En Lima estamos pasando una movimiento lleno de imaginaciòn, convulsión pecunaria e inquietud.
Inquietud por querer recrearse, equivocarse y no equivocarse. Por eso, escribo de incertitud.
Un sentimiento que te sacude en medio de los encantados y los atractivos de la ciudad; gatos dispergados, ratas malhumoradas que invaden cocinas, perros arrechos que empujan a otros canes para ir a guerrear por celos y más perras.
Es decir, Lima como hace tanto tiempo atrás, vive su destrucción diaria y autoconstrucción. Compartida y repartida por los cerros, en llanura, en ríos, en el mar, en los grandes Centros comerciales y hasta en bibliotecas.
Cuánto dolor probé cuando me cobraban un sol para entrar a leer originales pergaminas.
En mi capital, todo tiene un precio pero también tiene un valor.
La amistad la puedes encontrar y de eso hay material comprobado.
Mi pasión por la escritura encuentra una fuente, la cosmovisión de un mundo multiétnico y multicultural que lucha contra si mismo y contra los demás.
Cuando veo a mi papito, que se invade de ira y quisiera romper una silla, meter la cabeza al agua y llorar, me trae a la mente a los jóvenes que en mis calles limeñas luchan contra la indiferencia de su gente y cantan rap en la combi interurbana y solamente quieren ser diferentes, distintos e independientes; O me trae a la mente las fiestitas a las que no voy, y que iré, porque así es el alma perturbable.
Bienvenidos a Lima, la Ciudad de los Reyes. |