Es momento de empezar a desaparecer- , esas fueron las últimas palabras que recuerdo de Melisa; no sé como paso, tan solo se encargo de borrar todos los recuerdos que existían de ella, todas sus fotos, todas sus conversaciones, todo fragmento de su recuerdo había sido eliminado de la memoria de los demás; ¿y por qué podía recordarla?- me preguntaba mientras traía a mi mente la imagen de su sonrisa, de sus ojos misteriosos que me embriagaban con su seductor encanto, hubo un tiempo en el que pensé que solo se trataba de una jugarreta de mi mente, sin embargo, alguien me dijo alguna vez que no puedes recordar lo que no has vivido pero si puedes olvidar lo que no existe, esa frase ahora resonaba en mi cabeza con la intensidad suficiente como para causar en mi una extraña obsesión por saber quién era esa chica que vivía en mis recuerdos y que nadie parecía recordar. Empecé a buscar algo que pudiera confirmarme su presencia, tan solo una pista que pudiera respaldar su existencia y que me dijera que no estaba loco, empecé a sentir una gran angustia al darme cuenta de que no aparecía en ninguna parte, desesperado, grite su nombre en medio de obsesión, sabía que existía aunque nada lo confirmase. Lleno de mis mas grandes temores y como una gran sorpresa que te toma desapercibido, una carta apareció debajo de mi puerta, de inmediato corrí a ver quien la había dejado, pero al salir, solo el frio viento de invierno rondaba por las calles; con poca mesura empecé a abrir la carta que no tenia remitente, tan solo mi dirección y una mancha de café en una de sus esquinas; saque rápidamente su contenido; mis ojos se enfocaron rápidamente en sus letras tan solas y negras; -de: Melisa-, no podía creerlo, mis manos empezaron a temblarme, el aliento empezó a faltarme, como si mi alma se estuviera escapando a cada respiro que daba, al principio creí que solo se trataba de una burla de mis amigos, pero ellos no sabían nada de ella, así que descarte rápidamente esa posibilidad, después creí que solo habría sido una equivocación del correo, pero recordé que mi dirección aparecía en el destinatario; ¡podría ser real la chica que tanto estaba buscando?, ¿el recuerdo en mis memorias realmente existió?. Empecé a leer la carta con un temor indescriptible y al mismo tiempo con una alegría tal que no podía negarme a mí mismo el hacerlo, la adrenalina que me causaba era tal que sentí por un momento que mi corazón se detendría en cualquier instante. Las palabras eran sencillas pero muy bien escritas, en ellas me expresaba que era necesario para ella desaparecer, que si tal vez podía recordarla era porque los lazos que hice con ella eran demasiado fuertes y que fragmentos de su corazón no pudieron desaparecer de el mío, sin embargo al final me pedía que dejara de buscarla, que ella regresaría cuando nadie pudiera recordarla, ni siquiera yo. Su carta causo el efecto contrario en mi, ahora todo lo que deseaba era encontrarla, verla una vez más.