EL PESCADOR
Giró la red sobre su cabeza con parsimonia graciosa, con los pies en equilibrio sobre el fondo de la piragua mecida con cadencia por el viento mañanero de aquellas aguas lacustres, el porfiado pescador aspiró revitalizado, su sentido del olfato ya no percibe aquel olor de vida que tenía el ambiente, ahora el lago le devuelve un hedor con presagio a muerte. Sin embargo continúa con el ritual de su oficio heredado de sus ancestros.
El paisaje matinal parece contemplarlo con augurios siniestros. El pescador gira y tira, gira y tira su red aplomada con la ilusión de siempre colgada de su mirada. La mañana se va yendo de a poco como la ilusión, al no pescar nada. La monotonía de lanzar la red y el recobre de aquel apero de pesca tantas veces sin obtener presa ensombrece el semblante del hombre pues piensa en los suyos, en la miseria atávica que llevan atada.
Ni en el medio día, tampoco al empezar a caer la tarde ha logrado pescar algo. Impertérrito continua su labor de redada, sin embargo el temblor de sus manos cansadas son un augurio funesto reflejado ahora en la acuosidad de su mirada. A punto de desfallecer por el cansancio el pescador arroja la red al fondo de la piragua y desolado rompe en llanto, empieza a divagar, en su mente se entrelazan ahora sólo bellos recuerdos, le parece volver a mirar un lago de aguas cristalinas, prodigo en especies y circundado de magnifica vegetación. Agita entonces sus manos frente a la cara para ahuyentar la realidad que los ha alcanzado, ¡el lago ha muerto!, la naturaleza les cobra factura pues fue contaminada.
A la media noche el pescador recobra el ánimo, busca los remos y dirige la embarcación hacia la orilla sin haber pescado ni siquiera una pieza. Ahora rema con desesperación nacida del fracaso, de pronto detiene el movimiento de sus brazos y observa algo moverse en la superficie, ¡una nueva especie acuática!, tienen forma de estrella que titilan cuando el viento frio de la noche mece las aguas turbias como la mente del pescador.
En pleno desvarío arroja su red sobre los supuestos peces, al recobrarla la encuentra vacía, aquellos peces estrellas burlan al pescador, ahora enloquecido vuelve a tender la red, al recobrarla encuentra un pez en sus manos mojadas, la estrella parecida a un pez o el pez semejante a una estrella le hace un guiño, en medio del paroxismo el pescador lanza un grito aterrador:
—¡Nooo, una sola estrella nooo!
—Yo quiero cinco estrellas, —¡me las merezco!
—¡Soy el mejor pescador de este lago!
Pobre incauto, deberá aprender esta lección: la naturaleza y la vida misma sólo otorgan a cada cual… ¡lo que se merece!
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