceden cosas a las cuales no se les presta demasiada atencion y ellas ganan todo el asombro y la inverosimilitud, cuando se esta ya viejo.. claudio_antonio
22-12-2014 Que linda historia, la naturalidad y el buen manejo de palabras, hizo que me conecte con la historia, saludos. krisna22z
18-12-2014 Dulce relato,con final amargo.Un Abrazo. gafer
18-12-2014 Un cuento interesante que enseña y comunica. elpinero
18-12-2014 Una historia interesante. Bien narrada con un final agri-dulce. Abrazos. NINI
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