Nicoletta es una niña que se podría clasificar entre las personas de capacidades diferentes, eufemismo creado por nuestras autoridades para definir a aquellos que sufren retardo mental, como les decíamos antes a esos mismos congéneres. Pues bien, la chica se gana sus moneditas cuidando automóviles en una poco concurrida calle. La gente estaciona sus vehículos y algunos se sobresaltan cuando la niña se dirige a ellos con su jerga enrevesada:
-Yo cuidar tu auto. Tú ir tranquilo no más.
Algunos desconfían, tal vez prejuician a la pobre chica, posiblemente la consideran incapaz de realizar su labor. Por eso, cuando se van, la continúan mirando de reojo y no le pasan moneda alguna. Pero existe gente que le sonríe y que le paga por su trabajo. Luego, esos mismos se van ufanos por la vida. Son los que se han deshecho de sus falsas creencias y ven en la chica a una niña necesitada.
No es tan chica ni tan niña nuestra Nicoletta, ya frisa los veintiocho años pero no los demuestra.
-Yo pedir bebida, yo pagar.
Y el almacenero le sigue el juego y le responde de la misma forma.
-Tú pagar, tú tener crédito, si no pagar, no haber crédito.
-¡Noo! ¡Yo pagar! ¡Yo pagar! ¡Tú ser malo.
Y se ríen ambos, mostrando ella sus dientes grandes y perfectos como un dibujo sincero de su sana alegría.
Pero, existe la gente de mal corazón que la desprecia por su condición.
-Hoy no se ha vista la tontita-. Y se ríen con esa falta de sentimientos que se refleja en sus ojos.
-¿Qué será de la loca?- pregunta otra, como si en realidad le importara algo.
Los que aprecian a la chica miran a esas personas con desdén. Porque Nicoletta no es ni loca ni tonta. Sólo le cuesta resolver algunas sumas más complejas, pero es honrada, tanto o más que tantos “inteligentes” que pululan por allí
-Ahora tú ir para la casa porque ya es tarde.
-Si-responde ella. Pero fíame una bebida. Yo pago.
-Bueno. Mañana tú pagar. O si no, no haber más crédito
-Sí. Yo pago, yo pago. Yo saber lo que debo y pago. No ser malo tú.
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