ANA
Me plantaron como una semillita pequeña en un lugar oscuro y húmedo. No sabía en donde estaba. Todo era nuevo para mí, me sentía muy sola, sin nadie con quien compartir mis sensaciones. Tampoco me podía mover. Estaba enclaustrada en el mismo lugar en donde entré, sin poder salir. Lentamente el miedo pasó cuando vi que no tenía que temer por mi bienestar. Al contrario, me parecía que la humedad alrededor mío me favorecía. Me propuse esperar los acontecimientos, de cualquier manera no podía hacer nada para cambiarlos.
Cada día que pasaba me sentía con más fuerza, notaba que comenzaba a crecer. Ya podía empujar algo de lo que sentía alrededor mío, aunque todo seguía oscuro.
Un día comencé a ver algo de luz encima de mí, traté de alcanzarla pero no lo logré. Me estiré lo más que pude y pude ver algo más. No era mucho, pero después de tanto tiempo en la oscuridad cualquier refulgor era bienvenido. Cada día seguía empujando hacia arriba, ya podía sentir y disfrutar de más luz. Un dichoso día logré sacar la cabeza, estaba en la gloria. Era muy poco lo que salió pero comparado con la oscuridad reinante del comienzo estaba disfrutando del nuevo mundo que se abría alrededor mío.
Con esfuerzo hasta pude sacar no solamente la cabeza, sino también el cuello y supe en mi fuero interno que mi nombre era Anacahuita, que de esa semilla que fue plantada en la oscuridad, con el tiempo iba a ser un árbol de gran porte que podía llegar hasta los 10 metros de altura, y un hermoso follaje con una copa amplia, ramillas colgantes de color verde claro, y que mi fruto tenía gusto a pimienta, usándose como condimento, y que mis hojas iban a ser usadas como infusión medicinal.
Sentí que todo lo que pasé en la oscuridad tuvo un propósito, que no siempre cuando nos sucede algo que no entendemos debe ser malo.
Bajé algo la cabeza y agradecí a aquella fuerza que me plantó en la oscuridad para que yo con el tiempo pudiera encontrar la luz.
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