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Amores Urbanos

Desde que selectivamente aspiró en el vagón del metro de la gran ciudad atiborrado de gente, esa mezcla salvaje de su aroma fragante de niña-mujer con el olor penetrante de hembra en celo quedó loco por ella. A partir de entonces su tiempo se midió en relojes dependientes de su presencia y de su ausencia. Dejó de ser: 7:30 am, “Hora de ducharme, vestirme y desayunar para ir al trabajo”, para crear la rutina mental de: 7:30 am, en cuarenta y cinco minutos la volveré a ver entre los pasajeros del metro y como de costumbre voy a acariciarla voluptuosamente con la mirada, descenderemos del vagón y seguiré en pos de su cuerpo, de su andar sensual, entre esa masa anodina convertido en el cuerpo que anda entre cuerpos contra quienes no hay que chocar, despedirla luego desde el balcón de una mirada furtiva sin ser correspondida hasta verla perderse en la esquina de siempre.

Pasar la mañana colgado del segundero del reloj de la oficina inmerso en la dimensión nostálgica de su lejanía, colocándola en el lugar privilegiado de la memoria para restablecer con placer estético y sexual los encantos perdidos de su visión tan amada. Al terminar la jornada de oficina salir al encuentro de la gran ciudad donde se deforman y envilecen los sentidos, donde todo se concentra y dispersa a la vez conducidos por voces de mando efímeras y perennes: donde el semáforo ordena con un parpadeo fugaz detenerse y continuar a un ritmo tan conocido, que el claxon de los vehículos se lo tienen bien medido. Encontrarse con el vendedor “ambulante” siempre parado en la misma esquina y al voceador de periódicos con la noticias del día que para esa hora ya son historia. Todo se conjuga en una vocinglería y estridencia tal, donde el sonido se deforma y degrada como si perdiera el alma, pues el ruido es el cadáver del sonido.

Luego correr en pos de ella, buscarla en las entrañas de la gran ciudad, para ahora sí confesarle su amor, ¡tiene que ser hoy! Con calma desesperada la busca con la mirada, su olfato trata de aspirarla entre la gente, como al principio, pero la ciudad atrofia los sentidos: acorta y enturbia la vista, encallece el pie, embrutece el oído y afecta tanto el olfato de un loco enamorado quien sin padecer anosmia, el entorno se le vuelve inodoro o casi con olor homogenizado tan característico en lo urbano. Aunque alguien ha dicho: “La nariz está más cerca del alma que los ojos”, ni con todos los sentidos juntos, pudo encontrarla.

Desde la boca oscura de la vía se escuchó el ruido característico anunciando la llegada del vagón del metro, luego, el chirrido de los frenos al detenerse parecían confirmar la ausencia de su amada, los usuarios se apretujaron esperando abrieran las puertas, al abrirse, el grupo se compactó en torno de ella para ser tragados y luego vomitados como todos los días por la bestia mecánica, ¡de pronto la vio venir!, enlazada por el talle de un hombre joven a quien le sonreía amorosa y sensual, ¡entonces sus sesenta años de vida le pesaron toneladas!, todas aquellas noches de desvelo de amor le paralizaron las piernas, no pudo moverse, la pareja pasó junto de él para abordar el vagón, ella volvió la mirada y le sonrió, el hombre viejo aspiró con todas las fuerza de su ser y dejó partir al tren sin casi atreverse a exhalar. Ahora él lo sabía muy bien: "El olor, como el aroma del perfume, anuncia la llegada de una mujer y alarga su partida"



Texto agregado el 14-12-2014, y leído por 512 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
18-12-2014 Lo he aspirado, salud! efelisa
14-12-2014 ... da vida... pues bienvenido ¿no? Como siempre regocijante leerte. Saludos. PiaYacuna
14-12-2014 Me ha recordado la resignación o pasividad de Martín Santomé en la Tregua de Benedetti... guardando para luego lo mejor y a veces es tarde. Hermosa narrativa que me hace pensar igual que krisna22z, ¿acaso hay reglas para el amor?¿reglas para la ilusión? Si algo o alguien te PiaYacuna
14-12-2014 En el mundo de simplificación literaria que vivimos, tu texto es regocijo. Practicar el deleite del decir, del saborear las descripciones, nunca tendrá igual. Te felicito. peco
14-12-2014 Describes muy bien este paisaje urbano y ese cuasi~romance del hombre mayor con la joven desconocida.Un Abrazo. gafer
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