Había una vez un lugar llamado numeral en donde cada integrante que ahí habitaba decía llamarse “Número errante”, pues en un momento se encontraba en una tienda y después en un cine o autobús.
Dichos números tenían diversos valores, el menor de ellos era el cero, a quien casi nadie lo tomaba en cuenta por no tener valor antes de cualquier otro número, y el mayor era el nueve simplemente por ser el más alto y ligero.
Cada siete días, los números se reunían al noreste del pueblo debajo de la sombra de unos enormes cactus en donde siempre trataban asuntos en pro de la sociedad. Algunos compartían sus experiencias, mientras que otros preferían solo escuchar.
Cuando dio por concluida la décimo cuarta reunión, se acordó traer para la siguiente una propuesta para la mejora del pueblo. Todos se desplazaron a sus hogares a descansar y los días siguientes se esforzaron en sus trabajos para no ser despedidos, pues el trabajo era muy escaso y había despidos día a día.
Después de una semana se volvieron a reunir y de inmediato comenzaron las participaciones. Uno de ellos comentó estar interesado en construir un parque de diversiones en donde todos los números pudieran asistir a divertirse con la familia. El segundo propuso que se construyera un tren con nueve vagones pequeños en los que pudieran viajar dos números en cada uno y así viajar de un lugar a otro ya que el único medio de transporte era el caballo. Un tercer número comentó que un día antes había soñado que por el pueblo pasaban tres ríos en los que iban a bañarse todos los números y que al final quedaban resplandecientes.
El cuarto comentó que desde niño le hubiera gustado que en el pueblo hubiera cuatro escuelas que integraran el nivel básico y superior para que ningún número se quedara sin estudiar y que además la educación fuera númegratuita y númelaica.
Quien dirigía la reunión, estaba sorprendido de los proyectos que pretendían llevar a cabo sus compañeros y conforme los mencionaban, él los plasmaba a forma de dibujo sobre un rotafolio que cubría la mampara de madera. Pidió al siguiente participante que expusiera su idea. El número cinco quien laboraba en un hospital exhortó a todos a que lo apoyaran a construir un laboratorio en donde internaría a todos los ceros para que a través de injertos, lograra transformarlos en número seis, ocho o nueve y así tuvieran más valor.
En ése momento se armó toda una polémica en el lugar desértico y como en cada familia había un cero que era menospreciado, les agradó la idea, por lo que de inmediato expresaron su apoyo incondicional.
Ya los números seis, siete, ocho y nueve no comentaron sus inquietudes y prefirieron darlas a conocer después de culminar con el proyecto aprobado.
El número cinco se balanceaba de felicidad y apenas anocheciendo rápidamente expuso con un cañón y una enorme pantalla el grandioso proyecto a realizarse.
Los números atentos escuchaban las ideas y proponían otras que ayudarían a la realización de dicho propósito.
Todos los números sumaron esfuerzos junto con la administración del pueblo quien se integró de inmediato haciendo activo su lema “Sumando números se dan buenos resultados”.
Conforme pasaban los días, el laboratorio se veía ya casi terminado y al fin, después de tres meses ya se presumía en las redes sociales, dando como resultado buenos comentarios, además, la grandiosa obra ya se pensaba igualar en otros lugares por su gran misión.
Se llegó el día de realizar los injertos a los números, eso sí, algunos tuvieron que donar parte de su cuerpo, pero eso no les importó, lo que les interesaba era solamente que a los números cero se les valorara al igual que cualquier otro número.
En el momento de la primer intervención, el doctor junto con su personal de apoyo, se disponían a atender al primer paciente esperando lo mejor para él.
Pasado de una hora se dieron cuenta que ni con el mejor hilo, la piel del número tres se adhería a la del cero, así que decidieron salir al exterior del hospital a dar a conocer a la sociedad lo sucedido. Todos en un silencio total se quedaron sorprendidos por lo que habían escuchado.
En un momento inesperado, todos los ceros se acercaron a la derecha del doctor para agradecerle sus buenas intenciones, él solo respondió con un fuerte abrazo sin mencionar alguna palabra.
El número siete los observaba a lo lejos y al ver la cifra de cincuenta millones que formaban el doctor junto con los ceros a su derecha, en voz alta les dijo a todos los que asistentes que el número cero vale más de lo que algunos pensaban siempre y cuando se coloquen a la derecha de cualquier otro número.
Ese día, la multitud comprendió que lo valioso de cada número no era su valor sino sus acciones matemáticas.
Posteriormente, se reunieron a los pocos días y al escuchar las ideas de los números que habían quedado pendientes, decidieron por unanimidad hacer funcionar el laboratorio para realizar estudios que consiguieran llegar a la cura de algunas de las enfermedades que presentaban algunos números desde hace ya algunos años.
Pasó un tiempo y en el momento menos esperado se dio a conocer en la televisión la noticia de que al fin se había obtenido la cura del numecáncer, enfermedad responsable de muertes de familiares queridos.
Numeral fue reconocido por la O. M. S. (Organización Mundial de la Salud) por su gran descubrimiento, lo cual hizo que el pueblo se comprometiera a luchar aún más por el bien estar de la sociedad.
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