En los tiempos en el que Dulcinea todavía no era la damisela de aquel loco, en los mismos campos cerca de La Mancha, un pequeño cerdo ya viejo con los años de todos y con el hasta ese momento respeto por su tradición de cerdo noble, cansado ya de que lo llamaran cochino, empezó su inverosímil emancipación mundial, solo, tan solo con su poder de hambre, hambre por el destino de la aventura y hambre por disposición absoluta y autoritaria de las tripas que en él se acomodaban. Fue así que renunció a la humilde labor del come basura que con grandeza y humildad habían aceptado los dos antecesores suyos, aquellos que fueron comandados por el que todo lo hizo y todo lo ve, aunque ya habían las dudas de si todo lo gobernaba, aquel cerdo pues, había escuchado de un tal Zaratustra, que aquel que todo lo había hecho, ya había muerto.
Así entonces, sabiendo que no podía dejar este mundo por mandato porcino ancestral, decidió formar parte primero de una gira mundial junto a unos progresivos armados con algo así como fusiles eléctricos acordados, pianos divinos y golpes de martillos, con ellos fue dando vueltas casi elipsoidales al globo en las décadas de los 60’s, 70’s y parte de los 80’s, viajo confortablemente y con la cualidad observatoria del propio Aristóteles, concluyó en que la degeneración y la eliminación sistemática de aquel planeta había llegado a limites irreversibles, había que tomar una decisión en aquel momento.
Quincemil años del pensamiento, meditó el cerdo, apenado llego a la criminal y sublime decisión de buscar un nuevo hogar, como ya se mencionó el cerdo estaba prohibido de abandonar el mundo que lo había hospedado, entonces por la fugacidad planetaria, y el ímpetu, y las ganas, y la curiosidad que le causaban aquellos anillos en el filmamento, fue que decidió comerse el mundo este. Bastaron seis horas con cuarenta y tres minutos para engullirlo todo, empezó por la amazónica América y concluyo por la última isla del mar del norte cuyo nombre se encuentra en algún mapa empolvado y difícil de leer.
Cuando le faltaba un ápice de aquella pequeña isla nórdica, el cerdo desplego las alas que tanto tiempo habían estado ocultas un poco más por debajo de su lomo central, eran unas alas muy pequeñas, un poco más pequeñas que las de un pollo, empezó a aletear y rápidamente alzo vuelo y alcanzo una velocidad impresionante para ser un mamífero alado, parecía tener alguna prisa ya que a las seis horas con cincuenta y tres minutos, descendía al primer anillo de Saturno, las alas se le recogieron y volvieron a ser invisibles. Si alguien habría pasado por allá y hubiera visto aquella peculiar escena, la habría descrito como una noche iluminada con un cerdo paseando encima de un anillo de Saturno.
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