Martes 21 de octubre.

Creo que hoy es un día feliz.
Temprano en la mañana abrí mi cuenta de Gmail y encontré un mensaje de Editorial Almena –con grandes letras mayúsculas y negritas- donde se me comunicaba haber ganado un concurso que me permitirá entrevistar a Joaquín Manzari, quizás el último gran escritor argentino, y uno de mis predilectos a la hora de imitar descaradamente.
La consigna del concurso consistía en explicitar las razones por las que uno merecía –hipotéticamente- semejante homenaje, semejante lujo. Yo escribí una genealogía de mis lecturas –algunas demasiado tempranas- del autor y, además, admití –con absoluta supresión de hipocresía- el no haber leído sus cuarenta y cinco novelas, proscribiéndome a la lectura de una de ellas por año, para que la experiencia fuese íntima y dilatada, como tienen que ser los verdaderos placeres.
Lo único que esperan de mí –escriben en el e-mail- es que confeccione, al menos, veinte preguntas “interesantes y cabalmente originales” y que las haga llegar lo antes posible al diario “La Región”, ya que la entrevista será publicada allí y quieren anticipar lo que yo pueda decir “para evitar inconvenientes con el Sr. Manzari”.
Los entiendo, claro, y espero estar a la altura de semejante circunstancia.
F.C

Miércoles 22 de octubre.

El vino que compró Cintia tiene una condición que es absolutamente anónima para el logos. Esas vagas descripciones que se inscriben en las etiquetas traseras solo son falacias. El vino es mejor que las palabras. Incluso siendo vecinos, habitando la lengua.
Debo recordar darle las gracias, y pedirle que traiga otro de las mismas características en cuanto pueda. Creo que viajó a Mendoza este año y que lo volverá a hacer.
Cierta vez, se me ocurrió escribir un libro de relatos, en el que cada uno de ellos estuviera inspirado y fuera correspondiente a una bebida alcohólica en particular. El proyecto cayó en las manos tiranas de la pereza y de la mediocridad. A veces creo que pienso mejor de lo que escribo.
La editorial me informó hoy quién fue el ganador de ese absurdo concurso al que fui sometido. Parece que es un pibe de veintiún años, de la provincia de Entre Ríos.
Lo que debe uno padecer para vender un par de libros, dios mío.
J.M