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Karla se despertó cuando la luz que entraba por la ventana acaricio su cara, miro las blancas cortinas entreabiertas, se dio la vuelta en la cama y fijo su vista en el techo; sus ojos descendieron hacia su pecho desnudo y miro con atención los juegos de luz que sucedían en los minúsculos vellos dorados que lo cubrían. Miró a su derecha y noto que su acompañante dormía profundamente, en su cara se podía apreciar una leve sonrisa producto del sueño de los cansados. Karla recordó el color castaño de sus ojos y se inclinó para besar su mejilla.

La pequeña caja de cristal encima del pequeño buró estaba vacía.
Karla empezó a examinar los remanentes de la noche anterior, las ropas acomodadas lanzadas sobre la alfombra beige en un rincón del cuarto, su bolso sobre el pequeño escritorio color chocolate, pequeños trozos de papel amarillo esparcidos por toda la cama. Todo este cuadro la llenaba de un sentimiento de confusión y alegría; podía sentir el corazón latiendole más deprisa, sentía como sí todo el mundo fuera nuevo, como si todo lo anhelado se hubiera cumplido.
Recostada mirando la sonrisa de su acompañante se sentía inundada de paz.

Como a la mayoría de las personas, la vida de Karla solía llenarla de sorpresas, cimentando su creencia de no tener ningún control sobre ella.
Desde muy joven siempre fue tachada de ser idealista, marcando para siempre el destino de sus relaciones, convirtiendo en platónicos a todos sus amores, siempre buscando la historia de amor perfecta, empecinada en encontrar al hombre perfecto al que le entregaría su virginidad, al que le declararía sus fantasías, sus anhelos y perversiones. La primera vez que la vida le cobro sus ilusiones fue cuando llego su primer amor; a sus 18 años Karla era una joven cuyos pensamientos seguían moldeandose por los libros que le ofrecían lecciones de vida. Sin verdadera experiencia más allá de las palabras escritas analizaba y estudiaba cualquier situación en la que se sentía vulnerable para no perder el control. Su primer amor la tomo por sorpresa y se olvidó de su típica cautela. Decidió entregarle sin contemplaciones todo lo valioso que creía poseer a ese hombre cuando se dio cuenta de que lo amaba.
El era lo contrario a ella; unos años mayor, se desenvolvía con más experiencia en las cuestiones cotidianas y era más inexperto en las cuestiones de libros. Pero ella lo amaba y el le hizo creer lo mismo, le dijo que era la más dulce y decidió entregarle su virginidad cuando el le dijo que ella sería también la primera para el.
Un día de abril decidieron entregarse el uno al otro; mientras Karla le susurraba al oído promesas de amor imperecedero, su primer amor la llamaba por otro nombre. Las sábanas se tiñeron de rojo y ella se resigno a lo obvio, nunca nada sería perfecto.
Se alejaron el uno de otro sin miramientos ni contemplaciones. Karla regreso a sus libros y a su cautela habitual. Se decidió a intentar controlar su destino, a encontrar a alguien que la amara de verdad.

Intentando lograr lo imposible, con cada nueva relación Karla dejo su corazón en el camino. Con el paso del tiempo sus ilusiones, sus fantasías y sus sueños de juventud fueron cambiando, olvidando lo que sabía del amor.

Esta realización le llego sin sorpresas, comenzó a buscar lo mismo que buscaban los hombres que había conocido.
Se puso a sí misma el título de incapacitada emocional. Se dio cuenta que todos esos sueños de orgasmos con amor eran mentiras que se decían a sí mismas otras personas, o que ella era incapaz de sentirlas.
Aprovecho la atracción que ejercía sobre los hombres y dejo qué sus perversiones se manifestarán a la hora de experimentar nuevas sensaciones.
Ya sin la ilusión de encontrar al hombre perfecto, esas perversiones que ella notaba en sí misma hicieron que varios hombres llegarán a su vida, intrigados por las cualidades que percibían en Karla, alegre, burlona, tierna, perversa, linda, distraída, todo matizado por un viso de tristeza; esos hombres llegaban a su vida y creían enamorarse.
La creían única, distinta a todas. Pero ninguno de los que llegó logro que ella los amara con la misma intensidad con la que ellos decían amarla.
Llego el poeta cargado de demonios que siempre juró amarla y odiarla con la vehemencia de su caligrafía azul. El fotógrafo que intento capturar su alma en sus fotografías a blanco y negro. El muchacho de su barrio que pasaba por ella en su destartalado auto negro y que la celaba incansablemente. El hombre mayor que la llevo de viaje por los campos de mostaza en España. El compañero de la universidad que siempre la miraba embelesado. Existió un bailarín del cuál Karla estuvo a punto de enamorarse, pero él huyó con la misma gracia que lo hacía ella. El bohemio de bar con el que tuvo una relación puramente sexual y el último que toco su interior, el hombre letrado que una noche sin luna la abrazo tiernamente mientras esperaban a que se llenara la bañera, la abrazo y beso tan tiernamente, lleno de una pasión dominada, sin prisas, pudo sentir la soledad que acompañaba esos gestos, lo que provocó que ella se sintiera culpable y dejara ese abrazo incompleto. No podía recordar el rostro de ese hombre, solo se veía a si misma en el momento.

