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Miró su mochila por última vez.
Pensó en los lugares recorridos, en los países visitados. No eran muchos. Tal vez alcanzarían para los recuerdos de un paseo a ojos cerrados por el pasado.
Alzó la vista y vió un cuadro pintado de futuros. Con ellos, evocó tiempos mejores, de brisas frescas golpeando la cara de la libertad.
Supo que no iba a ser igual. Jamás. Y aguardó el encuentro firme, callado Dr llantos de silencio.
Paseó en sueños por caminos interminables entre la selva. Se vio a si mismo en una repetición con sus bolsos trashumantes de un lugar a otro. Recorrió el calor de todas las fogatas y sus cantos.
Sintió el batir de las hojas al viento, descansó una tarde de verano dentro mil carpas que lo acogieron.
No estaba listo, pensó, faltaban muchas, muchísimas banderas que mirar, personas desconocidas a quienes cruzarles la palabra, amigos nuevos e incógnitos por abrazar.
Se sintió domado. Traidor intrínseco de si mismo. Negó una oportunidad al orden cuando se la ofrecieron. Fue infeliz.
Y se engañó. Jugó el juego propuesto, se detuvo en el último pueblo, ese que le recordó lo demasiado lejos de casa que se encontraba. Pensaba que no sería suficiente.
Pero nadie acudió al llamado. Y vinieron las inexplicables loas de lo correcto. Como si quisiera alguna vez hacer eso que llaman lo correcto.
Y cuando sintió que el tiempo había terminado, vio su cuerpo inerte en la calle, profanado por miles de miradas que jamás sabrían lo que pasó, a pesar de estar ahí, de haberlo visto. Un testimonio inútil y falso de como creyeron que ocurrieron las cosas.
A los amores, a los gustos y todos los manjares probados en el patio trasero de su tierra, los guardó.
Se alejaron los barcos. Llevaban sus amigos y sus aventuras de siempre. Sin querer, las cambió. Nadie le dijo cómo.
Quiso despertar, hacerse el desentendido y volar. Renunciar a toda propuesta.
Y se imaginó, una vez más, asoleándose en las estribaciones de la sierra, con el viento silbando sus espaldas, en senderos perdidos lejos de los hombres, respirando la verdad de la paz viajera.
Y tuvo pena. Entendió su final,
Para dar comienzo a otro viaje. Lloró como hombre.

El Coronel

Texto agregado el 03-12-2014, y leído por 164 visitantes. (1 voto)


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