He soñado muchas veces la alegría. La he parodiado, he querido hacerla mía, viéndola por las calles de Lima, la belleza del amor. Pero, aunque envidie el amor y el odio, sentimientos completos, guardo en mí una inaudita tristeza que se representa en pocas cosas, que a veces no tiene color ni forma de contención.
Me declaro hoy, una sirviente de tí pero también una mujer que asume el reto por tí, por aquél y finalmente por mí.
Que asume el reto de mirar con óptimismo el futuro, la vida, las noches, las tardes, las mañanas, las madrugadas. Todo mezclado, porque contigo, en Lima, todo es multicolor.
Te digo que acepto el reto de pasear por tus calles querida Lima, y verte deteriorada, resurgente e insurgente. De observar tus miles de hoteles coloridos e imaginar que muchos eyaculan allí con y sin amor. Acepto vivir en tus cevicherías de mil colores, en tus polladas de griteríos y de amor. Cuánto amor veo en tus calles Lima, cuánto amor que revienta mis poros y mis ansias y me deja tonta porque solamente tú albergas sobre el pecho tanta pasión.
Yo regreso de Italia, Lima querida, y cuando te veo pasional, cuando te veo intencional, cuando te siento enamorada y fácil de amar, me quemas el alma, la vida, el cuerpo, el sexo, la entraña, los senos, el tiempo. Y siento que vine por tí más que por todos y todas, que vine por tí para poseerte una noche en una Casona Virreinal, con puertas de tripley y camas de algodón.
Pero yo quiero estar contigo en químeras. Sin ropa. Sin nada y darte lo que siempre guarde en mi pecho liso, un amor puro.
Lima, asumo las ganas de sentirme así como ahora, inconclusa, porque tú y yo somos dos inconclusos.
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