Después del último hombre Karla se enfocó en el mundo fuera de las relaciones. Se tituló y consiguió un trabajo en el sector privado. Tuvo un periodo de gran tranquilidad absteniéndose siquiera de hacer insinuaciones y rechazando cortésmente cualquier galantería por parte de sus compañeros. Todos la tachaban de vanidosa, quizás era cierto después de todo el tiempo volcando sus energías en sí misma. Pasaron unos años sin grandes agitaciones.

Después conoció a Emilio.
A grandes rasgos el era una persona que igualaba a Karla pervertido y aburrido. Sus historias empezaban y terminaban como las de ella, una búsqueda plagada en su mayoría por mujeres platónicas, pocos encuentros físicos, y más prostitutas que amantes.
De igual manera que Karla, Emilio aún mantenía lazos menguantes de amistad con sus parejas pasadas. El tipo de mujeres con las que se relacionaba el mismo lo definió como bellas en contexto; las que atraen haciendo lo cotidiano, las que intrigan por el hecho de existir.
Karla supo todo esto un martes de diciembre, un día en el que la lluvia al salir del trabajo la obligó a compartir una sombrilla verde con Emilio, más tarde ese día compartió con el un café y las historias de sus vidas. Platicaron hasta entrada la noche en aquel pequeño y pintoresco café del centro de la ciudad en el que se guarecieron de la lluvia. Supieron que compartían intereses peculiares; el gusto por la cocina italiana, las fotografías sin retoques, películas de serie b, Charlie Parker y Coltrane, las uvas verdes y el vino tinto. La lluvia pasó y acordaron verse de nuevo para probar sus afinidades.
Asistieron a una muestra de cine ruso, en la oscuridad y en el momento en el que el protagonista partía una granada, el comenzó a tocar su pierna y ella le correspondió con un.beso mientras en la pantalla unos caracteres en cirilico explicaban el significado de la santidad.
Al salir de la sala no dijeron nada, simplemente se dejaron guiar por una fuerza invisible que los llevó al apartamento de Emilio. Esa noche mientras desnudos en su cama comparaban lunares y cicatrices encontraron tener mucho más en común. A partir de ese día comenzaron a compartir más pasiones extrañas.

Realizar las fantasías de Emilio requería vestuarios y personajes diferentes para cada tipo de encuentro que sostenían. Pretendían un nuevo encuentro y un nuevo comienzo cada vez que salían, una nueva persona y una nueva vida. Karla estaba fascinada con este sistema de fantasías, se emocionaba por la espontaneidad y la intensidad de las mismas, y lo más importante, en cada encuentro existía una desconexión emocional que le permitía disfrutar de esos momentos.
Muestras gastronómicas, galerias de arte contemporáneo, presentaciones de libros y obras de teatro representativo formaban parte sus juegos de encontrarse sin buscar. Se conocían una y otra vez, y una y otra vez terminaban en el departamento de Emilio; danzaban entre los muebles y decoraciones de su hogar y terminaban siempre en la ordenada habitación en la que la caja de cristal reposaba sobre el pequeño buró café. En la caja se encontraban trozos de papel amarillo en los que estaban escritas todas las fantasías y perversiones acordadas de antemano por los dos con la intención de no quererse y disfrutarse hasta que uno se aburriera de escribir nuevos papeles y se prometían que en el momento en que se acabarán les llegaría el momento de detenerse sin reproches.
Pasaron un tiempo de esa manera, la cantidad de papeles en la caja fue menguando y la soledad de Karla se hacía más evidente. Una noche mientras ella salía del trabajo recibió una llamada de Emilio.
Sin muchos ánimos tomó su llamada y con menos decisión aceptó pasar la noche en su casa.

Unos diez minutos después de haber colgado, Emilio llego por ella en su auto plateado, le prestó su abrigo gris para protegerla momentáneamente del blanco frío invernal y después de un breve intercambio de palabras se dirigieron a su departamento. Llegaron y se pusieron cómodos, trataron de iniciar su juego romántico, pero él cansancio compartido les hizo desistir, solo se miraron y se recostaron el uno sobre el otro, los dos llenos de una infinita tranquilidad correspondida. No hablaron y se miraron a los ojos. Sin planearlo el acaricio el rostro de ella mientras elogiaba los lunares paralelos que adornaban su boca; ella tomaba el cabello de Emilio entre sus manos mientras señalaba las escasas canas que poblaban aquella cabeza crespa.
Las inconscientes caricias dieron parte a juegos más osados, los juegos a los sentimientos sofocados. Los sentimientos a las esencias de sus seres.
A la mañana siguiente Karla miraba la caja de cristal vacía, ela techo sin importancia, las cortinas discordantes, a Emilio vestido por su sonrisa. Todo lo observaba con el afán de entender lo pasado. Se preguntaba lo que pasaría, si después de todo lo vivido valdría la pena.
Se vio a si misma semi desnuda y se sorprendió de la escena de amor sin pautas ni prisas en la que se veía envuelta. Sonrió, total, que es volver a intentar.

Texto agregado el 02-12-2014, y leído por 152 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
02-12-2014 Esta narracion me gusto de principio a fin,porque sus personajes son muy humanos y el espacio en el que se mueven es creible, asi como la historia.Excelente redaccion.Felicitaciones.Un Abrazo. gafer
 
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