Dic. 2014. Hilvanando Historias.
Te invité a entrar en mi sueño, es mi primera vez, dijiste.
Dormirme fue más fácil que intentarlo.
Desperté, y ahí estabas, en tu lado de la cama, sin compartir mis ilusiones.
Cuando mis pies descalzos pisaron las carbones semi apagados, supe que había salido del infierno.
Noto una ausencia, llevo horas navegando, devorando palabras en diagonal, horizontal y vertical, sin pausa ni respiro.
De flor en flor, picoteando de forma compulsiva, sin apenas saborear las letras, sin el paladeo necesario y previo al placer, igual que nos comemos un menú exquisito en los 45 minutos que se nos conceden de descanso para la comida.
Engullir, devorar sin parar, y digerir en grandes cantidades, no tenemos tiempo, los ojos inyectados en sangre, ya van ocho horas de las que apenas recuerdo nada.
No importa, sigamos leyendo, comiendo palabras sin la ayuda de los sentidos.
¿Qué sería del acto de comer sin el olfato y la vista?, Actividad mecánica.
Me voy a dormir, me imagino bailando con la coma, con la mirada censuradora del señor interrogante, siguiendo el guión punto por punto, sin lugar para la exclamación.
Ahora lo sé, ésa es la falta.
Desde mi ventana se ven dos banderas.
Se mueven con el viento, agitando sus colores arcoíris.
A veces descansan, entonces, mientras me sonrojo, me relatan lo que ven desde sus ventanas.
Sé que vendrá, y saciara mis más íntimos y oscuros deseos.
Mi ansiedad crece pues creo adivinar su fuerza.
Me rindo, no puedo aguantar más, estoy sintiendo demasiado.
Me agota el sentir, como se vierte sobre mí y me hace partícipe de su fiereza.
El clímax está cerca, lo siento en la piel, en el aire.
Explota incontenible con un gran estruendo.
Se derrama sobre mí.
Después…empieza a llover, se cumple el pronóstico de una gran tormenta.
Ojalá que no quieras regresar pronto y podamos recorrer la ciudad cien veces o que dures el tiempo suficiente para conocerte, para desafiar a la suerte y gritarle a mis amistades, al mar, o al abismo, que esta vez no se ha equivocado el cielo conmigo.
Ojalá pueda escribir tu nombre o al menos logres recordar el mío.
Y si lograra comprender de qué fibra te hicieron, cambiaría la receta; mejoraría el sabor de tus labios y le daría un toque personal a tu mirada: -
No, no dejaré que te marches sin antes decirme que nos volveremos a ver.
Claro que si lo hubiese dicho en voz alta, quizá podría dado resultado.
El afilador hacía sonar su particular órgano, aunque apenas hay ya quien acuda a su encuentro.
Lo ha perdido todo, salvo la miseria.
Su vida parece estar deteniéndose como la piedra de esmeril que acciona con los pedales de su bicicleta.
Sólo cuenta con el recuerdo de su esposa que perdió hace demasiado tiempo y quien le pidió que viera con sus ojos todo lo que ella ya no podría ver.
La extraña tanto y tiene tantas ganas de reunirse con ella que… Después de pensar largo tiempo sobre aquello, sacó su propio cuchillo y lo afiló a la perfección.
Luego llevó su órgano a la boca y de grave a agudo y al revés, lo hizo sonar.
Después, continuó caminando.
Pensé si la vida tendría sentido sin ti, mientras moría en cada paso que dabas alejándote de mí. Hasta que tu recuerdo y yo nos hicimos una y nos alzamos en el más absoluto sinsentido: el abismo de tu ausencia.
Dicen que era fiel creyente del amor sin sexo, hasta que debutó.
Ahora, es una fanática conversa…
Le sintió llegar, cerró sus ojos y le pudo ver, aunque cuando habló, aunque no reconoció su voz. Sólo supo de quién se trataba, porque la palabra es hembra y el destino macho.
Lo olió, lo lamió, lo saboreó y se lo tragó.
Después, como buen caníbal, durmió con el estomago satisfecho.
Fuimos a un hotel, y entre nuestros juegos, bajando la vista, me confesó que era virgen.
En el momento del éxtasis, juntó sus manos como orando, se elevó y desapareció.
A veces, no hay quien te entienda, dice mi hijo.
Tengo por costumbre, escribir una reflexión en forma de cuento cada mañana.
Y a él, le gusta leer por la noche, antes de irse a la cama.
Yo, sonrió y le digo que mis palabras, no son para dormir, sino para despertar.
Cree que desatinó, por cosas de la edad.
Creo que no entiende por cosas de su edad.
Hoy recordaba, a aquel hombre guapo, a quien bese en los labios con dulzura, cuando ya nadie lo visitaba por encontrarse en coma.
Se despertó de repente, me miró decepcionado, y, después de un ronco eructo, se convirtió en Sapo, dejándome sumida en una depresión incurable.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde este Diciembre, entre fríos y lluvias, transcurren mis días Hilvanando Historias.
Andrea Guadalupe.
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